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Opinión

8 de Marzo de 2011

Cuba: Entre socialismo y mercado

El proceso de cambio en Cuba ha dado vida a análisis muy radicales, donde una parte de la izquierda denuncia la traición al socialismo, y cierta derecha aclama el fracaso del régimen. Vistas desde aquí, las cosas no son más sencillas, sino todo lo contrario.

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Por Roberto Savio (*)

Desde que Raúl Castro ha tomado el comando, en julio de 2006, su principal preocupación ha sido tener cifras confiables sobre la economía. En una reunión del Comité Central, llegó a decir “yo no soy tan bueno como mi hermano” y que a partir de ahora, admitió que  había que tomar en cuenta la realidad.

En efecto, los datos que manejaba Fidel eran los que sus asesores le fabricaban, para un mundo ideal en el que creía firmemente.

El resultado: no hay recursos para seguir dando gratis a 12 millones de personas educación, salud, vivienda, electricidad, agua, almuerzo al trabajo y una libreta para algunos alimentos. Cuba no tiene industrias significativas; el 50% de las tierras útiles están ociosas y el único mineral, el níquel, ya está vendido a Canadá, en base a un pésimo acuerdo hecho hace tiempo. Se ha descubierto petróleo, pero no hay recursos para explotarlo inmediatamente. El bloqueo norteamericano, si bien extraordinariamente exagerado en sus alcances, tiene un impacto real sobre el turismo. Cuba exporta servicios, sobre todo médicos, a cambio de petróleo venezolano.

En consecuencia, se están debatiendo a lo largo del país unos “lineamentos para el plan quinquenal”, que serán adoptados en el Congreso del Partido Comunista (PPC) en abril. El debate ha creado un clima de franqueza, críticas y propuestas, que de por sí es una novedad absoluta. Resta saber cuántas modificaciones serán introducidas en el texto original que circula.

Los lineamentos implican un valiente esfuerzo para mantener un cuadro socialista, aceptando la nueva realidad, Se insiste que Cuba sigue siendo socialista, pero se reconoce que se necesita mayor productividad, correcciones, y utilizar el aporte individual de los ciudadanos.

Entre varias ideas, creo que las más importantes son tres. Una: el PPC dejará la dirección y producción económicas, que será responsabilidad del Estado. Dos: el Estado descentralizará a todos los niveles posibles, buscando en el proceso cortar costos y eliminar derroches. Tres: el ciudadano se transformará en un motor del crecimiento económico, tomando iniciativas “por cuenta propia”.

El “cuentapropismo” es la gran novedad. No es una apertura a la creación del sector privado, sino a que los individuos puedan ejercer actividades económicas (no empresas), y organicen cooperativas de primer y hasta de segundo nivel (compra y venta de servicios comunes).

Esto se acompaña con la reducción del sector estatal, que hasta ahora era el único empleador. Serán despedidas, se dice, hasta 1.300.000 personas, que supuestamente se transformarán en cuentapropistas.

Del total, 500.000 ya se están despidiendo. En mis viajes por el país, estimé que los recortes del personal de hoteles, jardines botánicos, etcétera, se situaban en 20%. El Estado está otorgando licencias comerciales a todos los que la piden. ¿Cuántos despedidos sabrán transformarse en empresarios individuales, sin un plan de microcréditos (porque no hay recursos) y sin acceso a materias primas (escasas y de difícil importación)? Está por verse.

En mis encuentros con teóricos del PPC, se enfatizó que Cuba dejaba el centralismo democrático, herencia soviética, para construir un camino socialista propio, la descentralización democrática y socialista. Las decisiones se tomarán a nivel de base, y la gente tendrá mayor responsabilidad en el recorrido del camino socialista. Pero en el nuevo Plan Quinquenal los recortes a nivel local serán parte de la planificación central.

Algunas conclusiones me parecen indiscutibles. Se ha iniciado en Cuba un clima de debate y franqueza sin precedentes. No se abre un sector de empresas privadas, pero se introduce un cierto nivel de mercado. Y mientras se busca atraer inversiones extranjeras, se anuncian rigurosos y duros controles (no es la mejor manera de atraerlas). Por el momento, lo del “cuentapropismo”, generado por los masivos despidos, se supone sea el mecanismo para amentar la producción reduciendo costos.

Claramente este es el resultado de un compromiso entre dos alas del partido y del gobierno: la ortodoxa tradicional, que hubiera querido mantener este sistema que tiene más de 50 añosy que frente a la realidad acepta dar algunos pasos hacia la competitividad y eficiencia en la búsqueda de una salida de la crisis,  y el ala reformadora y modernizante. Muchos dicen que de esta manera la vieja guardia (que en unos ocho-diez años habrá desparecido), busca cambiar lo menos posible para que su mundo perdure mientras vivan.

Creo que este es un proceso irreversible. La mayoría de los cubanos han visto lo que pasó con la caída del comunismo soviético y la llegada de los Yeltsins. Saben que tras el comunismo sobrevendrá el capitalismo más salvaje, con un elemento adicional muy cubano: hay cerca de dos millones de cubanos en Florida, todos ferozmente competitivos, en su mayoría republicanos de derecha, con capitales y un gran sentido de revancha que alimentan desde su salida de la isla. Un ejemplo: en Miami hay 12 estudios de arquitectura, con el mapa de La Habana dividido en 12 secciones, que ya tienen lista la repartición de la ciudad para una gran operación inmobiliaria que la transforme en una copia de Miami. Para hacerlo, cuentan con el dinero y el know-how

En cambio los cubanos de Cuba, que no cuentan ni con capitales ni con la experiencia de una sociedad capitalista, temen que los cubanos de Miami vuelvan, recuperen sus casas y sus bienes (desplazando a muchos que no sabrán donde ir) y se apoderen de la economía isleña en nombre de la democracia, la modernidad y del famoso libre mercado.

Habrá que olvidar los libros a 25 centavos y el cine a 10 centavos, así como del ballet,  los museos,  todas las manifestaciones artísticas y deportivas, la asistencia médica,  la educación, todas actividades  prácticamente gratuitas. Los cubanos ganan actualmente  casi 40 dólares mensuales. Cuando deban pagar los precios reales de las cosas, los jubilados se van a morir de hambre. En  poco tiempo, los cubanos pasarían de pobres a miserables.

Pero, Raúl tiene razón. En 1932, sin carreteras y con bueyes como transporte y 4 millones de habitantes, Cuba producía 8 millones de toneladas de azúcar. Hoy, con 12 millones de habitantes e infraestructuras modernas, solo llegan a 1 millón y medio. Antes de la revolución, había 6 millones de personas y 12 millones de vacas. Hoy es al revés. El 80% del material de construcción se importa,  así como el32%de los alimentos. Simplemente no hay dinero para continuar con la quimera de la revolución.
Nadie puede prever que pasará. Con suerte, quedarán algunos sectores socialistas y los sufrimientos serán menores. Pero el nuevo socialismo significa que la inmensa mayoría tendrá que aceptar ser realmente pobre, y esto, con las imágenes que vienen del sueño americano desde solo 90 millas, no es posible.

La ironía es que todo esto acontece justamente cuando el mito del sueño americano está en declive, lento pero irreversible, bajo los golpes de la realidad económica de Estados Unidos. Sería interesante volver a analizar la situación en 2016, al concluir el plan quinquenal, y ver donde estamos…

(*) Roberto Savio, publisher de OtherNews. Fundador y presidente emérito de la agencia de noticias Inter Press Service (IPS).

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