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Opinión

2 de Julio de 2010

Acusador de Karadima: “En El Bosque hay gente desgarrada que necesita consuelo”

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POR EQUIPO THE CLINIC • FOTO: ALEJANDRO OLIVARES
José Andrés Murillo, filósofo, es quien leyó, desde Francia, una carta para el programa Informe Especial acusando al sacerdote Fernando Karadima de acoso sexual. Hoy, por primera vez, entrega detalles del abuso del que fue víctima, contando cómo fue buscar respuesta en una jerarquía eclesiástica sorda a sus fieles, sólo preocupada por sí misma. Además, adelanta aspectos de la Fundación Para la Confianza que está creando con un grupo de profesionales con el fin de “crear una herramienta concreta de prevención del abuso”. Ante los atrasos en el fallo eclesiástico, Murillo advierte que la Iglesia ha abandonado a los fieles de la parroquia de Karadima.
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El 2003, José Andrés Murillo le mandó una carta al cardenal Francisco Javier Errázuriz por mano, a través de Juan Díaz, entonces vicario de la Educación. En ella le contaba que años atrás, cuando tenía 18 ó 19 años, el sacerdote Fernando Karadima, su guía espiritual y carismático líder de la parroquia de El Bosque, “se me había tirado al dulce” durante una confesión.

¿Y esa carta le llegó a Errázuriz?
-Le llegó, porque después, a los días, me mandó a decir que estaba rezando por mí.

Perdona, pero ¿qué significa que se tiró al dulce?
-Me agarró el paquete. Estábamos en confesión y el compadre me agarró el paquete. Y yo, helado… Esto era inimaginable.

¿Como veías a Karadima?
-Él se presentaba como el discípulo del padre Hurtado, con obispos, con 50 curas, con parroquias llenas. Entonces, tú pensabas que estabas hablando con un santo.

¿Y estabas hablando de repente con este santo y al santo, así como una aparición repentina, se le fue la mano al paquete?
-O sea, primero me toca la pierna y empieza como a conversar y, claro, me dije “esta cuestión es cariño, cariño”. O sea, si estás sentado con un delincuente, tú dices “si este gallo se me acerca, me quiere robar”; pero si estás con tu mamá y te hace así en el hombro, es cariño, no piensas que te va a robar la billetera. Y si estás sentado con un santo y te toca, puta, es un toque divino… Hasta que de repente me agarra. Ni siquiera puedes procesarlo. Me costó cinco o diez segundos que me cayera la moneda y echarlo para atrás.

¿Cómo quedaste?
-Bloqueado.

¿Y cómo reaccionó Karadima?
-Cara de palo.

¿Y qué hiciste tras tu desconcierto?
-Nada, me quedé así, helado, sin saber qué hacer, hasta que de repente lo eché pa atrás y me fui.

¿Y él de ahí en adelante?
-Fui a hablar con él después. No sé si al día siguiente o un par de días… Esta cuestión fue el final, el último eslabón de una cadena de acoso sicológico.

¿Cómo así?
-Él empieza a tratar de hacerte pensar que la única manera que tienes para poder cumplir con tu vida -en el contexto en que uno quiere ser santo; yo quería ir a misionar no sé dónde- es que él es quien tiene acceso a la verdad, a tu verdad.

¿Diciéndote qué tipo de cosas, cuál es el tipo de conversación? ¿En qué momento pasa al abuso?
-Esa vez que me agarró, llegué a conversar y me dijo que quería hablar conmigo en privado, y me habló del infierno. Este santo me habla media hora del infierno y de las grandes posibilidades que tenía de condenarme si no seguía mi camino de vida; y que que si yo escuchaba a mi director espiritual podía seguir el camino de vida que Dios quería para mí. Y que él tenía la posibilidad de ser el que tenía este acceso a la verdad, a mi verdad.

Es un tipo tirando redes, cortando salidas.
-Claro. Además pasó una huevá heavy: cuando empecé a cachar que este compadre pasaba por al lado de los jóvenes y les pegaba como un cariñito, un cariñito en el paquete, me empezó a parecer todo raro, pero era inimaginable.

O sea, lo que veías no era exactamente lo que veías.
-Exacto.

¿Qué tipo de cosas viste antes?
-Eso, esos golpecitos y esas cosas, que a la gente le daban lo mismo, lo que te hace pensar que da lo mismo. Sin embargo, como toda esta cosa no me gustó, fui a hablar una vez con Andrés Arteaga, el obispo. Eso fue hacia el año 1995, tenía yo 19 años.

¿Qué le fuiste a decir a Arteaga?
-Quería saber… Arteaga era doctor en Teología, un tipo inteligente.

Y del círculo de Karadima.
-Claro, el presidente de los curas de la Pía Sociedad. Entonces, voy a hablar con él porque dije este compadre es razonable y quizá me va a decir “tenís razón, no eres para este lugar”, o me va a decir “compadre, hay que hacer algo”. Le dije “Andrés, hay cosas que yo no puedo entender acá”.

¿Y qué te dijo?
-Me dice “es que tú no eres muy inteligente, eres un tipo más bien tonto, no cachai lo que pasa”. Entonces, ya: para mí estaba este cura que era santo y este otro compadre que era muy inteligente. Y de repente digo: “acá el equivocado soy yo”. Me creí tonto, creí que no era capaz de ver la realidad. En ese tiempo estudiaba Filosofía y Derecho en la Católica. Y él me dijo “en realidad, debieras dejar la filosofía y toda esta cuestión que estás estudiando y dedicarte al teatro”.

¿Eso te propuso?
-Te lo juro.

Porque tú le dijiste que las cosas que te llamaban la atención eran…
-No. Le dije “hay cosas que me cuesta aceptar”. No le dije qué, fue sin detallar, porque tampoco era capaz de darme cuenta qué era exactamente. Entras en un delirio…

¿Pero ni siquiera te escuchó, la sola mención tuya de algo raro te desacreditó…?
-Sí.

¿Arteaga era testigo de estos toqueteos?
-No tengo idea.

¿Nunca lo viste cuando Karadima hacía algo así?
-No. O sea, el padre vivía allá. No es que Karadima se escondiera.

O sea, esto Karadima lo hacía más o menos al descubierto.
-Sí.

¿Y tenías amigos en este mundo, alguna vez te tocó conversarlo con ellos?
-No, la verdad no tenía muchos amigos ahí. Tenía amigos afuera.

Y esos amigos del mundo externo, ¿qué te decían? Porque me imagino que vas cortando relación con ellos a medida que vas entrando a este mundo.
-Estaba fanatizado, pelando el cable. En algún momento un amigo me dijo “compadre, no te reconozco, te estás volviendo… qué sé yo”. Y ahí de repente caché que estaba razonando fuera del recipiente.

Jajaja.
-Jajaja.

Tenía un aire de secta el cuento.
-Sí. Claro que sí.

¿Y este cuento es participar de qué? ¿Tú ibas a ser cura, cuál era la idea?
-La idea era participar de reuniones constantes. Los miércoles había reunión, todavía la hay… Igual es heavy todo lo que estoy diciendo.

PECADO DE PUREZA

Murillo cuenta que un día empezó a leer todo lo que había escrito Alberto Hurtado y descubrió que entre el jesuita y lo que les decía su supuesto discípulo en la iglesia de El Bosque había inconsistencias. Le ocurrió con un libro en que Hurtado explica lo que es un director espiritual. “Sin hablar siquiera del sindicalismo, y todas estas cuestiones como de justicia social”, dice.

Que a Karadima no le interesaban mayormente.
-O sea, le interesaba ocultarlas.

De frentón.
-Sí. En “Puntos de Educación”, el padre Hurtado habla sobre la dirección espiritual, y lo que dice no coincidía para nada con lo que Karadima dice, a pesar que él estaba investido por ser el discípulo del padre Hurtado, que habla muchísimo de lo importante de liberar al otro, porque la dirección espiritual es poder liberar al otro de su propia esclavitud y que esté más libre para optar por la vocación que quiere.
Y a Karadima la palabra libertad, compadre, no…

¿Qué lectura hace Karadima del Padre Hurtado social?
-No, no, no. No hace ninguna interpretación de nada. No existe esa parte. Simplemente Karadima le daba un sablazo a toda esa parte.

¿Qué te dijo Karadima cuando lo confrontaste con el texto de Hurtado?
-En realidad, nada. Me acuerdo haberme sentido empoderado y decir “esta cuestión no va no más”. Le pedí explicaciones y me dice “mira, si te complica, anda a confesarte de esto que pasó entre nosotros”. ¡¡¡Qué pasó ENTRE nosotros!!! Ese “entre nosotros” es una huevá, como que el acoso lo hiciste tú. Entonces dije “chao”.

O sea que por el carisma que tiene, por el manejo de las confianzas que tiene, Karadima te hace sentir, en vez de su víctima, su cómplice.
-Claro. O sea, si llego a ir a confesarme, piso el palito y cago: puedo pasar veinte años ahí metido sintiendo que es mi problema, mi responsabilidad.

Apareció en Informe Especial que Karadima, tras sus abusos, mandaba a confesar “el pecado de pureza”.
-Claro.

¿Puedes explicar qué era eso?
-Bueno, la pureza ahí es como el concepto de no tener que ver nada con el sexo. Por eso Karadima me dijo: “anda a confesarte de pecados de pureza con el padre tanto, pero no des nombres”.

¿Con quién te mandó a confesarte?
-Con el padre Errázuriz, que era, y lo es, el tipo más lúcido que hay en El Bosque.

Pero no fuiste.
-No.

¿Porque haber ido habría sido entrar en el sistema?
-Podría haber entrado… y transformarme en una especie de sometido.

“ME SALVÉ RASPANDO”

Cuando se fue de El Bosque, Murillo pasó un año y medio en el noviciado jesuita. Se salió y terminó Filosofía. En ese tiempo fue que le mandó la carta al cardenal Errázuriz por vía del vicario de Educación del Arzobispado. El cardenal le respondió que estaba rezando por él.

¿No era lo que esperabas?
-Yo quería que me preguntara, por último que me dijera que era un loco. Obviamente, si alguien me dice que mi hermano está robando o matando, le digo “de qué me estás hablando”.

¿Cuando mandaste esta carta, tenías noticias de otros casos?
-No tenía idea.

¿Y hablabas con otra gente de esto?
-Hablé con Eugenio Valenzuela, el Queno, que hoy es el provincial jesuita, y con Rodrigo García y Juan Díaz. Pero igual, sea como sea, me daba vergüenza decir que un cura me agarró el paquete. Si en el momento mismo me demoré diez segundos en sacarlo de encima a Karadima.

¿Con tu familia lo hablaste?
-No, nunca.

¿Cómo siguió esto?
-El 2004, ó 2005, le mandé una carta al obispo Ricardo Ezatti. Yo estaba en Francia porque el 2004 me fui a hacer un master en sociología del poder a París. Y ahí, bueno, como te sales del ambiente, te das cuenta que estás peleando, no sé, con un dictador del Congo; como que es obvio visto desde afuera, pero metido no te das cuenta. Y claro, la Iglesia así es una institución que da miedo, eso es lo heavy, da más miedo que confianza. Entonces le mandé la carta a Ezatti, y él me respone diciendo “escríbeme una carta, una cosa corta, contando lo que pasó”. Le mandé la carta y después fui a hablar con él esperando que me llamen para ratificar o para no sé, puta, que me hagan un examen sicológico, que me pregunten si estoy loco o si estoy diciendo la verdad.

Que entren en diálogo.
-Exacto, que entren en diálogo. En el fondo, con esta cuestión uno se empieza a sentir loco. Es heavy.

¿Te impresionaste cuando supiste de los otros casos?
-Claro. Dije, “hueón, me salvé raspando”.

¿Cuándo se juntan?
-El año pasado.

¿Cómo fue ese encuentro?
-Fue bien heavy porque no los conocía mucho. A dos por lo menos no los había visto nunca, porque eran mayores. Fue la raja, choro. Cuando comienzas a hablar con otras personas, te das cuenta de que hay en todo un período de tu vida como una especie de delirio, de nebulosa. Y lo hablas y se te aclara la película. El mundo es mucho más real cuando hay dos que lo ven.

¿Y cómo se produjo la reunión?
-Fue Jimmy Hamilton, él se consiguió mi mail, yo estaba en Francia, me escribió y empezamos a conversar. Llegué acá en septiembre y nos juntamos en octubre, nos fuimos a comer un sándwich al Venecia y conversamos hasta las seis de la mañana, me contó todo, quedamos pa adentro, heavy. Y ahí dijimos “hay que hacer algo porque sospechamos que hay gente que sigue en El Bosque y no nos podemos quedar con esta cuestión solos”. Empezamos a cachar a otros y él sabía algo de Juan Carlos Cruz.

Ese “hacer algo” sigue siendo hacer algo dentro de la Iglesia.
-Sí. Vamos a la iglesia y hablamos con un notario (eclesiástico), Hans Kast, justamente. Hacemos la denuncia, ya mi tercera denuncia. Y ahí esperábamos que pasara algo. No habíamos pensado ir a la justicia civil hasta que, conversando con Fernando Battle, de repente él dijo “sabís qué, esta cuestión es impresentable, no sabemos si siguen habiendo casos”.

¿Y?
-Y ahí él fue a la Iglesia y les dijo que si en una semana no tenía una respuesta, nos íbamos a ir a la justicia civil.

Y ante ese ultimátum, ¿la Iglesia dio alguna respuesta?
-No.

¿Y la no respuesta es silencio?
-Solamente llamaron a Fernando Battle para decirle que fuera de nuevo a hablar, a ratificar su declaración. Y él dijo “ya está hecha, estoy trabajando, no me hagan perder más tiempo. Ya hice mi declaración y, además, ya perdí la confianza en que puedan hacer un proceso”.

LAS DOS IGLESIAS

¿Eres un hombre de Iglesia hoy?
-No.

Después que te saliste de los jesuitas se te quitó.
-Después de un tiempo. Me “mejoré”. No, no soy de Iglesia.

Pero mantienes inquietudes religiosas.
-Sigo creyendo en Dios y todo eso. Como decía alguien, creo en Dios pero no en el concesionario. Pero tampoco me cierro. Creo que la Iglesia es un ente replicador.

Murillo recuerda que cuando las cosas empezaron a destaparse, comenzó a escuchar otras historias, gente que le decía que había vivido algo parecido con un tío, un abuelo, un primo, un profesor. Se impresionó. “Había una desconfianza básica, pero una apariencia de total normalidad. Además, que yo creía en la Iglesia. Sigo creyendo que es súper importante y que hay gente la raja, muy buena y jugada. Pero con el silencio que empezaron a hacer perdimos la confianza. Me preguntaba, no sé, cómo Jesús habría sacado el látigo y lo habría sacado del templo otra vez. Es casi más grave que los abusos mismos la complicidad o el silencio con ellos. En mi caso, lo de los abusos lo sentí más como un acoso, pero para mí eso no fue tan fuerte como todo el aparataje que blindó a este personaje”.

Esa separación de dos iglesias estas semanas ha quedado clarita con las declaraciones de Berríos.
-Sí.

¿Qué te parecieron?
-Creo que Berríos dijo lo que piensa gran parte de la Iglesia, una parte de la Iglesia que habla con el mundo. En el fondo, yo me puedo sentar a conversar con Felipe y estamos hablando del mismo mundo. Si me siento a conversar con Errázuriz, estamos hablando de mundos distintos, en idiomas distintos.

Según el Concilio Vaticano, la de Berríos debiera ser la Iglesia. La otra es la que está más perdida.
-Absolutamente de acuerdo. En el fondo lo que está haciendo Berríos es pedirle a la Iglesia que sea consecuente con su propio mensaje, con la misión que ellos mismos se encomendaron. No hay nada nuevo. Y todas las otras críticas que salen a Berríos son de una Iglesia que en el fondo es una iglesia alternativa, que son los mismos que habrían crucificado a Jesús.

¿Cómo se recupera la confianza en la Iglesia en tu caso?
-Recupero la confianza en la Iglesia si la Iglesia llega a recobrar la valentía del principio.

¿No la has recuperado?
-No pierdo la esperanza.

¿Pero por qué te interesa recuperar la confianza en la Iglesia?
-Primero, porque quiero una Iglesia mucho más amplia, creo en un Jesús que dialogaba con la gente, creo que la gente necesita pastores, por lo menos referentes. Necesita que alguien le ayude no a saber qué está bien o qué está mal, que la ayude a hacerse preguntas, a tener una fe madura. La Iglesia tiene la posibilidad de salvar a la gente del sinsentido y lo que está haciendo es mostrar un nihilismo terrible. Es difícil pensar que la jerarquía cree en Dios después de lo que estamos viendo. Quizá han transformado, han cambiado a Dios por un objeto, por un poder, no sé.

¿Es duro contar todo esto?
-Sí.

Hoy que estamos ad portas de una sentencia eclesiástica, ¿sabes qué está pasando con la gente de El Bosque?
-Probablemente ellos creen que esta es la confirmación de la santidad de Karadima.

El martirio.
-El martirio, que confirma que el tipo era santo; las persecuciones y toda la onda de las primeras comunidades cristianas.

Esto es secta.
-Complicado decirlo, pero sí. Y lo más heavy es que la Iglesia Católica local sacrifique credibilidad por una secta que le da muchas vocaciones. El problema es que hasta ahora hay una parte importante de la jerarquía que se ha quedado callada… Cuando fui a hablar a la Iglesia, pensé que estaba hablando con mi mamá, que iban a reaccionar apoyándome inmediatamente. Y pasó lo contrario. Las únicas veces que la jerarquía ha salido a hablar es para defenderse a sí misma. Digo la jerarquía, no hablo de la iglesia en general porque son demasiada gente y hay personas allí que se han portado muy bien… Hay una parte de la iglesia que la gente está echando de menos. Lo que es sintomático es que desde abril hasta ahora la jerarquía no ha hablado de absolutamente nada, ningún tema contingente que no sea defender a Karadima. Han dicho no hay que juzgarlo y no ha salido a defendernos a nosotros, que también somos Iglesia. En el fondo, la visión de la Iglesia que tiene la jerarquía es una visión hereje, es defenderse entre ellos y no a los más pobres. La opción de Jesús era defender a los más débiles. Una iglesia que se queda defendiendo a las cúpulas es una iglesia que se va a quedar sola. Hoy la Iglesia ya no se atreve a hablar del aborto ni del divorcio ni de nada, porque nadie les cree. La Iglesia tiene que renovarse, pegarse una atinada fuerte y volver a hablar del mundo y hacerse de cojones y enfrentar sus temas.

¿Qué te dejaría conforme por el lado de la investigación eclesiástica, imaginando que los dos extremos son o nada o la excomunión.
-El otro día un obispo dijo que la Iglesia ha sufrido mucho por enterarse de esta situación. Lo que me dejaría conforme es que dijeran que la Iglesia ha sufrido mucho porque hay gente que ha sufrido. O sea, que la Iglesia ha sufrido en esas personas.

EL BOSQUE

Murillo está preocupado de lo que hoy pasa entre los fieles de la parroquia El Bosque. “Probablemente pase tiempo antes que muchos se den cuenta en lo que estaban metidos y que si no hubiera sido por esto, nunca se habrían dado cuenta”, dice. “Hay gente muy bienintencionada allí”, agrega.

Da la impresión que hay mucho cura sufriendo ahí.
-Sí, están sufriendo mucho, porque…

Porque no hay nadie que les vaya a golpear la puerta.
-Exactamente. La Iglesia nos ha desprotegido a nosotros, que ya vivimos nuestro duelo, nuestras terapias, nos rehicimos. Pero hay gente que está desgarrada y que necesita una mano amiga. Un consuelo. En el fondo necesitan iglesia, y la Iglesia está preocupada de otra cosa, mirándose el ombligo; está pensando que esto es nobleza. No, compadre, esto no ennoblece a nadie, lo único que ennoblecería sería bajar y hacer algo y buscar a la gente que sufre. Los curas de El Bosque yo sé que están sufriendo, porque no se imaginaban. Entiendo que había alguien que podía no haber visto, la pregunta es, ahora que han visto, qué es lo que pasa.

También muchos fieles deben estar así. ¿Qué te pareció la respuesta del alcalde Ossandón?
-Creo que fue bienintencionado. Si creía que el padre Karadima era un tipo intachable, que salga así… Yo también saldría defender a alguien que creo intachable. Igual se fue un poco al chancho, pero encuentro que su reacción fue bienintencionada.

Pero después que declaró Kast tomó distancia.
-Sí. Creo que gente como Ossandón u otros han sido bienintencionados. ¿Otros? No tengo idea. Ahora es cuando empieza esto a ser tan evidente, con las declaraciones de Kast, con nuestros testimonios, somos gente que no se conocía de antes. Y gente que para qué va a decir algo así. Las primeras reacciones decían que queríamos lavar “nuestra imagen”. O sea, ¡lavarnos con caca! Me parecía un poco delirante, pero yo creo en la buena intención de la gente de El Bosque también, no es una acusación corporativa. Me encantaría que la gente de El Bosque pregunte. He tratado de llamar a algunos para preguntarles cómo están, porque a mí me importa lo que le está pasándoles.

¿Y qué recepción has tenido?
-Algunos me han cortado el teléfono. Otros, muy buena onda.

Y si la resolución de la investigación eclesiástica es satisfactoria, ¿persisten en la vía judicial?
-Eso ya no depende de nosotros. Eso se desencadenó.

¿Y qué expectativas tienen allí?
-No sé qué pueda pasar. Lo que más me interesa es que quede públicamente establecido que esto es verdad, que la comunidad chilena lo diga. No tengo interés en que Karadima se vaya a la cárcel ni que haya una indemnización. Pero sí sentar un precedente. Y, segundo, que las personas que piensen en hacer esto sepan que no se la van a llevar pelada, que hay una comunidad humana que se hace cargo de los traspasos de confianza que alguien pueda hacer. Y si la Iglesia no lo hace, será el Estado, seremos nosotros, seremos los que estamos pensando.

LA CONFIANZA

La fundación “Para la confianza” que estás preparando, ¿a qué apunta?
-Hacia la confianza. Durante mucho tiempo, la confianza era un dato natural, era obvio. Se confía en la mamá, en las instituciones, en la universidad, en los profesores, en Dios y en la iglesia. Con una confianza sin límites. La Iglesia necesita o requiere que le volvamos a creer pero tiene que hacer algo para eso, tiene que recuperar la credibilidad y eso no es porque sí. En el fondo lo que van a hacer, probablemente, es dejar pasar mucho tiempo hasta que la gente se le olvide estos temas, porque creen que se van a olvidar, pero a la gente no se le van a olvidar. O no van a volver a creer nunca más en la Iglesia. O la Iglesia se pega una atinada, se pone los pantalones, se arma de valor y hace algo, como dijo alguno, aunque quede más chica.

¿Cuál es la idea de la fundación?
-Somos un grupo de profesionales, sicólogos, abogados, sociólogos, filósofos, que queremos juntarnos y crear una herramienta concreta de prevención del abuso.

¿Cómo es?
-Son talleres, para profesores, para niños, para los papás. Para saber qué hacer frente a un caso de abuso. La única manera de poder defenderte de un posible abuso es tener mucha confianza en ti, pero saber que la confianza puede tener límites, que no significa bajar las defensas ante el otro, que existe una confianza despierta, capaz de mirar y asumir que puedo confiar en el otro pero ese es tu lugar y este el mío; la cantidad de abusos que hay entre parejas es enorme. En muchos mundos, además.

Complicado porque es una especie de confianza con suspicacia. La definición clásica de la confianza dice que es a ciegas.
-Es un concepto a construir. Por eso es una fundación “para” la confianza. Sabemos que hay una manera distinta de ver la confianza, en que podemos transformar aquello en una confianza despierta que no se transforme necesariamente en desconfianza. La suspicacia no es sospecha, es saber los lugares, tampoco puedo querer a alguien si no lo tengo en un lugar, si no sé cuáles son los límites.

Esto desde el punto de vista laico, porque la Iglesia va varios kilómetros atrás, la crisis mundial está ahí. ¿Crees que hay vuelta? El Papa acaba de pedir perdón. ¿Qué te pareció ese perdón?
-No hay perdón sin acción. Hoy en filosofía es un tema heavy el del perdón. El mismo Humberto Giannini está tratando de pensar qué es pedir perdón, cómo se da, cómo se pide. Es un tema complejo, pero no es una palabra que niega el pasado, se hace cargo del pasado y de la realidad misma que produjo daño. En el fondo, la estupidez más grande que he escuchado es lo que dijo no sé qué obispo que este pedir perdón ennoblece al Papa. Siguen pensando en ellos mismos. La pregunta es cómo poder reivindicar a las personas que han sufrido algún tipo de abuso.

¿Y se te ocurre alguna acción que deba acompañar ese perdón?
-Primero, un reconocimiento a las víctimas. Y segundo, crear un instrumento. El instrumento que queremos crear lo debió haber creado la Iglesia hace años. En Francia, en todas las parroquias hay un manual de lucha contra la pedofilia. Y es un instrumento maravilloso, súper bueno, que aborda desde los primeros rasgos, cuándo comienza el abuso, que parte en el maltrato. El abuso empieza en un abuso de confianza, traspasar ciertos límites que no se traspasan. Y termina, este manual, con bibliografía y diciendo cuáles son los pasos a seguir para una denuncia.

Este Papa tiene una credencial, que es lo duro que fue con Maciel. ¿Ese gesto no te da confianza?
-Me da cierta confianza. Es un germen de confianza. Por lo menos nos hace pensar en Chile, que la Iglesia mundial va para un lado y es para allá donde tenemos que ir. Marca un norte y pareciera que la brújula en la Iglesia chilena se volvió loca, no sabes para dónde va. Cuando en realidad el rumbo a seguir es súper claro.

¿Crees que este perdón con acción tendrá que ver con revisar algunas instituciones como la confesión a puerta cerrada o el celibato?
-Puede ser. Todo lo que no es dogma en la iglesia tienen que revisarlo. Quedarse pegado en algunas instituciones sin posibilidad de revisarlas sabiendo que ellas son las que favorecen o las que han sido el lugar del abuso, es de una miopía imperdonable. Pero tiene que ir unido a una formación de los curas mucho más seria. Existen en el mundo instrumentos de prevención de los que la Iglesia no se está haciendo cargo, nosotros estamos tratando de crear estas instancias. Existen estudios, herramientas, estadísticas, existe todo y en Chile no existe siquiera una estadística seria. Ojo, lo que quiero decir es que Karadima acá es una instancia menor: la lucha nuestra es contra el abuso, no contra Karadima.

Sé que ha sido un proceso largo y que han visto cosas miserables, pero ¿qué cosas buenas han visto florecer desde que salió la denuncia en TVN?
-El apoyo de mucha gente, que me ha dicho “mira, sufrí algo parecido y nunca pude hablarlo con nadie y me siento interpretado por lo que están haciendo ustedes”, y como que vuelven a tener esperanza, confianza. Y no sólo acá. En Francia se me acercaron dos personas; una viejita que conocí una vez en el sur me dijo yo cuando chica fue abusada por un cura y después el cura recibió premios y condecoraciones y ella sabía que era un cura abusador y nunca pudo hacer nada, y el cura se murió como un santo. Ha llegado mucha gente a darnos su apoyo.

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