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Opinión

25 de Junio de 2010

Editorial: Justicia divina

Patricio Fernández
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Por Patricio Fernández

¡Qué rabia debe darle a Piñera que la Bachelet esté allá, alojando con los jugadores, conversando, imagino, a ratos con su amigo Bielsa, como en representación de Chile entero, mientras él tiene que irse a dormir en mediaguas incómodas, sin baño, en los rincones más devastados para mendigar un amor que la ex presidenta, con sólo saludar desde Sudáfrica, le roba entero! Al actual presidente le cuesta ser querido. Como si fuera poco, mientras ella cosecha abrazos cada vez que aparece en cámara, la aparición en el mismo sitio de los actuales ministros o intendentes resulta impresentable. A ella la invitaron los del fútbol y aprovechó de tomarse unas merecidas vacaciones; los otros no están cumpliendo con su deber. Primó la lógica gerencial. El ministro de Minería se habrá imaginado que podía pilotear la negociación del royalty por teléfono y el intendente de Santiago, fanático del fútbol, en caso de inundaciones sabría a quién llamar. Pero no funciona así la cosa en la política; por algo se llaman “empleados públicos”. Trabajan para todos, y todos somos patrones muy envidiosos y exigentes. Hasta el más vago se permite un juicio sobre los políticos. No nos gusta que el empleado abandone su puesto de trabajo porque le prometió a “la gorda y a los niños” que irían al mundial. En el fondo, esa fue la explicación de por qué estaban capeando, como se dice en el colegio, si acaso no le entendí mal a la ministra Ena Von Baer. Prácticamente todos los chilenos quisieran estar allá, viendo los partidos, haciendo safaris, tomando cervezas y hablando de fútbol. Yo que he ido al estadio tres veces en mi vida y he mirado a las barras con más extrañeza que complicidad, me hallo compenetrado. Esta vez la selección no sólo apasiona, sino que además interesa. Cunde la sensación para nada fanática de que nuestro equipo está concursando en serio. No se ven los partidos a la espera de chiripazos. Podemos ganar o perder, pero Chile está jugando su juego. Los saltos de Maradona a la orilla de la cancha son como los de un compañero de equipo, los silencios y los gritos de Bielsa, en cambio, son los de un general. Nuestro escuadra no tiene genios –tipos buenos sí, pero genios no–, su fuerza radica en el funcionamiento colectivo. Sale Carmona, que jugaba de contención, detrás del Mati Fernández, y se supone que Medel, que ha estado jugando en la línea defensiva, subiría a ocupar su lugar, abriendo la posibilidad de que entren Ismael Fuentes o Pablo Contreras para reemplazar al Gary en sus funciones. Aunque quién sabe, quizás el estratega decida otra cosa y nos sorprenda.

Bielsa y Bachelet son una dupla natural y explosiva. Por algún extraño motivo, nuestra mente los emparenta. A mí ya me resultan físicamente parecidos. Podrían ser pareja o hermanos indistintamente. Él impone una sapiencia y respeto que sus excentricidades humanizan. Ella, la contención emocional que los muchachos nerviosos agradecen. Con Piñera allá, la imagen no habría sido la misma. La selección y su entrenador, antes de partir, se lo transmitieron. ¡Qué rabia debe darle! O qué pena.

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