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Cultura

8 de Septiembre de 2010

Las “Exaltadas” o “Serial Killer Groupies”

Por

Del “Diccionario del crimen” de Oliver Cyriax.
Exaltadas: Nombre dado por la prensa norteamericana a los enjambres de admiradoras que atestaron la sala donde se juzgó a Robert Chambers, el aristocrático “Preppie Killer”. Una vuelta de tuerca más y el reo, ya entre rejas, se convirtió en objeto amoroso. Así, durante las visitas de desconocidas a la prisión empezaron a florecer los romances.

Tal vez las mujeres corrientes se pregunten en qué radica el fuerte atractivo de asesinos múltiples y uxoricidas, pues -en palabras de Sheila Isenberg, autora de Women who Love Men who Kill (Enamoradas de los que matan)- “no existe asesino en serie que no haya sido perseguido por docenas de mujeres”, y los más presentables sujetos de esta calaña, como el asesino de familias Jeff MacDonald, reciben incluso proposiciones matrimoniales mientras esperan el juicio. Una buena explicación es la ofrecida por el psiquiatra David Abrahamsen, que actuó en el caso Berkowitz: “La mayoría de estas mujeres se sienten desgraciadas, frustradas e insatisfechas. Se tienen en baja estima y quieren unirse a figuras que consideran poderosas”.

[…] Varias ventajas acreditan la relación. Es fácil idealizar al objeto amoroso encarcelado porque las perspectivas de que el vínculo se consume o ponga a prueba son escasas. Esta mezcla de celibato y distancia dolorosa es adecuadísima para las católicas estrictas, abrumadora mayoría entre las pretendientes de los asesinos. De vez en cuando algún romance lleva al matrimonio; en 1989 Ronald Kray (de “modales de viejo mundo y conducta de caballero”) se casó con la joven Kate Howard, una simple besucona, y cuando el apuesto Richard Ramírez, “el Cazador Nocturno”, le propuso casarse a Christine Lee, madre de dos hijos, ella no pudo negarse.

(Algunos estados cuenta) con un puñado de cárceles provistas de apartamentos matrimoniales donde, en reglamentadas lunas de miel de 42 horas, se consuman debidamente las uniones. Los problemas empiezan cuando el recluso queda en libertad. La gratitud se extingue y la relación se revela ficticia. Según la consejera de prisiones Kathryn Parris, “la mayoría de las mujeres ligadas a presos describen niveles de pasión e intimidad emocional que sólo se encuentran en los libros”.

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