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Opinión

13 de Noviembre de 2010

Soledad Latorre, sobrina de Karadima: “Creo que pueden haber muchas víctimas más”

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    Foto: Alejandro Olivares

Soledad Latorre es sobrina en segundo grado del famoso cura de El Bosque. A los doce años, cuando su familia regresó de Suecia, conoció al sobrino de su abuela. En su parroquia hizo la Primera Comunión y su hijo fue bautizado allí. Hoy se siente “traicionada”.

“Estoy convencida de los testimonios y creo que pueden haber muchas víctimas más. Por la forma de abuso que se describe, esto pudo haber partido mucho antes y durar hasta después del 2005. Creo también que en su círculo religioso más cercano hay un alto riesgo que más de alguno también haya sido víctima de abusos, algo que nunca vamos a saber”, dice.

Cuando empiezan las denuncias contra tu tío, ¿te hacen sentido?
Todo el sentido.

¿Por qué?
Trabajo en este tema, tengo una aproximación teórica al fenómeno y no solamente al abuso: también a todo lo que es una estructura que genera y sostiene una dinámica de este tipo. Cuando supe, no puedo decir que lo suponía de antes, sería mentira, pero sí que fue como las piezas de un rompecabezas que a uno se le ordenan.

¿Por qué?
Empecé a reconocer o a relacionar actitudes, conductas, que eran de un ejercicio abusivo del poder. Y cuando alguien ejerce el poder de manera abusiva da lugar a distintos tipos de prácticas, de control, de sometimiento; dentro de ellas, pudiese caber el abuso sexual.

¿Qué conductas abusivas?
Particularmente, lo que me causaba mucho malestar -pese a que no me afectaba directamente- era que lo veía siempre con este séquito de jóvenes, que los veía muy sometidos a él, incondicionales. El cuestionamiento que me hacía era “bueno, ¿estas personas tienen vida, cómo puede ser que jóvenes buenos mozos, exitosos, todos profesionales o estudiantes estén al alero de una persona hasta qué extremo?”. Dentro de ese qué extremo no pensé que pudieran haber de abusos de práctica sexual. Pero también cuando alguna vez en mi familia se comentó, esto en el plano de broma, más de alguna vez dije sí, puede ser, por qué no. Él tiene la postura de una persona endiosada, no es un líder en el que vea argumentos, posturas, una cierta ideología; él toma la Biblia, la figura de la virgen, su relación con el Padre Hurtado, vínculo del que ha hecho bastante ostentación y la cantidad de vocaciones religiosas que ha incentivado. Nunca sentí del punto de vista de sus discursos que hubiera un aporte, una propuesta.

Nada muy elaborado.
Nada muy elaborado. Genera y generaba bastante adhesión, devoción, incondicionalidad. Por ejemplo, una de las cosas que me llama mucho la atención es que sus propios hermanos no lo llaman por su nombre sino que le dicen “El Padre” o “El Santo”, cosa que ahora me choca mucho.

¿La familia lo llama así? ¿El Santo?
El Padrecito. A más de alguien escuché eso, no es lo más común. Pero sí el Padre Fernando. Pocas veces por su nombre y con un halo de santidad, de superioridad.

Es un gallo de mucha plata, también.
¿Sí?

Eso se ha visto. Un tiempo se investigaron donaciones, préstamos.
¿Qué conocimiento pude haber tenido de sus recursos? Siempre a lo lejos. Creo que él y su madre fueron figuras muy apegadas a lo material. Yo puedo decir que vi harto lujo y harta ostentación.

¿Cómo?
Estuve más de una vez en casa de mi tía Elena, la casa anexa a la parroquia. Mi tía siempre tenía todas las comodidades y lujos que puede tener una persona que era muy reina, no era una mamá cualquiera, tenía todas las comodidades. Tenía una persona de servicio, sabiendo que no era una persona que contara con recursos propios…

¿No es gente de plata ésta?
No, la familia de mi abuela diría que es una familia con un nivel cultural alto pero no económico, más bien es una familia que se ha empobrecido, que en su minuto puede haber tenido cierta alcurnia. No sé exactamente cómo era la familia por el lado Karadima. Pero me da la idea que los recursos, o lo que uno ve, no se condicen con el patrimonio real familiar. Creo, y podría decir sin temor a equivocarme con los antecedentes que hay, que ha habido un enriquecimiento a propósito de este cargo, a través de las donaciones que él ha recibido, gestionado.

¿Qué lujos se daba?
Viajes. Yo me enteraba porque mi abuela me contaba ‘mira, tal regalo que me trajo Fernando en el último viaje’. No sé dónde eran los viajes, no sé quién los financiaba.

¿Cómo describirías el perfil de Karadima?
No es mi especialidad describir a abusadores sexuales pero creo que él reúne varios de los requisitos en términos de cómo se posiciona frente al mundo; hay una grandiosidad, un narcisismo en sentir y sostener que es dueño de una visión de mundo más válida que la de otros. Más que un abusador sexual, lo veo como una persona que ejerce dominio y control sobre las mentes de las personas, y que dentro del sometimiento que crea –que es bastante parecido a un líder de secta-, caben distintos tipos de abuso: negación de los otros, postergaciones. Creo que reúne gran parte de ese perfil, de ser una persona significativa para ellos, creíble, una figura de autoridad, de la cual se fue generando una cierta dependencia. Él se posiciona como el abusador capaz de hechizar a sus víctimas. Si me dedico a escuchar los relatos de las víctimas, hubo un proceso de ese tipo: el desconcierto, el quiebre, un ingreso a la subjetividad que hace posible estas prácticas. Lo más llamativo es el silencio que viene después y la forma en que se sostiene por años. Es un tipo de abusador sexual que con el cargo que tiene, su investidura, su halo de santo, confunde a las víctimas, las hace pensar que ellos son los responsables, que ellos cometieron pecado. De ahí la gravedad que los mande a confesarse con un sacerdote. Es una estrategia muy común en los abusadores sexuales de liberarse de la responsabilidad.

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