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Opinión

4 de Julio de 2009

Virus H1N1: Nadie dice ni hace nada

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Por PAUL BINET / Médico tratante Consultorio de “Santa Julia”, Viña del Mar.

Tengo muchas cosas que decir. En primer lugar que me duele profundamente lo ocurrido con las familias de tantas personas fallecidas por virus H1N1. En segundo lugar, pedir una explicación para un sinnúmero de hechos que no tienen una clara respuesta y que dan pie a una serie de elucubraciones que no logran tener una base firme pero que generan escozor.
Hemos asistido a la prohibición de la ceremonia de la Virgen de La Tirana en el Norte de Chile. El motivo, el temor de promover el contagio del virus H1N1… Por otra parte, se anuncia una serie de eventos en las grandes ciudades de Chile; en Santiago se llevan a cabo grandes recitales con una enorme asistencia de jóvenes: un grupo que ha sido golpeado ya en todo el mundo por el mismo virus que origina la prohibición de la Fiesta de La Tirana. Se llevan a cabo eventos deportivos con asistencias masivas de público y nadie dice nada.
En Australia y en Francia se recomienda al personal de Salud no permanecer a menos de un metro de los pacientes sin un tipo especial de mascarilla hermética para la cara que filtran un alto porcentaje de partículas en suspensión para evitar el contagio del virus: las mascarillas tipo respirador P7 ó FFP2, ambas equivalentes al estándard estadounidense N95. Igualmente se exige uso de guantes desechables y delantal. Lo anterior, para una estancia corta, de algunos minutos junto al paciente. Acá, en los recitales, los muchachos cantan, bailan y ríen durante horas junto a personas potencialmente contagiadas sin ninguna protección más que la piadosa mano de la Divinidad… (Recordemos que La Divinidad dijo: “Ayúdate que yo te ayudaré”) y nadie dice nada.
La OMS advierte al mundo las implicancias que podría tener esta infección; eleva el grado de amenaza al grado 6 y declara la pandemia en el mundo; los CDC de los EEUU, el conjunto de centros epidemiológicos más importante del mundo emite advertencias interinas sobre las medidas de control desde una semana después de determinarse la infección exigiendo su difusión masiva y acá en Chile se intenta decir al público que la infección por el virus H1N1 es poco más que un “resfrío fuerte”; que sólo tienen que temer los viejos enfermos de otras cosas y los bebés de pecho, siendo que se ha demostrado que los que más se enferman pertenecen al grupo de los adolescentes y adultos jóvenes y que esos mismos jóvenes –que probablemente no mueran- sí llevarán la infección a los hogares en que viven los viejos enfermos y los bebés de pecho… y nadie dice nada…
En la frontera con Argentina, en el Paso Los Libertadores, los funcionarios de aduana argentinos tienen a su disposición mascarillas quirúrgicas para atender público. En Chile cientos de miles de personas a cargo de atender público no tienen dicho elemento para protegerse, siendo que se encuentran a menos de un metro de personas potencialmente infectadas, eso, a menos que compren ellos mismos su mascarilla e incluso así, se sienten avergonzadas ante las miradas de sus propios compañeros de trabajo como resultado del “bajo perfil” impuesto por las autoridades. Y nadie dice ni hace nada.
Mientras tanto, los comerciantes pobres que ofrecen sus productos a los turistas y peregrinos que asisten a La Tirana se quedan con una enorme pérdida durante este año y los grandes empresarios de las actividades públicas en las grandes ciudades siguen casi sin perjuicio alguno a pesar de que esas actividades promuevan tanto o más la transmisión del virus que la fiesta religiosa. ¡Y nadie dice nada!
¿En qué país vivimos? ¿Dónde están las prioridades de quienes nos gobiernan? Si una amenaza biológica como ésta o peor que ésta se cierne sobre nuestro país, ¿Qué es más valioso? ¿La macroeconomía o la felicidad de los gobernados? Olvidemos una potencial respuesta “oficial” a esta pregunta y miremos con nuestros propios ojos qué se ha hecho en Chile hasta el momento al respecto para esbozar nosotros mismos una respuesta. Un ciudadano común antes que pedir una respuesta verbal a los medios esperaría que el Ministerio de Salud recordara las sabias y olvidadas palabras del Juramento de Hipócrates y se pusiera la camiseta de la gente de una vez por todas.
Un punto común en las declaraciones del MINSAL ha sido reiteradamente tratar de evitar el pánico y de (algo muy frecuente en los gobiernos de la Concertación) “bajar el perfil” de la situación. Eso lo comprendo plenamente. No se trata de una pandemia de viruela; sin embargo el H1N1 también mata. No creo que sea “promover el pánico” tomar medidas que protejan adecuadamente a la población como las que propongo en el próximo párrafo. Todo depende sobre qué punto se pongan los énfasis: la idea es la de evitarle a la gente un muy mal rato por lo que se le recomiendan algunas pocas medidas coercitivas, más que advertir sobre una plaga apocalíptica.
¿Qué se puede decir? Creo que nada puede evitar el fallecimiento de personas en estas circunstancias; sin embargo, con que uno solo de ellos sobreviva, cualquier esfuerzo está justificado. Y lo que pido más adelante es mucho menos que cualquier esfuerzo. Quizás si se hubieran tomado esas medidas al comienzo (y tiempo sí hubo), cuántos de los fallecidos estarían aún con nosotros. Desconozco la intrincada malla legal al respecto, pero un enfoque posible sería prohibir por decreto todas las actividades públicas masivas hasta tanto la amenaza disminuya sensiblemente, como se hizo en México. Otra forma más “neoliberal” sería advertir claramente a la población sobre los riesgos y dejar a la gente la responsabilidad de asistir o no a dichos eventos y proporcionarle información sobre cómo puede protegerse de una infección potencial en esos casos, e incluso repartir en dichos eventos masivamente mascarillas quirúrgicas que –aunque poco útiles- algún efecto positivo logran (peor es permanecer desprotegido) y / o alcohol-gel. Países como Estados Unidos han optado por esta vía. Si bien este último enfoque sería menos efectivo, al menos sería menos estatista y le daría a la gente al menos la sensación de ser preocupación central en el Ministerio de Salud y en el Gobierno. Ante las personas fallecidas y sus familiares.
El hecho es que el pánico se está dando espontáneamente en la población al ver las cifras de muertes que se alzan día a día. ¿Será entonces necesario callar a la población esa información? ¿”Bajarle el perfil” nuevamente? Firmemente pienso que no. Puede justamente ser utilizada para disminuir la sensación de miedo en la población transformándolo en un acicate para que ésta tome las medidas que muy tímidamente el MINSAL ha enunciado.
Señora Presidenta, estimada colega. Yo voté por usted; no me decepcione: ¡Dé ya el golpe de timón que el pueblo y el Juramento de Hipócrates le exigen! Establezca ya las prioridades humanistas y políticas de protección efectiva a la población, aunque se eche encima a muchos. ¡Acepte que solución la crisis económica también depende de la salud y el respaldo de los ciudadanos, tanto más que de los empresarios y que el pueblo que usted gobierna –nosotros- preferimos ser un poco más pobres este año… pero estar bien!

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