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Opinión

8 de Enero de 2010

Arribista (corregido y aumentado)

Por

Por Rafael Gumucio.

Arribistas. En un twitter Eugenio Tironi usó el adjetivo para referirse al meismo. Acto seguido le pregunto burlescamente a Patricio Navia como se escribía esto en inglés. Que Tironi, que siempre ha defendido como un logró de la Concertación la movilidad social, use esas palabra como descalificación dice mucho sobre el clima de esta elección. Una elección donde como nunca el apellido, la casta, la raza han sido protagonistas. Peña que no es de Los Peña, la señora Soublette que defiende la entereza aristocratica de su marido, nunca tanta gente se acusó mutuamente de resentidos. Nunca tuvieron todos de manera tan distintos la razón: Resentidos en el Chile de hoy los ganadores y los perdedores, los blancos y los negros, resentidos la Alianza por ganar demasiado tarde y la Concertación por perder demasiado temprano. Resentidos incluso algunos de no tener de que resentirse.
En el asunto Navia es de nuevo la clase la que opaca cualquier consideración. Sus contradictores más feroces apenás lo juzgan por su verdadero crimen, predicar la trasparencia y negociar en secreto su voto. Decir A y hacer B. Jugar al intelectual público a la americana y hacer lo que ningún intelectual público americano se permitiría: contarle su verdad al poderoso primero y engañar a sus lectores. Lo que no se le perdona a Navia, lo que lo convierte en tema de infinitas desquiciones es su intento demasiado visible de codearse con el poder, de hablarle de tú a tú y en inglés, olvidandose que es sólo el Pato Navia, el voluntarioso chico del referente, el simpatico y ubicuo descifrador de encuesta, la versión concertacionista y bien pensante del sueño americano.
Arribista sentencia Tironi. Y tiene razón quizás. ¿Pero está solo Navia en ese isla desierta? ¿Quién esté libre de pecado? Yo no. ¿Quien es el siútico, el que escribe un maill en spanglish o los que se extasían ante cualquier analisis o analistas que viene de Nueva York? Incomodo hoy nos deshacemos del neoyorquino Navia que ha cometido el pecado de ser demasiado chileno. De haber comprendido a pesar de todos sus alardes meritocratico lo que Tironi, o yo, o cualquiera ya sabe: Que Bachelet es presidenta por un tiempo solamente pero que Piñera sera poderoso para siempre, sea presidente.
Condenamos a Navia por haberse creído un cuento que nosotros mismo le inventamos. El cuento favorito del mismo Tironi, ese que fue justamente el sello distinctivo de gobierno de Frei: El país que se despega de Sudamérica, que triunfa en el mundo, que no se queda hundido en el pasado. El Chile en que hay que ganar, invertir, crecer a toda costa. El país de Faúndez. Ese Faúndez intelectual que es Navia, maestro chasquilla del analisis político que ha resuelto convertirse en su propia empresa y negociar sus acciones con el accionista principal, perdiendo, como tantos otros pequeños empresarios que se han topado con Tatán, todo su capital de una sola vez.
¿Puede ser el arribismo un insulto en un país que aspira a arribar como puede a la OCD? ¿No es Navia y su cambio mucho más que la supuesta renovación de la derecha, la verdadera prueba del existo de la Concertación? ¿No luchamos para eso, para que independiente de tu pasado u origen pudiéramos todos votar por quien quisieramos sin dar explicaciones? ¿No era eso la marca de fábrica de Frei Ruiza Tagle, negarse siempre a dar explicaciones? ¿Se le puede pedir lealtades sentimentales a los que te piden votar por el que vendio sus anillos para financiar la dictadura?¿No hemos, los Tironi, pero también los Arrate, los Lemebel, o los Eltit, hecho miles de Naviadas? ¿No es un lujo lograr que estas no se supieran o se olvidaran? ¿No hemos tantos decidido ganar y no perder todas las veces que se pueda? ¿No entiende la Concertación que para tantos, que para muchos, que para demasiada gente, lo público (la educación, la salud, la opinión, la moral pública) es sinónimo de pobreza de la que acaban de salir? ¿No entiendes que mientras no vuelvan a darle mística a esa palabra están, estamos, condenados a perder no sólo a Navia sino una masa creciente de ciudadanos e intelectuales, mucho de los cuales hoy hacen gárgara de lealtad y crucifican al columinista?
Arribista los Meistas, arribista Navia, quizás. ¿Pero desde cuándo la esencia misma de lo que ha sido nuestra transición, la de arribar, la de aspirar, la de cambiar, se ha convertido en un pecado? En Navia nos complacemos en el lujo de poder vivir cierta cómoda incomodidad, cierta feliz contradicción que no cambia nuestro diario vivir pero llena nuestras conversaciones. Protegido por la historia, la lección de un cura, o la simple falta de agilidad, nos alegramos de no habernos pillado a nosotros mismos desnudos e incómodos, de habernos salvado de esa última metamorfosis. Gracias a Navia y al trato que Piñera le reservo, la derrota parece más glamorosa, menos dolorosa. Un lujo que muchos no pueden darse, una pausa que es para tantos acostumbrados a ganar todas las elecciones, a tener siempre tantas veces la razón, que es sinonimo de muerte.
Si Chile tiene que cambiar hacia algún lado es quizás ese, el de darnos todo el derecho a perder con dignidad, sin el terror a ser Navia, perdón quise decir nadie.

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