Opinión
18 de Diciembre de 2009A otra cosa, mariposa
Compartir
POR PATRICIO FERNÁNDEZ
De nada sirve seguir dándole vueltas a la perinola. El domingo la Concertación olfateó la derrota. Al final de la noche muchos debatían si se trataba de un fracaso definitivamente irremontable o existía alguna posibilidad. A mí me pareció que cambiar el curso dibujado bordeaba lo imposible. Se necesitarían demasiadas voluntades, demasiada fuerza y pasión para revertir la tendencia, y convencer, especialmente a los votantes de Marco, de que no hay dónde perderse, porque Frei representa la viveza del futuro. Pero la Concertación está cansada. Los que no han dejado fluir la sabia nueva, están cansados de tanto resistir. A los más lozanos, es un poco tarde para invitarlos en plenitud. Estarán, pero desanimados, a sabiendas de que todo pudo ser distinto, pero difícilmente lo será esta vez. Existe una pequeña posibilidad de que algo florezca con entusiasmo, pero es tan remota que cuesta incluso imaginarla. Consistiría en la aparición de un movimiento joven en torno al candidato, que nos hable desde un sitio que, siendo el mismo, parezca otro, y lancen ideas atrevidas al ruedo, de ésas que los cálculos desechan, ideas democratizantes que pasen por encima de las convenciones, por encima del Club de Golf y los papeleos de las oficinas públicas. Hasta aquí no se ha escuchado un proyecto de sociedad y, como alguien escribió en las rocas de Ericeira, una antigua caleta de pescadores portugueses, “aquel que navega sin destino, no conoce los vientos favorables”.
A La Concertación le falta saber claramente por qué quiere gobernar. Para Piñera y los suyos existe la novedad del juguete nuevo. Para algunos, es ahora o nunca; y para los cuesco cabrera del servicio público se trata de un reto alucinante. Otra cosa es que tampoco tengan claro hacia dónde quieren llevar el carro, y si lo tienen, Dios nos libre. La Concertación, en cambio, que representa al mundo social y cultural más amplio, a los republicanos de todo pelo, a la mayor parte de los artistas y los intelectuales de Chile, no tiene clara su razón de ser. Sabe que la tiene, pero no ha pensado bien en qué consiste. No ha sabido plantear con fuerza cómo entiende la educación pública, la existencia de los liceos laicos, la oferta de una educación mejor y más igualitaria para todos. Se cuida de los colegios de curas. La Concertación está ñoña y sus hijos quieren fiesta. Apuestas sobre la mesa, voces nuevas, tipos que, sin tener que tirar el mantel, desordenen el naipe. (¿O siempre se desordena el naipe tirando el mantel?) Que si hay que subir los impuestos para conseguir algo, se suban, siempre y cuando se trate de algo visible, o al menos comprobable. Muchas ideas podrían discutirse al alero de un candidato que por sí solo no encarna este proceso, pero hay dirigentes en sus partidos y lógicas vencidas que lo impiden. Si el asunto funcionara, Carolina Tohá debiera rodearse de nombres sorprendentes. Comenzar a pensar en el 2014, en un paso más allá de esta segunda vuelta. En primer lugar, porque esa fecha está girando la esquina, y también porque nada mueve al presente tanto como la curiosidad. Los logros del pasado merecen condecoraciones y medallas, pero a los gobernantes se les elige para el futuro. Si nada de esto sucede, no habrá miedo a la derecha que valga. Pero es tan difícil que ocurra, que mejor cambiar de tema y seguir meneando la perinola.