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POR JAIME BAYLY
-Hola, mamá. Feliz día de la madre.
-Gracias, mi amor. ¿Estás en Lima? ¿Vas a venir a almorzar?
-No. Estoy en Miami.
-Ay, qué pena. ¿Y por qué te has quedado solito allá, amor? Deberías estar acá en Lima para celebrar mi día conmigo y con tu Sofía.
-No estoy solito, mamá.
-¿Tienes visita en Miami?
-Sí, mamá. Digamos que tengo visita.
-Ay, qué alivio, amor. No es bueno estar solo.
-Eso dice el padre Alberto.
-¿Alberto se llama tu visita?
-No, mamá. Se llama Martín. Es mi chico. Me encantaría que lo conozcas. ¿No te da curiosidad?
-Será lo que Dios quiera, amor. El hombre propone y Dios dispone.
-Sí, claro. Mamá, necesito pedirte un favor.
-Lo que quieras, hijito. Pídeme lo que quieras. Tú sabes que por mi Jaimín muevo cielo y tierra.
-Necesito plata.
-¿Plata, tú? Pero si tú tienes más plata que yo, amor.
-Pero les he prometido a mis hijas y a Martín que no voy a gastar mi plata en mi campaña presidencial. Y sin plata, no puedo ser candidato.
-Eso de ninguna manera, amor. Tú tienes que ser candidato. Tú has nacido para ser presidente.
-Por eso te digo. Necesito que vendas tus acciones de Volcan y me prestes medio millón de dólares.
-¿Tanto necesitas, amor?
-Medio millón no es nada, mamá. La campaña puede costar dos o tres millones, fácil.
-¿Y en qué te vas a gastar tanta plata, corazón?
-Comprar un partido que ya está inscrito me cuesta doscientos mil. Y con los otros trescientos mil tengo que abrir como cien comités de mi partido en todo el Perú.
-Ay, qué maravilla, amor. Vas a viajar por todo el Perú. Vas a conocer tu patria querida. Muchas cosas buenas van a salir de todo esto, ya verás.
-No estoy tan seguro, mamá. Por ahí me matan de una pedrada. Hay mucho loco suelto que me odia.
-Nadie te odia, mi hijito. Tú vas a ganar fijo. Desde que eras chiquito ya te veía fijo como presidente.
-¿Cuento con tu plata, entonces?
-Bueno, en principio sí, pero tengo que consultarlo, amor, no puedo decidirlo yo solita ahora mismo.
-Entiendo. ¿Y con quién piensas consultarlo?
-Primero que todo, con tus hermanos. Van a venir todos hoy a almorzar, no sabes cómo te vamos a extrañar.
-Pero ellos no van a aprobar que vendas tus acciones y me prestes plata para mi campaña, mamá. Te aseguro que se van a oponer.
-Bueno, si ellos se oponen, ya veremos, al final la decisión la tomo yo.
-¿O sea que cuento con tu plata? Mira que si quieres que sea presidente, tienes que apoyarme, si no me das este empujoncito no hay candidatura ni nada.
-En principio, sí, amor. Pero tengo que consultarlo con mis asesores espirituales y con tu papi, amor.
-Pero papi está muerto, mamá.
-Está en el cielo, amor. Yo converso todos los días con él. Ya te cuento lo que me dice tu papi. Seguro que se va a poner feliz cuando le diga que vas a ser presidente.
-Pero no va a estar tan feliz cuando le digas que te estoy pidiendo medio millón de dólares.
-No creas, amor. Tu papi ha cambiado mucho y él siempre quiere lo mejor para ti.
-Y lo mejor para mí es ser presidente, ¿no?
-Sí, mi amor. De eso no tengo dudas. Pero tienes que casarte de nuevo con Sofía. ¿Cómo vas a ser presidente del Perú sin una primera dama?
-Ya tengo primera dama, mamá.
-¿Quién es, amor? ¿Te has enamorado y no me lo has contado, bandido?
-Sí, mamá, de Martín. Martín será mi primera dama.
-Tu visita no es una dama, amor. Tu visita es un amigo. ¡No puede ser primera dama!
-No sabes la dama sofisticada que es Martín. Es mucho más dama que Sofía, créeme.
-Pero tienes que casarte, mi amor. Y no puedes casarte con tu visita. Tienes que casarte con Sofía.
-Está bien, mamá. No hay problema. Tú me das la plata y yo me caso con Sofía, trato hecho. ¿Qué iglesia sugieres para casarnos?
-María Reina es la que me queda más cómoda, está a dos cuadras de la casa y el Padre Griffin es un santo y da unos sermones increíbles.
-Magnífico. Separa fecha cuando quieras.
-¿Pero estás seguro que Sofía quiere casarse contigo?
-No tengo idea. Será cosa de negociar, ¿no? Creo que la idea de ser primera dama no le molestará en absoluto.
-Ella es tu primera y única dama, amor. Es toda una dama. ¡Cómo te quiere Sofía! ¡Se desvive por ti!
-Además habla inglés y francés perfecto y tiene un aire a Carla Bruni.
-¿A quién, amor?
-A nadie, a nadie. No lees el Hola.
-Yo conozco a todo Lima, amor. Esa Carla me suena.
-¿Y si tus asesores espirituales te aconsejan que no me des la plata, qué harías?
-Mira, amor, ese es un tema muy sumamente delicado. Yo, por ser supernumeraria de La Obra, no puedo ir contra los preceptos de mis superiores.
-Pero si eres supernumeraria, ¿cómo puedes tener superiores?
-Todos tenemos superiores, amor. Todos. Sólo Dios no tiene superior.
-Ya. ¿O sea que si te dicen que no, no me das la plata?
-No seas pesimista, hijito. No pienses así. ¿Por qué me van a decir que no, si tú serías un presidente de lujo para este país?
-Te van a decir que no porque soy agnóstico y porque en el Opus Dei me detestan y porque si gano las elecciones el Perú será un Estado laico, mamá.
-¿Un Estado qué, amor?
-Laico. Un Estado laico.
-Amor, eso no lo van a entender los cholos, eso no lo entiendo ni yo. ¿Qué es un Estado laico?
-Un Estado que no le da plata a ninguna religión. Un Estado que respeta a todas las religiones, pero que no financia a ninguna.
-Pero el Perú es un Estado católico, amor. Católico, apostólico y romano.
-Sí, y eso es injusto y debe cambiar, mamá.
-¿Has estado tomando esas pastillas que te ponen medio loco, amor? ¿Te estás drogando de nuevo?
-No, mamá. Pero creo que es injusto que el Estado peruano le dé plata a la Iglesia Católica.
-Es la cosa más justa del mundo, amor. Todos somos católicos en el Perú. La Iglesia necesita esa plata para ayudar a los pobres.
-No todos somos católicos, mamá. Hay un montón de gente que es de otras religiones o que es atea o agnóstica y que paga sus impuestos, ¿y por qué vas a usar su plata para dársela a Monseñor Cipriani? No es justo.
-Amor, no te permito que hables mal de Monseñor Cipriani, que es un santo en vida.
-Perdón, mamá.
-Y justamente tu misión como presidente será convertir a todos esos pobres descarriados que no son católicos. Tú tienes que convencerlos. Para eso Dios te dio la inteligencia y el don de la palabra. Para enseñarles el camino de la verdad y del bien.
-No, mamá. Yo no puedo ser presidente para eso. Ni loco.
-¿Entonces para qué quieres ser presidente, amor?
-Para que el Perú sea un Estado laico y la Iglesia Católica se autofinancie como las demás iglesias. Para que los gays tengan los mismos derechos que los heterosexuales. Para que el aborto y el consumo de drogas no sean delitos. Para que la plata que malgastamos en los militares la gastemos en educar a los niños pobres. Básicamente para eso.
-¡Qué locuras estás diciendo, mi amor! ¿Estás empastillado? ¿Estás medio loco otra vez? ¿Estás tomando Xanax como caramelitos? ¿Te quieres suicidar?
-No, estoy bien.
-¿Me estás diciendo hoy, ¡hoy que es el día de la madre!, que estás a favor de las drogas, del aborto, ¡del sexo contra-natura! y en contra de los militares y de la santa Iglesia Católica?
-Sí, mamá. Exactamente.
-Me has partido el corazón, Jaime.
-No me digas Jaime, mamá. Sólo me dices Jaime cuando estás molesta.
-No estoy molesta. Estoy triste. Estoy muy triste. Y tu papi también.
-¿Por qué?
-Porque no voy a votar por ti, Jaime. Y porque no voy a darte ni un centavo para tu campaña, si piensas defender el pecado y atacar a la santa Iglesia.
-¿Entonces no cuento con tu medio millón de dólares?
-No, hijito. Ni con medio sol.
-¿Tampoco cuento con tu voto?
-No, amor. Yo votaré por Alan.
-Pero Alan no será candidato.
-Es lo que tú crees, hijito. Alan y yo hablamos siempre por teléfono y ya te llevarás una sorpresa.
-Bueno, mamá, feliz día de la madre.
-Deja de tomar tantas pastillas, amor. Te inducen al pecado. Te inducen al libertinaje.
-Ya, mamá. Dale saludos a Alan.
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-Se llama Martín.
-Por eso, saludos a tu visita.
-Besos, mamá.
-Besos, mi Jaime.
-¿Mamá?
-¿Amor?
-¿No me darías cien mil dólares para comenzar?
-Sólo si me lo aprueban Alan y el cardenal, amor.
-Gracias. Feliz día. Saludos a papi.