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Nacional

3 de Junio de 2009

Madre a los 11 años

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Los medios tienden a ver todos los embarazos como bellas y edificantes historias, incluso aquellos donde niñas de 14 deben hacerse responsables de cosas que nadie les explicó. La historia de Jullissa no tiene nada de eso. Por más violines de fondo que se le pongan, sigue siendo una cruda historia sin sentido. Incluso sin deseo. Tiene 11 años y una guagua de un mes. Se ha comprado un boleto a la pobreza. ¿A quién culpar? ¿A nadie porque los niños los manda Dios? Fórmese usted su opinión, pero tenga claro que el embarazo de menores de 15 crece todos los años y aún no hay un programa de educación sexual unificado y sin melindres para todos los niños chilenos. A esos niños luego los obligaremos a hacerse responsables. Los especialistas sostienen que en este tema Chile hoy vive un desastre.

POR CARLA CELIS Y CATALINA MAY FOTO: ALEJANDRO OLIVARES

Es agosto de 2008 y Ana García (38) acaba de llegar de su trabajo como aseadora de La Moneda a su casa en la Villa Oreste Plath, en Cerrillos. Está algo preocupada porque su hija Jullissa, a quien le llega la regla durante los mismos días del mes que a ella, aún no se ha indispuesto.
En un primer momento, Ana no le ha dado mucha importancia al retraso, porque desde que Jullissa tuvo su primera menstruación, ha sido bastante irregular. Pero ya han pasado varios días y una idea no deja a Ana tranquila. Sabe que a su hija le gusta un adolescente de 14 años que pasa las tardes en la casa con ella, porque es el hijo de una vecina que la cuida mientras ella está trabajando.
Ana tiene un mal presentimiento. Pero lo olvida rápidamente, porque Julli tiene sólo diez años. Pero cuando Ana mira a su hija, la encuentra pálida. Y hace días que ha notado que está mala para comer. Entonces, se decide y le pregunta:

-¿Estai embarazada Julli?

La respuesta de la niña es un no rotundo. La madre repite la pregunta un par de veces y su hija siempre contesta segura que no, que no está embarazada. Pero Ana no se queda tranquila. De pronto se da cuenta: está planteando mal el tema.

-Jullissa, ¿tuviste relaciones con el Guillermo?

La niña baja la cabeza. Y Ana corre a la farmacia y compra un test de embarazo, que inmediatamente marca positivo.
-Yo me quería morir. En un primer momento me dieron ganas de darle una buena a la Julli, pero nunca le he pegado. Me sentí defraudada. Y que yo no valía nada, porque ella es mi hija y yo no la cuidé como debería haberlo hecho- recuerda Ana.
Hasta ese momento, la única conversación sobre sexo que había tenido con su hija había sido un año antes, cuando de forma muy precoz a Jullissa le llegó la menstruación por primera vez. Entonces, Ana le dijo que si un hombre alguna vez abusaba de ella, era posible que quedara embarazada. No pensó nunca en hablarle directamente de relaciones sexuales. Al fin y al cabo, Jullissa tenía sólo nueve años.
La noche que Ana supo que Jullisa estaba embarazada fue caótica. La madre y la hija lloraron juntas, mientras la niña le pedía mil perdones. De pronto, Jullissa recordó lo que había escuchado en el colegio: la prima de una compañera había tomado natre para abortar la guagua que esperaba. “Mamá, dame natre”, le rogó.
-Pero a mí nunca se me ocurrió. El aborto nunca ha sido una opción para mí, ni por la mente. La Julli se había mandado ese condorito y había que salir adelante no más-, asegura Ana, que estaba convencida de que su familia, formada principalmente por mujeres, la apoyaría. Después de todo, su madre, hoy fallecida, tuvo a su primer hijo a los 13 años.
A la mañana siguiente, Ana llevó a Jullissa al consultorio de Cerrillos, donde confirmaron el embarazo. Las preocupaciones crecían para Ana. Pensaba en lo joven que era Jullissa, en si podría resistir un embarazo, en qué diría la gente, en que todos se irían en su contra. Y efectivamente empezó a escuchar a la gente murmurar que ella “le había dado soltura” a su hija, que era “la madre del año”.
-Pero la gente no sabe lo que yo he pasado, no pueden opinar mal de mí, porque no saben todo lo que yo he vivido con mis hijos- dice.

¿Y qué deberían saber?

-Cosas mías personales, de mi matrimonio. Yo estoy sola. El papá de mis hijos me manda cuarenta mil, sesenta mil pesos mensuales, y con eso uno no vive. Yo me he sacado la cresta para que a mis niños nunca les falte nada. Eso me quitó tiempo para preocuparme más de ella.
Pero que niñas menores de 14 años tengan relaciones sexuales ya no es nada raro. Según un estudio realizado por el Centro de Medicina Reproductiva y Desarrollo Integral del Adolescente (CEMERA) de la Universidad de Chile, son las niñas de entre 12 y 14 años las que más se están embarazando en Chile. En una columna publicada hace unas semanas por The Clinic, el doctor Ramiro Molina, experto en salud sexual de adolescentes, señaló: “Es en los sectores más pobres donde el embarazo adolescente más ha aumentado. A su vez, con el embarazo adolescente se reproduce la pobreza dura. Una madre de 12 años no puede brindarle a su hijo las condiciones mínimas para que tenga una calidad de vida decente”.
Y si a los dichos del doctor Molina le sumamos una inexistente educación sexual en los colegios, tenemos como resultado que hoy 3.700 niñas menores de 14 años se embarazan año a año. Una de ellas es Julissa.

LA NIÑA Y SU POLOLO

Ana García llegó a vivir a la Villa Oreste Plath en febrero del año pasado. Allí conoció a Rosa, una vecina que amablemente se acercó a ayudarla con la mudanza y de la que se hizo muy amiga. Como Ana trabajaba durante tres horas al día haciendo aseo en La Moneda, le pidió a Rosa que cuidara a sus dos hijas durante la hora diaria en que quedaban solas, entre que ellas llegaban del colegio y ella regresaba de su trabajo.
-Cuando nosotros nos cambiamos de casa, llegó la mamá del Guillermo a ayudarnos y esa fue la primera vez que lo vi. A mí primero me empezó a caer bien, porque me ayudaba a hacer las tareas. Después como que me empezó a gustar un poco, o sea, como que me caía bien… Era simpático- recuerda Jullissa.
El 7 de agosto, como todos los días, Ana se fue al trabajo segura de que al volver a casa, sus hijas estarían al cuidado de su vecina. Sin embargo, esa vez sólo llegó Guillermo a acompañarlas. Aunque pocos lo sabían, él era el pololo de Jullissa, y como siempre, se instaló junto a la niña a ver películas de terror en el living de la casa. Era su pasatiempo favorito.
-Ninguna de mis amigas pololeaba, pero igual les gustaban compañeros de otros cursos. Yo empecé a pololear el 5 de abril. Me acuerdo que estábamos hablando algo, no sé qué era, y de repente él me dio un beso. A mí me dio nervio. No me dijo nada, tampoco me pidió pololeo. Es que él no hablaba mucho, pero ahí yo creo que empezamos algo- dice Jullissa.
Esa tarde, su hermana menor, de ocho años, jugaba a las muñecas en el suelo, mientras ellos conversaban y se reían y a lo más se tomaban de la mano. En un momento, la niña salió a jugar con sus amigas a la calle. Apenas se quedaron solos, él se le acercó y le dio un beso. No hablaron nada.
-Fue raro, porque no nos dijimos nada, ni lo preparamos tampoco, fue la oportunidad… como que me dio un beso y nos fuimos al baño. Nunca hablamos, como que los dos sabíamos pa dónde íbamos. No me dio miedo, tampoco pensé mucho lo que estaba haciendo. Es que fue como rápido igual… nos fuimos al baño y ahí pasó eso… Cuando terminamos él se fue pa su casa y yo me quedé en la mía. No dijimos nada. Después nos vimos al otro día y tampoco hablamos del tema. No le conté ni a mis amigas, a nadie. No me atreví. Nunca volvimos a hacerlo de nuevo.

¿Cómo fue ese momento para ti?

-Mmm… como que pasó no más. No tengo ni un recuerdo bueno de ese momento, jaja.

¿No te dio susto la posibilidad de quedar embarazada?

-Yo no pensé que con una relación no más una quedaba embarazá.

¿Te habían hablado de sexo en el colegio?

-No. Nunca me habían hecho clases de educación sexual y mi mamá me había hablado de eso, pero poco. Yo sabía lo de los condones, pero no se me ocurrió que tenía que usar. Es que no pensé que me podía pasar algo altiro, entonces no me preocupé ni nada.

¿Y qué piensas del sexo ahora?

-Si tengo otro pololo no voy a tener nada con él. ¡No más guaguas! Jaja. No creo que tenga otro pololo en haaartoo tieeempo, y no voy a tener relaciones ¡nunca más! ¡Si quedé embarazada a la primera, seguro me pasa de nuevo! Jaja.

“TAN CHICA Y EMBARAZADA”

El año pasado, Jullissa estaba en quinto básico, en un colegio de la comuna de Cerrillos. Cuando Ana informó que la niña estaba embarazada, en el establecimiento le dieron las facilidades para trabajar en su casa y dar las pruebas. Ana no quiso que su hija siguiera yendo a clases, así que la niña pasó los siguientes meses estudiando para terminar el año escolar, pintando y viendo televisión. Su mamá estaba con ella todo el día, excepto algunas horas en la tarde, cuando se iba a limpiar a La Moneda su trabajo part time. Necesitaba esos 72 mil pesos mensuales para mantener -apenas- a sus tres hijos.
Pero la idea de dejar de ir al colegio no le gustó nada a Jullissa. Se aburría en la casa y se puso a comer harto. Sandías, jugos Kapo y pasteles que le llevaba su mamá para regalonearla. Engordó cerca de veinte kilos. Algunas compañeras del colegio iban a visitarla, pero aún cuando el embarazo era evidente, las niñas no hablaban del tema. -Era como si nada pasara. Es que para ellas no era normal que una niña de su edad estuviera embarazada- recuerda Jullissa.
Al principio, Ana le prohibió a su hija encontrarse con Guillermo y la dejaba a cargo de su hermano mayor, de 17 años, durante las horas en que ella trabajaba. Pero Julissa igual se las arreglaba y, con la excusa de ir a la plaza con su hermana menor, se juntaba con él. Asegura que no estaban pololeando, pero andaban de la mano y se daban besos. Guillermo le regalaba chocolates y la acompañó durante esos meses, siempre en la calle, cerca de la casa de uno o de otro.
Cuando iba al consultorio, Jullissa escuchaba cómo la gente la “pelaba”: “Oh, la niñita está embarazada”, o “¡tan chica y embarazada!”. Pero ella dice que le daba lo mismo. Una sola vez Guillermo la acompañó a hacerse una ecografía. Ha sido la única vez que el joven ha visto a su hijo. Ellos no hablaban mucho del tema tampoco. Alguna vez Jullissa le preguntó si quería al niño que estaban esperando y él le contestó que sí y que se haría cargo.
Pero la relación entre Ana y Rosa, la madre de Guillermo, se volvía cada vez más complicada. Rosa nunca dio explicaciones a Ana por no haber estado en su casa cuidando a Jullissa el día en que la niña y Guillermo tuvieron sexo en el baño. Pero lo que terminó por indignar a Ana, tanto como para prohibirle a Rosa cualquier acercamiento a su nieto, fue lo que decía sobre Jullissa: que a sus 11 años, era una mujer muy “recorrida”. Incluso le pidieron un examen de ADN. Cansada de escuchar estas cosas, un día Ana se encontró con Guillermo en la calle y se abalanzó sobre él a pegarle. Pero su hijo mayor estaba ahí para detenerla, aunque a él mismo no le faltaban ganas de golpearlo.

JUGAR Y DIBUJAR

Cuando Jullissa tenía sólo siete meses de embarazo, sintió dolores en el abdomen y fue al Hospital San Juan de Dios. Ahí la dejaron internada, porque creyeron que tenía apendicitis. Pero los dolores resultaron ser contracciones y en la madrugada del 28 de marzo, tuvieron que hacerle una cesárea de urgencia. Jullissa tenía la presión muy alta y los latidos del corazón de su hijo, Fabián, habían bajado de 170, a 60 por minuto.
A la 1:30 de la madrugada, Ana recibió un llamado del hospital, en el que le informaban que su hija debía ser operada inmediatamente. Ella se fue lo más rápido que pudo, lo único que quería era acompañar a Jullissa. Pero cuando llegó al hospital, la niña ya había entrado a pabellón y, a pesar de su insistencia, a ella no le permitieron hacerlo. Guillermo tampoco estaba ahí. Así, Jullissa, a sus 11 años, tuvo a su hijo sola.
Fabián nació con neumonía y una arteria del corazón abierta. Además, por ser sietemesino, estuvo conectado al respirador artificial durante unos días. Sin embargo, esta situación es frecuente entre las niñas que se embarazan. La misma investigación de Cemera, que realizó el doctor Ramiro Molina, indica: “Aunque no hay muchos estudios acerca del impacto biológico y psíquico de la maternidad en los inicios de la pubertad, es evidente que el cuerpo a esta edad no está preparado para un embarazo. Además, sus hijos, por lo menos en los primeros cinco años de vida, terminan más veces hospitalizados por enfermedades que los hijos de mujeres mayores”.
Después de cuatro días internada, Jullissa fue dada de alta del San Juan de Dios.
-Me quería puro ir pa la casa, menos mal que tuve cesárea, aunque igual me sentía mal. Trataba de pararme y no podía, porque me dolían mucho los puntos. También me dolía la espalda, jaja, me dolía todo- cuenta la niña.
Su madre y sus tías la fueron a buscar al hospital y volvieron a su casa en Cerrillos. Tres días después fueron por Fabián.
Hoy, Julissa intenta hacerse cargo de su hijo, pero cada vez le resulta más difícil compatibilizar su rol de madre y sus ganas de salir a jugar con sus amigas.
-Igual salgo a jugar cuando quiero, jaja. A veces jugamos al pillarse, a saltar la cuerda, o nos ganamos en la esquina a escuchar música. Si no, salgo a dar vueltas no más. Cuando me quedo en la casa me gusta escribir, dibujar paisajes y pintar.
Su tías cuentan que cuando era la hora de amamantar a Fabián, Jullissa intentaba evitarlo por todos los medios.
-Le daba un poco y decía: ‘¡No, si el niño ya no quiere más!’, y la guagua estaba llorando de hambre, jaja. Lo único que quería era seguir chupando, pero ella se lo quitaba de encima.
Jullissa explica:
-Es que me dolía tanto darle pecho…Se me rompieron los pezones y era terrible. Lo bueno es que ahora ya no me sale leche, al principio me salía harta, pero dejé de darle pecho igual, porque me dolía mucho.

¿Te ha cambiado la vida ahora que tienes un hijo?

-Mmm, ahora por la guagua estoy más gorda, jaja. He dejado de ir al colegio no más, ahora quiero volver sí, aunque no todo el día, en la pura mañana, por culpa del Fabián, po, jaja. He dejado de dormir, pero un poco no más en verdad, porque en la noche lo ve mi mamá, pero a las seis de la mañana me despierta para hacerle la leche y me da más rabia, porque estoy durmiendo de lo mejor. Así que me paro como un zombi y se la hago, después le pongo la mamadera y me quedo dormida otra vez, jaja.
Desde que se fue al hospital, Julissa no ha vuelto a ver a Guillermo. Él nunca la visitó y hasta ahora no ido a conocer a Fabián. Ella dice que le da pena, pero que nunca han hablado del tema. Las pocas veces que han conversado por teléfono ella le pregunta por qué no ha ido a conocer a su hijo y él le da excusas: que va a ir a ver a unos sobrinos, que tiene cosas que hacer, que está ocupado.
Jullissa dice que Guillermo todavía le gusta, pero que en realidad no sabe.
-Hace poco me llamó por teléfono y me dijo que iba a venir entre el miércoles o jueves a conocer al Fabián. Yo igual quiero que lo conozca, porque no quiero que sea huérfano, jaja.
De sus ex compañeras de curso tampoco ha tenido noticias.
-Desde que tuve al Fabi una compañera me llamó por teléfono pa saber cómo estaba, pero una no más- dice, apenada, la niña.
Aunque Jullissa siempre ha dicho que la relación sexual con Guillermo fue consentida, la semana pasada el adolescente fue formalizado por violación: según la ley, cualquier tipo de relación sexual con un menor de 14 años, con o sin consentimiento, es delito. El tribunal decretó 120 días para investigar el caso. Además, ordenó una medida cautelar que lo obliga a permanecer bajo vigilancia de un supervisor del Sename.
En tanto, Ana y sus hijos tuvieron que abandonar su casa en Cerrillos para irse a vivir de allegados a la casa de su abuela. Hace poco más de un mes, Ana perdió su trabajo por haberse quedado cuidando a su hija y a su nieto recién nacido.
Ana pide que si quiere ayudar a Jullissa, llamen al 8-7022204 o deposite su colaboración en la cuenta rut 11.754519-6 del BancoEstado.

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