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Opinión

15 de Mayo de 2010

Diemela Eltit: Esperando a Godot

Diamela Eltit
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POR DIAMELA ELTIT
Ilustración: Leo Camus.

Cómo sobrevivir a “la sociedad del espectáculo”. O cómo vivir en un tipo de sociedad pauteada de manera milimétrica para favorecer el consumismo como única fuente para sortear o diferir la legítima angustia que ocasionan las obligaciones y las rígidas representaciones sociales. Por supuesto no es el consumo (siempre necesario), sino su exceso, el despilfarro, la inoculación del gasto y la deuda como programas vitales hasta generar la plataforma consumista que se necesita para cercenar los discursos públicos y despojarlos de todo tipo de pensamiento crítico. De esa manera se favorece la fragmentación, el clisé y el más abierto oportunismo mediático.

Palabras como futuro, cambio, personas, alma, desfilan por los discursos públicos como los grandes dispositivos de la nada. Así se extiende y prolifera socialmente un vacío poblado de palabras que parecen fundamentales y que están dispuestas como garantías para instalar un habla despojada de dirección, discursos que sólo producen seudohablas que tranquilizan, cooptan y adormecen.

Desde luego, estos discursos vacíos o vaciados circulan por todos y cada uno de los países manejados por el programa del libre mercado. Sin embargo, el caso chileno es extremo porque el experimento neoliberal tuvo exactamente aquí su centro privilegiado -un verdadero laboratorio ideológico económico- desde la dictadura hasta hoy, inscribiendo con esmero un progresivo e intenso programa de despolitización y de impregnación de lugares comunes que se extienden por los espacios hasta convertirse en una regla totalitaria.

Espectáculo que algunos de los líderes y representantes sociales reproducen con fidelidad y más que hacer política –polis y democracia– se pliegan a actuaciones que resultan incluso más burdas y estereotipadas que las que caracterizan a las teleseries. Esta sociedad fundada en un espectáculo pobre (de recursos) es especialmente visible cuando algunos de los dirigentes ejercen el poder desde mecanismos que apelan a una simpleza demoledora, discursos engañosos, distorsionados y distorsionadores, plenos de ambigüedad, usados maliciosamente como armas para constituir sus poderes y sus lugares.

Como un simple ejercicio y para recorrer el panorama local habría que pensar, por ejemplo, en el senador Girardi, quien es, desde hace años, la constante figura que se ubica fielmente en los segundos planos televisivos. Parado o sentado siempre al lado de…, y allí, instalado en su segundo plano, sus ojos huidizos buscan las cámaras de manera voraz. O accede a los ansiados primeros planos cuando se hace parte de anomalías ligadas a la salud y allí anuncia 100.000 muertos por la gripe AH1N1 o usa abiertamente a los enfermos pobres sólo para saciar su sed mediática. Girardi está al acecho, todo el tiempo, a la espera de su turno, divagando entre posiciones confusas, yendo de de un lado para otro, junto con Auth que renuncia a la presidencia de su partido en aras de los nuevos liderazgos pero repone su candidatura a la velocidad de un rayo. La dupla Girardi y Auth, entre otros, lo único que renuevan son los mismos hilos para mantener sus poderes comunes mediante asociaciones con otros dirigentes que se les parecen demasiado y cuyos nombres se pueden presagiar aún antes que las uniones se consoliden.

Espectáculo al que se suman las llamadas “generaciones del recambio”, como Fulvio Rossi, por ejemplo. Una figura que busca encabezar los actuales escenarios pero cuyas únicas entrevistas en profundidad están relacionadas con los avatares de su vida privada y sólo desde allí puede aludir a su plataforma política. Rossi ha usado el lugar social de su esposa como escalón para alcanzar un espacio nacional, pero, en último término, hay que señalar que sus estrategias para adquirir notoriedad son un tema que le pertenece a él. No obstante, lo que resulta más complejo de este senador rubio y de ojos claros, como él mismo se describe ante la prensa, es que como presidente subrogante del PS afirmó recientemente (con motivo de la posible alza de impuestos) que Sebastián Piñera encontrará en el Partido Socialista un aliado para cambiar Chile.

Y esa sí es una afirmación insólita porque precisamente la coalición que permitió el triunfo de la derecha (más allá del fundamental traspaso de votos del transversalista Enríquez-Ominami), fue el conglomerado denominado Alianza por Chile, y el senador Rossi, con su entusiasta posición, parece querer sumar al PS a la Alianza por (cambiar) Chile, lo cual sería un cambio, no se sabe si de Chile, pero al menos instalaría un tipo de aliados que hasta ahora parecía, cuando no imposible, al menos difícil.

El punto entonces es cómo abrir fisuras en esta sociedad del espectáculo, cómo pueden elaborarse sitios políticos más creíbles, más confiables y más consistentes. Cómo arrebatarle a la derecha su deprimente monopolio discursivo en la medida que es la derecha la que selecciona y define los lugares y la calidad de las hablas. Sí, porque es la derecha la que escoge, con un frío cálculo, quién ejerce estas seudo hablas y silencia a quien no es funcional a su proyecto. La derecha es la que construye su propia disidencia y por eso aloja entre las páginas de sus periódicos o en las imágenes televisivas a las voces que pueden discutirla sin dañarla en absoluto. Entonces, cómo sortear el sombrero safari de Auth, la pasión por los segundos planos de Girardi, el habla vacía de Enríquez-Ominami, los errores políticos y la devoción por su físico de Rossi, lo digo sólo por pensar en algunos actores que aspiran a ejercer liderazgos.

Porque el desafío parece radicar hoy en lugares desde donde construir escenarios discursivos solventes y plurales que apunten de manera aguda a los problemas que atraviesan a nuestra sociedad. Sitios que hagan de los diversos saberes y de los pensamientos críticos, prácticas necesarias, en constante renovación para producir una imagen semejante a la que escribió la poeta estadounidense Muriel Rukeyser: “te veo a través de una puerta/ la puerta zarpa,/ y todos los barcos se mueven hacia el mar real”.

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