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Opinión

25 de Mayo de 2011

Como pañuelos

Foto: Alejandro Olivares De acuerdo, la muchedumbre atrae a tipos demenciales, con el alma enfurecida, tipos a los que cuesta entender, que disfrutan del destrozo y el enfrentamiento, para los que el Colo Colo, los derechos humanos y las demandas ciudadanas son la misma porquería congregadora donde es posible dar rienda suelta al salvajismo. Mientras […]

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Foto: Alejandro Olivares

De acuerdo, la muchedumbre atrae a tipos demenciales, con el alma enfurecida, tipos a los que cuesta entender, que disfrutan del destrozo y el enfrentamiento, para los que el Colo Colo, los derechos humanos y las demandas ciudadanas son la misma porquería congregadora donde es posible dar rienda suelta al salvajismo. Mientras más desvinculados permanezcan los distintos grupos sociales, más fácil que algunos se desprendan.El lumpen tiene su propia doctrina; en ella impera la destrucción. Lo que surge es enemigo, indigno, está podrido en la matriz. No hay diálogo posible, porque ellos están fuera de la lengua.

Salvo en Valparaíso para el 21 de mayo, donde parece que se congregaron como los boyscouts en un jamboree, no han alcanzado a opacar la intensidad y el valor de las últimas manifestaciones callejeras, a pesar de concentrarse siempre la noticia en los destrozos. En todas ha primado la calma y el ánimo cívico; de lo contrario no se entiende que asistan familias enteras. Lo que ha movilizado a toda esta gente –en torno a los 40.000 en Santiago el viernes 20, y muchos más a lo largo de Chile–, está en las antípodas de la violencia del lumpen.Yo vi a la multitud levantar las manos y agitarlas abiertas como pañuelos, cuando un grupo de encapuchados comenzó a patear las rejas.

Pobre carabinero herido, lo desnucó un skate proveniente del infierno. En EE.UU a cada rato entra un loco con metralleta a matar escolares en un colegio. Pero esto no tiene nada que ver con las marchas que, dicho sea de paso, han demostrado ser una manera efectivísima de hacerse oír. Varios de los temas que se discuten hoy han sido impuestos a grito pelado: que se asuma la necesidad de una matriz energética planificada, el debate –llevado payasescamente por el Ministerio del Interior– sobre la utilización de bombas lacrimógenas en las protestas, el tipo de línea de transmisión eléctrica.

El gobierno ha convocado a un “panel de expertos” –qué título más insoportable–, para decidir la fórmula a seguir. Es de suponer que mientras no se decida el plan, evitarán cualquier decisión aislada, y que no todos los “expertos” serán de la misma escuela, y que si se toman el asunto en serio, el debate debiera ser duro. De lo contrario, no pasará de tongo, y el gobierno se habrá anotado un nuevo poroto en la cuenta de la desconfianza pública, como en el caso de las bombas lacrimógenas, harto más reales éstas que las del otro caso bombas, donde se dijo una cosa y al ratito se estaba declarando la contraria.

Para muchos, esto de las torres multifuncionales a cargo del Estado no es más que un modo de llevar adelante Hidroaysén. Han dicho en todos los tonos que apoyan el proyecto. Lo importante es que la discusión está. Yo no sé hasta dónde llegue la fuerza del movimiento ni si será posible que continúen cuajando sus distintos ingredientes más allá de las organizaciones existentes. Ya se puede decir que algunas de sus causas han filtrado partidos de la Concertación y de la Alianza.

En la Concertación, hay varios que se están comiendo sus palabras, mientras otros las siguen defendiendo a rajatabla. Por sus bordes, convicciones nuevas amenazan con el virus de la descomposición. Hoy por hoy, entre los maquineros, el mayor aglutinante sospecho que se llama Michelle Bachelet. Para este viernes ha vuelto a convocarse una marcha.El intendente quería prohibirla, pero Hinzpeter lo desautorizó. No está el horno para chambonadas autoritarias.

El ministro no quiere, sin embargo, soltar las calles. La ley que regula la utilización ciudadana de los espacios públicos proviene de la dictadura. Los gobiernos posteriores nunca la cambiaron, a pesar de su origen e inspiración antidemocrática. ¿Cómo se decide a quién se autoriza, y a quién no, para reunirse en las avenidas, asumiendo que se trata de convocatorias pacíficas? ¿Bajo qué criterio se decide? ¿Por qué habrían de hacerse cargo los convocantes de aquello que suceda con los enemigos de su causa? ¿Acaso por haber curas pedófilos se le debiera prohibir a los sacerdotes acercarse a un niño?

Ahí debieran estar los carabineros, para cuidar a los manifestantes de aquellos que también los ponen en peligro. Asegurar que estamos ante las demandas de un grupo de violentistas, no sólo sería mentir, sino insultar la vocación de miles de ciudadanos preocupados por su comunidad.

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