La dañina encuestocracia

Es época de influenzas, crisis económicas y encuestas. Muchas encuestas. Cada semana encontramos una nueva que mide fiebre electoral. Ahora se viene la CEP. Sube Marco, baja Marco, Piñera se adelanta, Arrate partió, pero ¿ya no corre? Como si fuera un espectáculo, las encuestas y medios, actualizan cada semana en qué va la teleserie, un culebrón, en el que dicen, estamos representados, no en actores maquillados, si no en números, cifras. Creemos que atrás de esos números acompañados de signos “%”, estamos escondidos, reflejados y “presentes”. Así, seguimos la trama con interés y vemos en que va el “jovencito”, el “seguro ganador” o el “perdedor”: política espectáculo.

Seguro que este año aumentarán nuestras “presencias” en gráficos de centros de estudios e institutos de medición. Como en el mundo, en Chile las encuestas se volvieron fundamentales para elegir candidatos, jerarquizar temas de agenda pública, asignar recursos estatales y en las carpetas de parlamentarios. Fueron necesarias para nominar a Bachelet y lo serán para el próximo presidente. Los sondeos determinan nuestras vidas insospechadamente aunque no estemos tan concientes. Esto tiene consecuencias.

Hace ya algunos años, en Europa y EEUU, se desarrolla una corriente que cuestiona fuertemente a estas formas de medición. En nuestro país estamos a años luz. Cuando hay crítica, esta se queda en el tamaño de la muestra o si fue telefónica o presencial. No alcanzamos a preguntarnos por la aleatoriedad de la muestra, el orden de las preguntas, la redacción, o si los encuestadores fueron supervisados.

Las críticas en Europa y EEUU van incluso más allá. Llegan a la raíz misma de la herramienta-encuesta, es decir, a que miden esencialmente condicionamientos, prejuicios, actitudes de último segundo, ignorancias, disposiciones psicológicas del momento y hasta “trancas” del encuestado, es decir, son respuestas “irracionales”, y por lo tanto, no “opiniones razonadas”. Esto no importaría si no tuviera efectos. Pero los hay: La suma de posiciones irracionales es hoy fundamento y legitimación de la acción política lo que es aprovechado e instrumentalizado por diversos grupos de interés.

A las encuestas le perdonamos pero son grandes las diferencias en sus resultados, son frecuentes los errores que se reconocen y común el descrédito que les achacan quienes salen mal en sus mediciones. Igual les creemos. Lo hacemos porque se presentan como “técnicas”, y a la técnica se “le cree” como si fuera parte de la Revelación. La técnica se nos vende como desprovista de intereses, independiente de intervenciones subjetivas, como una máquina.

Uno de los principales afectados de esta fe en la técnica encuesta es la democracia. Antes los partidos eran los que nombraban candidatos. Hoy, los candidatos sólo son “ratificados” por los partidos luego que son “ungidos” por encuestas. ¿Que pasará con la candidatura de Frei si en la próxima encuesta CEP Marco Enriquez Ominami superara al candidato oficial de la Concertación? ¿Seguirán Pepe Auth o Escalona defendiendo del mismo modo a Frei? Antes, los sindicatos y las manifestaciones populares hacían revoluciones o determinaban la aprobación o rechazo de una ley. Hoy, los parlamentarios legislan con encuestas en mano. Antes, los políticos discutían y argumentaban parados en una visión de mundo, hoy lo hacen sobre la visión de los sondeos. ¿Fin de la política?

Como decía Nito y Charly, hubo un tiempo en que era hermoso. En ese tiempo la técnica era sirvienta de la política estaba a su servicio, porque la política era virtud. Hoy es su dominadora. ¿Nuevo el cuento? No, ya pasó una vez. En la vieja Grecia, los amantes de la verdad y los ciudadanos perdieron la democracia en manos de la demagogia derrotados por los dominadores de la técnica del hablar, de los retóricos y los sofistas. ¿No hay héroes en esta teleserie?

Por Fernando García Naddaf