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Nacional

29 de Noviembre de 2009

El infierno de las mujeres de Arica

Por

POR CARLA CELIS

Este 25 de noviembre, en el Día Internacional de la No Violencia contra las Mujeres, se dió a conocer el estudio “Diagnóstico sobre la situación de Violencia contra las Mujeres”, realizado por la Red Chilena contra la Violencia Doméstica y Sexual con aportes de UNIFEM (Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas para la Mujer). En el informe, que incluye a las regiones de Arica y Parinacota, Bío-Bío, La Araucanía y Los Ríos, sobresale la grave situación que existe en Arica, donde factores como la migración y la diversidad cultural, tienen a miles de mujeres viviendo en condiciones miserables y siendo víctimas diariamente de violencia intrafamiliar.
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Blanca González vivió de niña en la Villa Chile, en Arica. Su papá, alcohólico, la golpeaba delante de los vecinos sin que nadie interviniera. La obligaba a cantar frente a sus amigos, cuando se juntaban a tomar. Su mamá nunca se atrevió a detenerlo, porque la única vez que lo hizo, se llevó una paliza que casi la manda al hospital.

-La Blanca era mi amiga desde que éramos niñas, y siempre veíamos cómo su papá le pegaba a ella y a su mamá. En la población era súper común ver maridos pegándole a las mujeres en la calle, no sé si era la época o el lugar, pero era súper normal -dice Verónica Lizama.

Cuando Blanca creció, se casó con un hombre que también la golpeaba. Dejó de juntarse con sus amigas, y muchas veces se la veía caminando por el centro de Arica toda moreteada. “Ella nunca decía que el Luis le pegaba. Decía que se había caído o que se había pegado. Tampoco pedía ayuda, y nunca lo denunció”, cuenta su amiga. Un día, Blanca, decidió abandonar a su esposo porque había conocido a Ángel Rojo. Su hija, Lorena, nunca empatizó con él. “A la Lorena nunca le gustó el Ángel, nunca trabajó, era su mamá la que lo mantenía, trató de llevarse bien con él por su mamá, pero no pudo”, cuenta Verónica. El 3 de junio del 2008, Blanca, como nunca, no se apareció en su trabajo. Había sido estrangulada esa madrugada por su nueva pareja.

La de Blanca, aunque extrema, es una realidad común en Arica, como lo revela el informe “Diagnóstico sobre la situación de Violencia contra las Mujeres” de la Red Chilena contra la Violencia Doméstica y Sexual, que develó lo terrible de la situación de las ariqueñas comparado con el resto de Chile. El documento coloca a la región en el primer lugar de denuncias de delitos de violencia intrafamiliar y muchos terribles derivados. Factores como la inmigración y la diversidad cultural, además de la existencia de caseríos muy alejados de todo, son algunas de las causas del fenómeno.

Uno de los datos importantes entregados por el documento es la relación que existe entre el contagio del VIH en las mujeres, y la violencia intrafamiliar. Patricia Olea, de la Red Chilena contra la Violencia, una de las coordinadoras del informe explica: “Es directamente proporcional. Las mujeres que viven violencia en Arica no tienen ni una posibilidad de negociar el uso de preservativo como método de prevención. Sus parejas son hombres súper violentos y machistas y de ninguna manera van a permitir el uso del condón, aún cuando ellos saben que tienen relaciones sexuales con otras personas, no tienen ninguna consideración”. Un estudio realizado por EPES (Educación Popular en Salud) dice que “el 56% de las mujeres vivieron violencia previa al diagnóstico de VIH. En Chile, igual que en otros países de América Latina, se evidencia una franca feminización de la enfermedad”.

El estudio, además, evidencia un déficit importante en la atención a la salud sexual y reproductiva: el uso de anticonceptivos y condones está -entre jóvenes de 15 a 19 años- en 59,8% frente al 83,9% promedio nacional, y 20,2% frente al 35,2% nacional, respectivamente.

-Las mujeres allá están súper aisladas, y por eso, muchas de ellas ni siquiera tienen acceso a información sobre anticonceptivos o preservativos. No sólo es contagiarse de VIH, sino con otras enfermedades de transmisión sexual, como sífilis, gonorrea, etc. En Arica no hay campañas de prevención, ni de salud sexual reproductiva. Lo peor es que teniendo este dato del VIH, la cobertura en métodos anticonceptivos y de prevención es súper baja -explica Olea.

La situación laboral de las mujeres migrantes, es otra de las razones por las que muchas mujeres están sufriendo violencia, o están marginadas del sistema de salud. “Aún las que tienen estudios y calificación académica -dice el estudio-, se desempeñan en trabajos precarios como comercio ambulante y servicio doméstico, y también en el comercio sexual (café con piernas, bailarinas). Muchas de ellas permanecen en el país en forma ilegal, o mantienen una legalidad precaria, lo cual hace más vulnerable su situación laboral y las margina de la protección social y el acceso a la salud”.

Hortencia Hidalgo, presidenta de la Coordinadora de la Mujer Indígena, que también trabajó en el estudio, dice:

-Ellas tienen tanto susto de que las echen o que las deporten, que prefieren seguir en la situación en que se encuentran, arriesgándose a ser contagiadas y a contagiar la enfermedad.

En el informe, además, se dice que ha habido un aumento considerable en las denuncias de violencia intrafamiliar, entre ellas la violación. Según las cifras oficiales, en Arica las denuncias por violación aumentaron en el 57% mientras que en el resto del país sólo variaron en el 1,2%.

LA TRADICIÓN

Cecilia H. es aymara y tiene 37 años. A los 18 conoció a su primera pareja con la que se casó y tuvo un hijo. Los primeros años de convivencia fueron tranquilos porque ella no se atrevía a contrariarlo. Cuando él la comenzó a golpear, Cecilia nunca quiso contarle a su familia.

-Me pegaba, me encerraba. Nadie sabía lo que pasaba, porque mi familia por fuera veía todo bien. De repente dejaba al niño encerrado en la casa, solo y sin comida, para que no fuera a la casa de mi familia. A veces me amarraba para que no saliera, ni gritara. Más encima trabajábamos juntos y él manejaba mi plata -cuenta.

Cecilia, aguantó hasta que el hombre golpeó a su hijo.

-Ahí yo dije “hasta aquí no más”. Fui a la casa de mis padres, y les avisé que me iba a ir al sur, que cuando llegara allá los llamaba para explicarles. Y me fui sin ni uno. Trabajé de temporera y estuve cinco meses. Mientras, él iba a la casa de mi familia a gritar que si me encontraba me iba a matar.
Les decía que se iba a tirar del Morro si no le daban mi dirección. Mi familia tenía que ir a llamarme a unas cabinas que estaban súper lejos, para que él no los siguiera. Después de cinco meses volví decidida. Nunca lo denuncié, no me atreví, pero ahora no lo he vuelto a ver, no sé qué es de su vida.

Hortencia Hidalgo explica que el de Cecilia no es un caso aislado, que en la cultura indígena existe mucha violencia hacia la mujer. “Nuestra cultura (la aymara) es muy machista, y la cultura indígena en general lo es. Si me caso, es como si pertenezco a mi marido, y me lo tengo que aguantar hasta la muerte. Te pegaron, y te quedaste igual con este hombre, porque lo elegiste y así fue”. En Arica, agrega, las mujeres quechuas y aymaras no tienen atención especializada o programas que las atiendan.

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