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5 de Julio de 2010

¿Nueva reforma universitaria?

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Por José Sanfuentes (*)
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Se reabrió el debate sobre el destino de la educación superior chilena. Por fin.

Pareciera estar hegemonizado por autoridades universitarias que se tratan mutuamente de “empleados públicos” o de “agentes del lucro”. Así, cada uno desde su “lugar” identifica el problema, propone soluciones, levanta un enemigo y embiste con diversas calificaciones, la mayoría de las veces ofensivas. Ese es, tal vez, un buen reflejo de la crisis de la educación chilena, hasta sus mentores están inmersos en ella.

“Los problemas no tienen solución en el mismo nivel de pensamiento en que fueron creados”, sugirió Einstein.

Atrevámonos a cambiarnos de “lugar”, de paradigma diría otro.
¿Qué es lo que provoca el afán, a veces casi odioso, en las posturas de cada cual, si no es su amor compartido por lo que hacen?
Propongo, en consecuencia, partir desde allí. Iniciar el debate acordando que, en principio, todos los que nos dedicamos a la educación, amamos nuestro trabajo, se trata nada menos que colaborar en la transformación positiva de los seres humanos. ¡Qué hermosa vocación! No la arruinemos con añejos prejuicios.

Sugiero ponernos primero de acuerdo en los hechos, las afirmaciones, diría un abogado, hay algunos que se me aparecen dada la actual conversación mediática.
800.000 jóvenes cursan hoy la educación superior en Chile, en 5 años llegará a 1.200.000, aún así estaremos debajo de los estándares de naciones desarrolladas.
Por cada técnico tenemos cerca de 6 licenciados, exactamente al revés de la mayoría de las naciones desarrolladas.

Los mejores puntajes de la PSU, que provienen generalmente de familias solventes y bien constituidas, asisten a las instituciones de la elite, a éstas el Estado les apoya con la marraqueta por el puntaje (AFI) y con generosas subvenciones directas (AFD). Paradojalmente, mis 2 hijas, siendo sus padres profesionales y solventes, hicieron uso de ingentes apoyos estatales, vía AFI y AFD, para sustentar la calidad de sus estudios de medicina en la UC.
Los puntajes inferiores, la mayoría de familias precarizadas, si persistieron en su afán de progresar, ocuparon plazas en entidades sin aporte del Estado, casi todos con el apoyo del Crédito con aval mixto (Estado y institución educacional), por demás con la más alta tasa de interés de estas ayudas (son más riesgosos que los de familias solventes se alega) y que se pagan por el mismo beneficiario en su vida laboral.

Hasta el año 1981, la educación superior en Chile se hacía cargo, casi gratuitamente, de educar a un muy reducido grupo de su elite socioeconómica. Hoy está masificada y, endeudamiento mediante, cerca del 40% de los jóvenes entre 18 y 25 años accede a una oportunidad de desarrollo personal y familiar. Este sustancial cambio sin duda es un gran aporte al país, ha sido logrado con una provisión mixta -estatal y privada- del servicio; realidad que llegó para instalarse definitivamente, permitiendo que a futuro alcancemos los niveles de cobertura de los países del primer mundo. Para discernir sobre la distribución de los fondos estatales para la educación superior, además de solventar adecuadamente la presencia de la oferta estatal, habrá que tomar en consideración esta realidad.

Se podría agregar una enorme cantidad de afirmaciones, que las evito por ser ya de sentido común, especialmente sobre la calidad, sea en los resultados del aula o luego al egreso, en la vida mundana.

Propongo que el debate de la “comisión”, que probablemente se instaure, para el mejoramiento de la educación superior, se concentre primero en establecer los hechos relevantes. Allí no podrán sino estar de acuerdo todos, los hechos son irredarguibles.

Luego, dar paso al debate de las interpretaciones de los hechos. Un primer acuerdo aquí, sería convenir que no existe una “verdad” (algunos incumbentes parecieran tomar la literalidad de la palabra Universidad, diríamos “un solo verso”), al fin de cuentas hablamos de interpretaciones posibles.

Aquí se pone espesa la cosa. Esto exige ni más ni menos que tolerancia a la diversidad, respeto por las ideas del otro (a), disposición a escuchar la interpretación del otro (a), aprecio, es decir, acogida al otro (a) y respeto, compromiso por hacer las cosas bien. Todos atributos que debieran abundar en los mentores de la educación.

Otro sí, a la hora de las interpretaciones nada de lo dicho o por decir es verdad, tampoco mentira, no se desenvuelve en el dominio de lo verdadero o falso, el dominio de los hechos. Esas conversaciones discurren en el dominio de lo opinable, de los juicios, diría un abogado.

Para abreviar texto y no cansar al lector, sólo dos provocaciones para atizar debate.

Hace falta en Chile más y más grandes instituciones de educación superior, hay que inundar el país con personas calificadas, particularmente técnicos y profesionales. Cuidado con formar “cesantes ilustrados” es un alegato que generalmente proviene de los ya apoltronados profesionales.

La oferta de carreras debiera indexarse al mercado ocupacional y a la demanda de competencias de éste, dicen algunos ultraletrados. ¿Quién dijo que el rol de la educación superior es ser una fábrica de profesionales al servicio de los empleadores y su necesariamente miope visión de futuro? ¿En que quedó la inspiradora revolución de los 60’ donde pedíamos una nueva educación para transformar el mundo y reinventar el futuro? ¿En qué canasto quedó tanto paper sobre el pensamiento crítico, la necesidad de observar el pasado para rediseñar el futuro, actuando en el presente comprometidos con “el nosotros”? Si el mercado está presente en la educación en todo caso no sería la demanda el factor clave, es la oferta. Muerte al adecuacionismo, espíritus libertarios para cambiar el mundo.

El problema de la calidad de mide en el “aula” (me refiero al aula extendida, es decir, la comunidad de aprendizaje en que discurre la transformación del educando) generalmente allí se determina el perfil real del egresado. Aquí el factor clave es ¿quién es el protagonista del aula?. Todos dicen el estudiante.

Paradojalmente, en casi todas las instituciones es, de hecho, el profesor.
Las obligaciones del docente son: tener un programa de la asignatura claro, con objetivos, contenidos y metodología definidos. Pasar la materia empeñándose en ser atractivos para capturar la atención del estudiante. Evaluar si éste comprendió mediante pruebas o exámenes donde debe repetir lo explicado en clase o lo leído en el texto recomendado. Si todo es fluido, entonces se le califica como buen profesor, allá los estudiantes que por cualesquiera razones hayan “flojeado” y no saquen buenas calificaciones. Lo interesante de esto es que, a veces, incluso los que califican no “saben” lo que fue de este modo “aprendido”; entran a trabajar y hay que entrenarlos para hagan bien las cosas.

Cuánto estudiante de finanzas bien calificado sabe hablar de finanzas y naufraga a la hora del hacer”. El problema de esto son los paradigmas. He aquí los resultados de una idea que consiste en interpretar la educación como transmisión de información, como el acto de “depositar” conocimientos y herramientas en el educando para que éste después las aplique.

Educar es transformar y eso sólo se logra cuando el protagonista es el sujeto en aprendizaje. La información está disponible, no más clases discursivas en el aula. Que ésta sea el espacio de las preguntas, de las provocaciones, del debate informado y del espíritu crítico, del hacer creativo y rearticulado en la conversación. ¿Cuál es la promesa del profesor para con el estudiante? ¿Pasar atractivamente la materia y después evaluar si el estudiante puede repetirla? 0, asumir un compromiso con el estudiante, que saldrá transformado en algo distinto y mejor al que entró, en la autenticidad de su ser único, en el dominio que se trate la asignatura, la profesión.

Segundo otro sí. A veces son necesarios los Carcuro, que exuberante habla sobre fútbol. Cuánto más ! son necesarios los Medel, los Alexis, los Valdivia, los Ríos, los González, que “la hacen”. “Todo saber es hacer”. “El profesor explica lo que sabe y enseña lo que es”. ¿Qué nos querrán decir estas frases? En todo caso, éstas y otras preguntas siempre será conveniente responderlas entre todos los actores involucrados y abrir a la polifonía, ahora sí, la oficina de Teatinos.
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* Rector Instituto Profesional Arcos

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