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Opinión

26 de Septiembre de 2010

Mónica Echeverría: “Violeta Parra no podía vivir sin un hombre haciéndole el amor”

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En la biografía novelada escrita en primera persona “Yo, Violeta”, Mónica Echeverría narra pasajes desconocidos, ocultos y secretos a voces de la vida de Violeta Parra, la artista más universal de Chile. A través de las páginas, aflora la imagen que ninguno de sus hijos ha querido mostrar de ella: la Violeta malhumorada con un cáracter de mierda, la Violeta que le pega guitarrazos a los hombres que no la quieren y la Violeta que atenta contra su vida. Según la autora, es hora que conozcamos a la real Violeta Parra, la terrenal, “no esa Vírgen María que se ha insistido tanto que fue”.
¿Por qué quiso contar la historia de Violeta Parra en primera persona?

-Al comienzo lo empecé en tercera persona y antes de la mitad dije “no puedo seguir así y tengo que hacer volver a la Violeta”. Quería usar su lenguaje. Leí muchas de sus cartas, me empapé de sus décimas, de todo. Ella es uno de los genios del Bicentenario. Que en el siglo pasado una mujer de madre analfabeta, críada en la pobreza, con niños patipelados, con tan poca instrucción, produjera las maravillas que hizo, era para que le diéramos más importancia. Sabía que existían algunas biografías sobre ella, muchos ensayos sobre su música, pero nadie, sentía yo, había descrito a la real Violeta sin tapujos.

Además que hay tanta cosa que se quiere ocultar de ella, sobre todo sus cercanos. Por ejemplo, ninguno de sus hijos menciona la palabra suicidio en sus libros. Y usted sí lo hace.
-No quieren volver a mencionarla. Pasa porque los chilenos no saben contar sus verdades. Y te lo digo fuertemente: este es un país que esconde todo lo que pueda ser perturbador y molesto. Y no llega nunca a la médula de las cosas. Está bueno ya que las cosas se digan por su nombre. No estemos así, dulcificando, santificando a todo el mundo. Porque, entonces, no somos seres humanos. Eso no es enfrentar los hechos con fuerza, ni aceptarlos. No sé por qué pasará eso. A Violeta la han transformado en la Virgen María de los campos, pero ella no es así, es la auténtica mujer de campo. Es mucho más fuerte, interesante, especial y milagrosa esta Violeta que describo que esa especie de Virgen María inmaculada y santa que sólo está componiendo.

Parecido a lo que hicieron con Gabriela Mistral durante décadas.
-Claro, con ella hicieron lo mismo. Y son dos mujeres a las que es mucho más interesante verlas llenas de pasiones, eróticas, sensuales, con las iras a flor de piel. Porque Violeta era malhablada, iracunda, apasionada hasta unos límites increíbles. Por lo menos 14 guitarras fueron quebradas en hombres que no le correspondían o la estaban insolentando. Ahí se desataba.

Una actitud rockera mucho antes del rock
-Claro, ella vendría siendo la maestra de los rockeros. Hay una famosa, con este pintor…

Julio Escámez, del cual se enamoró hasta las patas.
-Todo el mundo se enteró de esa pataleta. Porque, además de pegarle con la guitarra, tiró por la ventana el colchón en que habían hecho el amor y lo quemó. Pero ella se enamoraba todo el tiempo. Era una mujer que no podía vivir sin amor. Hay dos cosas sin las que Violeta no podía pasar el tiempo: sin cantar y sin un hombre a su lado haciéndole el amor. Las noches debía pasarlas con ese hombre, atrincada y apretujada a él.

¿Usted le conoció algún pinche?
-Varios. Tuvo un montón de pinches. En su primer viaje, cuando sube al barco y deja a su marido a cargo de los niños en Chile, al poco tiempo ella se siente bastante decepcionada y despechada, porque la trataron de rota en muchos lados, entonces, inmediatamente se buscó al enfermero para pasar la pena. Ya en Europa se encontró a un español, Paco Ruz, otro gran amor de ella. Y siempre eran menores que ella, fue un gusto que se dio, como buena mujer de campo que no le importaba la edad.

“VIOLENTA” PARRA

 

Usted al comienzo del libro, hablando como Violeta, dice: “he quedado satisfecha y emocionada con las mentirillas piadosas con que me alaban y describen”. ¿Cuáles serían esas mentirillas?
-Por ejemplo, decir que no tuvo los grandes amores que sí tuvo, que nunca hablaba cochinadas, ¡mentira total! La mitad de lo que hablaba Violeta era a base de impertinencias y cochinadas. Era tremenda, hasta daba miedo cuando se enojaba. Matilde Urrutia, por ejemplo, después de haberla ido a ver, me dijo “oye, qué manera la Violeta de tratar a sus hijos, vi cómo al Ángel, le daba de patadas y los arrastraba por el suelo porque se había puesto insolente”.

En una parte en su libro, describe cuando le pega porque lo pilló durmiendo en su cama.
-Claro. Violeta era una madre muy especial. Debe haber sido difícil haber sido hijo de ella. De repente los abandonaba, otras los besaba, los acariciaba, los adoraba, pero de repente andaba en otra y no los pescaba.
No era un amor constante, parejo, de una madre siempre tierna. Era iracunda y tierna a la vez.

Pero esa manera quizás venía de su padre. Usted también narra otro episodio de violencia que él tuvo con una de sus hermanas…
-Eso fíjate que no lo contaron nunca. Lo de la hermana anormal, de la “yuquita”, me lo contó Nicanor Parra y me lo aseveró después el Canarito. El padre era un vividor, farrero, le encantaban las cantinas, se pasaba las noches en chinganas. Para la madre debe haber sido bastante complicado. En ese momento, ella tenía una guagua en brazos, que era la “yuquita”, y arremetió contra él cuando llegó tarde. Y él la empuja, la tira para un lado y se le cae esta guagua de los brazos. Se golpea en el brasero y queda retardada para siempre. De eso yo no sabía nada. Era un secreto. Y los hermanos se reían de este bultito, en fin, que jugaban con esta hermana, todas estas cosas que cuento en el libro y que son bastante patéticas.

Con todo esto que me cuenta, no creo que a los hijos de Violeta les guste su libro. Tengo entendido que a la propia Isabel no le agradó…
-No tengo idea. Mi relación con los demás Parra ha sido muy buena. Las hijas de Ángel, sobre todo Javierita fue la que me proporcionó el cuadro con el que hice la tapa del libro. Ahora no sé si les vaya a gustar el libro.

Con las entrevistas que hizo, podría haber hecho una biografía no novelada. ¿Fue para evitarse posibles problemas legales con la familia?
-Sí, puede ser también. Aunque además me interesa la ficción, dentro de la historia, porque ayuda mucho más a comprender al ser humano y lo que está detrás del personaje: sus sueños, decepciones, lo que comenta la gente alrededor de ella, lo que uno además percibe o siente del personaje.

LA CARTA

 

En el último capítulo del libro, usted care palo le manda una carta escrita supuestamente por Violeta a Nicanor, donde le exije que dé a conocer la última carta de ella: “Con esa carta, darías a conocer a la rabiosa, hocico caliente de tu hermanita, y mi fama que no fue entre las mejores estando entre ustedes, echaría abajo la gloria en que me convirtieron después de muerta”. ¿Cómo toma esta carta el antipoeta?
-Se la mandé por correo certificado hace unos cinco meses, donde le digo también en privado que si a él le parece que no deba publicar esta carta, que me lo diga y no la publico. Pero si él se queda callado y no me contesta, quiere decir que la puedo publicar. No me contestó nunca. Pienso que en el fondo, tratando de meterme en el cerebro no fácil de Nicanor, le debe parecer bien que Violeta le haya escrito esta carta.

Y usted qué sabe de esa carta final, ¿es tan terrible como muchos piensan?
-Hay varios, que no nombro en el libro, que han leído la carta. Según ellos, es terrible. Y aún, uno de ellos, un connotado profesor amigo de Nicanor, le dijo a él que por último le encontraba razón, que más valía no publicarla. Dicen que Violeta decae como personaje si nosotros conocemos esa carta. Habla demasiado mal de la familia. Era una carta muy decepcionada del mundo que la había rodeado y querido. Ella se sintió abandonada en ese momento, no comprendida, fracasada, que no le daban la mano, que no la acariciaban y que no la ayudaban económicamente. Porque estaba muy endeudada y la presionaban por todos lados para que pagara. Ella sintió que el poder y la riqueza le habían dado la espalda. Ese peso termina por aniquilarla. Además del amor no correspondido de Gilbert.

¿Usted cree, como dice en la carta suya, que sus hijos se aprovecharon y sacaron provecho de su legado? Incluso, se han cambiado el apellido
-Todos se aferraron a ese apellido, es un lindo apellido por lo demás, que produjo grandes talentos también dentro de la familia. Dejémoselo a los Parra y que le sigan sacando provecho, porque no ha sido fácil el destino de ellos tampoco.

Usted estuvo con Violeta quince días antes que se pegara el tiro. ¿Cómo la vio?
-Llevamos nuestras amistades a la carpa. Había muy poca gente. Hace rato que no estaba entrando nadie por la lejanía del lugar. Nos convidó a tomarnos el último trago, como decía ella. Estaba metida en la cama con zapatos y tapada con esas colchas lindas que hacía ella. Estaba triste, pero la hicimos reír. Pero ella aparentaba, cantaba, hasta bailó una cueca. Se forzaba, pero la cosa estaba demasiado mal para ella. Lamentablemente, nadie captó eso y terminó matándose.
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YO, VIOLETA
Mónica Echeverría
Plaza Janés, 2010,
200 páginas, $9.500

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