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Cultura

2 de Mayo de 2010

Jota Castro (1969), artista franco-peruano: “El sexo y el poder siempre estuvieron relacionados”

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POR MACARENA GALLO Es uno de los artistas más controvertidos del último tiempo. Vino a Chile invitado a inaugurar la Galería González y González con su muestra “Low cost tour”. Acá habla del largo viaje que dio origen a ésta, de su pasado como diplomático y también del final del castrismo en Cuba.

Low Cost Tour, la muestra individual que trae por primera vez a nuestro país a Jota Castro, alude a un viaje iniciático que hizo el artista franco-peruano a EE.UU. durante el desplome de la bolsa a fines de 2008 y que posteriormente lo llevó, por primera vez, luego de 27 años, a su país natal, Perú. Jota Castro cuenta que esta travesía le provocó un sentimiento de confusión casi bíblico. “El mundo que conocemos cambió tanto, desde noviembre de 2008, que todo se fue al carajo. Nadie imaginaba que el sistema financiero iba a colapsar ni tampoco que nos íbamos a recuperar tan rápido. La gente no es consciente de esos cambios. A partir de ahí, imaginé un viaje pobre, ligero, de inmigrante. Un viaje a lo Ulises”.

¿Con qué te encontraste?
-Ocurrieron cosas increíbles y cotidianas que parecían ser muy normales, pero que no lo eran y determinaron pequeñas cosas.

¿Por ejemplo?
-Estar sentado en EE.UU. hablando de las masacres en Ruanda con dos tipos que participaron o hablar con una víctima de un cura pedófilo en Santiago puede ser útil.

¿En serio hablaste acá con una víctima de un cura pedófilo, qué conversaron?
-Fue simple. Le dije que consideraba que había que denunciar y juzgar a esta gente y que el cuento del perdón por la confesión me revuelve el estómago. Esas conversaciones te ayudan a crear. El arte está hecho del cotidiano.

En las obras que expones acá figura el pene, como en Monoteístas y Private Dancer. ¿Qué relación tiene con el poder del que hablan tanto tus obras?
-El sexo y el poder siempre estuvieron relacionados. La erótica del poder es una realidad y muchas veces me parece, como en el caso preciso de “Monoteístas”, que el sexo y las formas extremas de entender la religión están ligadas. Pero no sólo el sexo; mira la arquitectura, siempre se construyen enormes edificios para mostrar vigor y poder económico, mira tu ciudad para darte cuenta.


PRIMOS-HERMANOS

Empezaste los viajes desde joven. Te fuiste de Perú a Francia a los 15 años. ¿Cómo fue esa experiencia?
-Me echaron de la casa. Se cansaron que fuera un hijo de puta. Me echaron por contestario, por muy politizado y no adaptado al medio burgués peruano. Al final, fue mejor. Y después de 27 años, volví al Perú.

¿Cómo fue ese reencuentro?
-Estaba, por supuesto, muy cambiado el país. Como en toda Latinoamérica, los indígenas son desacreditados; el desarrollo económico esconde que las mejoras sociales son mínimas. En esto no veo muchas diferencias con el pasado. Falta cohesión a nivel continental, falta una mejora de la situación de las mujeres en general: tener MacDonalds no me dice nada.

¿Qué imagen tienes de Chile como peruano? ¿Piensas que tenemos una actitud soberbia de creernos superiores?
-Tenemos más cosas en común que cosas que nos separan. Ambos hemos tenido la desgracia de tener regímenes militares, la desgracia de tener oligarquías terribles y la dificultad de aceptar las diferencias raciales. Somos casi primos-hermanos. Ahora, la actitud del chileno frente al peruano no difiere mucho del español al latinoamericano. Hay trabajos que el chileno no quiere hacer ya, y se los da al peruano. Es una actitud de alguien que tiene ventajas sobre el otro, pero nada más. Estúpidos hay en los dos países.

¿Qué te parece que Perú haya recurrido a La Haya, exigiendo sus límites marítimos a Chile?
-Es una manera muy civilizada de hacerlo. Las 200 millas, políticamente, siempre han sido uno de los baluartes de la diplomacia peruana. Ahora, la interpretación ha cambiado muchísimo desde que se liberalizó el mercado. El problema ya no es Chile y Perú. Es la gente que viene a pescar aquí desde Europa. Creo que esta relación ya es parte del folclor y nada más.

Trabajaste, como abogado en las Naciones Unidas y en la Comunidad Europea. ¿En qué momento dejas todo eso para meterte en el arte?
-Antes de dedicarme al arte trabajaba en zonas de conflicto. Me preocupaba de derechos humanos, de comportamientos. No era un diplomático de salón, sino de terreno. Trabajé once años en eso. Hasta que quise cambiar de vida. No quería ser siempre abogado. Como no creo en nada, un día entendí que tenemos una vida y si no la vivo bien, no la va a vivir nadie. Y siempre me interesé en el arte. En Europa, mucha gente piensa que un día me levanté, me rasqué las pelotas y dije “ya, quiero ser artista”. Y no es cierto.

¿Cómo fueron tus primeras obras?
-Mi primera obra fue un póster que pegué por las calles en Europa. Era un tipo mediterráneo desnudo en erección, con la bandera cubriéndole la erección, y al lado estaba escrito, en todos los idiomas de la Unión Europea de la época: “DESEO DE INTEGRACIÓN”. Era el 2000 y respondía a la xenofobia galopante de aquella época en Europa y a mis propias interrogantes como ciudadano.

¿Cómo fue pasar de trabajar cercano al poder a ser crítico de éste?
-Bastante interesante. Antes, como funcionario, trabajaba aunque no estaba de acuerdo. Ahora defiendo las ideas que me dan la gana. Pero nunca me traicioné. No cambié de camiseta, como algunos piensan. No le tengo miedo al poder. Y creo que el arte puede ser una manera muy contundente de ser crítico. Porque, ¿qué necesita el ciudadano para hacer uso del poder? Hacer lo que hace tu diario. Utilizar el sarcasmo, la burla, para atacarlo. Pero también es interesante empezar a jugar con sus propias armas.

EL FIN DE CASTRO

¿Por qué hiciste, en No More No Less, una Estatua de la Libertad metida en un culo? ¿Te pasas por la raja estos símbolos de países poderosos o qué?
-En parte. Hay dos lecturas. Mucha gente que la ha visto cree que es un ataque al capitalismo. Pero, en verdad, es más complejo. Habla de transculturación. La gente que vive en otros idiomas y en otras culturas termina aceptando que ese idioma sea tu cultura vernácula. Lo único que hice fue decir que la mejor manera de físicamente explicarlo era meterle algo en el culo a alguien. Entonces, conseguí heterosexuales que aceptaban por primera vez en su vida meterse algo en el culo, para probar que ellos tenían todas las características de alguien que haya sufrido.

¿Cómo ves a Piñera? Dicen que es el nuevo Berlusconi, a quien le dedicaste una de tus obras más controversiales, llamada “Mussolini no mató a nadie (…)”. ¿Crees que se parezcan en algo?
-Objetivamente, Piñera no me gusta en absoluto, pero no se puede comparar a Berlusconi. Tu país no es un país mafioso, Italia sí. Te encuentras con que este tipo ha provocado grandes desconciertos en la comunidad europea. En cambio, este otro tipo, Piñera, hasta el momento, además de meterse en sus vidas, no ha hecho nada al nivel de las tonterías de Berlusconi. Quería aprovechar de decirle a Piñera que haga con su culo lo que quiera. Lo que me da miedo es pensar que haya gente que crea, de manera casi mesiánica, que pueden hacer con el país lo que hacen con sus empresas. Una nación no es propiedad de nadie.

También tienes una obra sobre Guantánamo. ¿Qué piensas de lo que ocurre en Cuba?
-De niño estaba fascinado con Castro. Pensaba que él podría cambiar el mundo. Ahora se ha deteriorado. Cuba nunca ha conocido la democracia y no la conocerá hasta que esto se acabe. Y es extremadamente triste. Y no me vengan a mí que hay que perdonarlo porque tiene salud y educación decentes. No soporto eso. Tengo amigos que están en cárceles en Cuba por pensar distinto. Todo tiene su final. Y vemos que está llegando el final de Castro.

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