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25 de Agosto de 2009

Poesía de escuadra y calambres

Por
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“raso”
Carlos Cardani Parra
Ediciones Balmaceda Arte Joven
90 páginas

POR PEPE LEMPIRA

Leemos en la solapa que el autor nació el año 1985. Se empina recién sobre los 24 años de edad. Y pensamos en el asunto de su juventud calculando lo frescas que deben estar en su memoria las imágenes del libro. Porque siendo un poemario, es principalmente la bitácora de la instrucción militar de un conscripto en un regimiento de Arica. Entre el 2000 y el 2001 Cardani debió haber pasado por aquella reseca y fanatizada guarnición de frontera. Y allí debió vigilar esa línea que, llamándose de La Concordia, se nos suele ofrecer como si fuera nuestro limes más hosco, en los confines de las encabritadas tierras bárbaras.

Leemos la dedicatoria a la segunda escuadra, de la primera sección, de la primera compañía, del batallón de ingenieros, del regimiento reforzado Matucana. Y aun preguntamos (ya sin mucha necesidad) si efectivamente Carcani pasó por todo eso. Y nos lo afirman quienes saben. Sí. Tuvo la mala suerte.

En los textos preliminares, el editor agrega que este libro ya llevaba largo años esperando su turno en el antejardín de una imprenta. Y de nuevo calculo que es muy posible que los versos hayan sido tallados casi inmediatamente tras la orden de romper filas o en la guardia nocturna.

Ya solo por eso “Raso” tiene y tendrá cierto valor documental. Pero, más importante, quizá fue la misma apremiante conciencia de estar trabajando en la realidad la que dio al autor el pulso firme de un hombre con un propósito. Y no solo eso: la serenidad de un anciano o la disciplina desnuda del fotógrafo forense, incluso podría decirse.

“Raso” no puede estar más lejos del lirismo y los recursos del maletín del poeta. Es un canto desde la enajenación y la máquina. Desde la exactitud y el diagrama. Sin adjetivos ni caricatura. El abuso se naturaliza para evitar encandilarse con él. La maldad no se asocia necesariamente al mando. El mando no se asocia necesariamente a nada, solo actua y expresa sus ideas. Precisamente esa objetividad parece haber sido el último refugio de la humanidad del autor en medio de los espejismos, de los delirios de la milicia y el desierto más árido del mundo.

A Cejama

Pese al uniforme el ariqueño se hace distinguir
Véalo comenter cuanto error sea posible
Y agótese de sólo ver cómo los paga
Su apellido el primero en memorizar
Los clases furiosos lo repetirán una y otra vez
También será el primero en adjudicarse sobrenombre
Peruano peruanito ¿por qué está tan cholito usted, pues?
Ven para acá y responde
¿Las pindis son tan feas como tú?
Cuando den franco ¿puedo quedarme en tu casa?
Cuando venga tu mamá dile que necesitas esto

Instrucción de tiro

Atrás queda el polígono de tiro
De él, un fusil por cada hombre, nada más
Reventándonos los pulmones por las glorias del Ejército
Con pie sereno marchamos, firmes
Perfectos , solo para nosotros
Esto es cielo y arena, nada más
Diez carriles de pista atlética
En cada uno un blanco como meta
Eso es todo el polígono de tiro y nada más
Arma y cuerpo al suelo
Blanco mira ojo en una sola línea
Todo esto mientras se oye la voz de mando
Soldado esos círculos no son su objetivo
Imagine que eso es un peruano
Que se acaba de violar a su mamá
Piense en eso y en nada más

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