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Opinión

8 de Noviembre de 2010

El desempleo oficial y el desempleo clandestino

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Por Gonzalo Durán Sanhueza*
El viernes pasado el gobierno celebró con bombos y platillos la reducción en el desempleo nacional. Según la última medición del INE, cerca de 624 mil personas están hoy sin trabajo y disponibles para comenzar si se les presenta una oportunidad. Se trata de un 8% de desempleo oficial, muy lejos de la barrera sicológica de los dos dígitos y en un momento de alta euforia gubernamental, pues el país crece y en lo que va del año se han creado 287 mil puestos de trabajo.

Ahora, lo recomendable sería aprovechar estos buenos momentos justamente para analizar la situación del trabajo en Chile con la complejidad y profundidad que se requiere. Pues en ese feliz 8% no se están contando otros dos grupos de la población que podríamos llamar “desempleados clandestinos”. Nos referimos, en primer lugar, a aquellas personas que trabajan medio tiempo cuando están disponibles para trabajar tiempo completo. Y también a aquellos “desalentados” que se cansaron de buscar trabajo, pero que si les ofrecieran un puesto y un contrato les cambiaría la vida.

De acuerdo a los datos del INE, ambos grupos suman casi 500 mil personas a nivel nacional, y si se los contara en la cifra de desempleo, ésta sería mucho mayor. Ya no se estaría frente a un 8% sino a un 13,2%. Ya no se hablaría de 624 mil desocupados sino de más de un millón.

Ese es el cuadro nacional. Y en algunas regiones es aún peor, en Valparaíso la tasa no es 9,4% sino 15,3%; en la Araucanía no es un 8,3% sino 18,6%.

En los países desarrollados estos grupos se miden y se diseñan políticas para ellos, pues son cada vez más numerosos. De hecho, para que Chile ingresara a la OCDE, el INE tuvo que actualizar su encuesta de empleo y diseñar preguntas para incluir a estas personas. El problema es que no se informa de esto. Y no se informa porque al gobierno no le conviene reconocer que hay más desempleo. Esto pasa hoy con Piñera, pero podría pasar perfectamente mañana con la Concertación.

En esto hay razones políticas, pero también financieras. Nuestro país tiene una ley que inyecta automáticamente recursos en aquellas comunas que superan los dos dígitos en su tasa de desempleo. Es evidente que contar más desocupados afecta entonces el presupuesto y los planes optimistas de La Moneda. Pero hay que incorporar estas nuevas variables. De lo contrario lo que se está incentivando es un optimismo burbuja, que descansa básicamente en grupos crecientes de familias que se endeudan y se las arreglan apenas para llegar a fin de mes.
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* Economista PUC, Investigador de la Fundación SOL, www.fundacionsol.cl

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