Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Uncategorized

16 de Agosto de 2009

Potpurrí oxidado

Por

POR TAL PINTO

“Me propuse firmemente que la primera entrega de mis memorias se centrara en las razones que me determinaron a ser escritor”, se lee hacia el final de las doscientas páginas de “Memorias neoyorquinas”, el más reciente libro de Poli (de nombre completo Policarpo) Délano (1936). Si ese fue el propósito con el que se concibió este potpurrí trivial de anécdotas, entonces queda más o menos claro que falló.


Leemos que Pablo Neruda trataba a Délano de “Guatiflay” y Délano a Neruda de “Nariflay”; que la disciplina de Donoso inspiró su vocación literaria; que se casó joven; que estuvo trabajando como traductor en China en los años cincuenta, y que casi conoce a Hamphrey Bogart (porque pololeaba con la sobrina de Lauren Bacall); leemos, entre otras cosas, que en Nueva York, en donde residió durante su pubertad, Délano se hizo de amigos y una afición amorosa a la ciudad de la que se dice reemplazó a París como centro del mundo. Y no mucho más. Centenares de anécdotas son atiborradas en poco espacio, confundiendo economía narrativa con pocas palabras, pocas palabras con velocidad y velocidad con rigor.

Del oficioso cuentista de “Gente solitaria” no hay noticias en este volumen: la adjetivación es floja, aparecen frases de un pueril sentido del humor (“…tanto que muy pronto me puse a estudiar violín, aunque debo reconocer que con el tiempo comprendí que no tenía dedos… para el piano”), confesiones opacas, (“Muchos de los novelistas que habrían de convertirse en mis ídolos fueron bebedores contundentes. También lo eran mis amigos y compañeros de generación. Yo mismo lo soy”) y, entre cliché y cliché, cierta ansia pedagógica cuando rememora sus libros y los de otros.

Adjetivar como neoyorquinas estas memorias se conjetura como un capricho: sólo un tercio transcurre en Nueva York. En realidad el libro tampoco tiene mucho de memorias, si se da por sentado que en un libro de ese género es la experiencia, el yo, lo que prevalece. Las anécdotas que relata Délano son esquemáticas, usualmente reducibles a la fórmula “conocí a X y X me afectó de tal o cual manera”. No hay verbosidad real o impostada; al contrario, estas memorias parecen escritas con cautela, en puntas de pies, como si no quisiera pasar a llevar las idealizaciones que subsisten en su memoria. Por lo mismo, no asombra que apenas en una sola parte del libro Délano vea con cierto remordimiento una conducta pasada. En este libro lo que verdaderamente chirría es el sonido del óxido.

“Leo lo escrito y me pregunto seriamente si vale la pena. ¿Tienen algún significado estas peripecias adolescentes?”, se pregunta Délano. Y así, como están escritas, la verdad es que no, no valen la pena.

Temas relevantes

#literatura#poli délano

Notas relacionadas