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Cultura

17 de Junio de 2011

“En mi familia había gente que no creía a los niveles que llegaba la dictadura”

Se fue al exilio. Volvió. Se fue a Europa. Volvió. En 1984 Óscar Navarro comenzó a salir a la calle con su cámara, sin credencial. Escuchó de un grupo de jóvenes que se reunían para sacar fotos. Se trataba de la Asociación Gremial de Fotógrafos Independientes (AFI). Luego, fue a una reunión, llevó una carpeta […]

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Se fue al exilio. Volvió. Se fue a Europa. Volvió. En 1984 Óscar Navarro comenzó a salir a la calle con su cámara, sin credencial. Escuchó de un grupo de jóvenes que se reunían para sacar fotos. Se trataba de la Asociación Gremial de Fotógrafos Independientes (AFI).

Luego, fue a una reunión, llevó una carpeta con fotos e ingresó.

A partir de ese momento, Navarro pasó a formar parte de la AFI, una asociación que ya no existe y que fue retratada por Sebastián Moreno en el documental “La Ciudad de los Fotógrafos”.

-¿Qué signifcó ser parte de esa generación?

Creo que no le tomamos el peso, éramos todos cabros idealistas no más que teníamos el sentimiento de un deber como comunicadores. En el documental, dejo muy claro que para mi la fotografía se convirtió en un arma, la cámara era realmente un fusil y la imagen era una tremenda bomba, lo cual se notó cuando nos prohibieron las fotos, que para mi fue un tremendo orgullo. Ver las revistas sin fotografías nos decía abiertamente que estábamos dando en el clavo y que estábamos haciendo el daño que queríamos hacer y que teníamos que salir adelante.

-Tú estuviste preso también…
En el año 85’. Estaba esperando al veedor de las Naciones Unidas para los derechos humanos, hizo una conferencia de prensa en la Vicaría de la Solidaridad. La vicaría era como la oficina. Nosotros teníamos un grupo que se llamaba “Cono Sur”, hicimos una especie de agencia periodística. Estábamos en la Vicaría en esta conferencia de prensa y salímos y había una manifestación de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos, que iban con sus letreros de su gente desaparecida y en eso se dio la coyuntura. Estábamos tomando fotos, llegaron los pacos con mucha violencia, empezaron a patearnos muy solapadamente por abajo, las canillas y de repente agarran a una amiga, la agarran de las mechas y yo salí en su defensa y caímos los dos. Nos pasaron por fiscalía militar, nos acusaron de agresión y ofensa a carabineros.

-¿Nunca te arrepentiste de haber estado ahí?
Jamás. Ni ahora ni nunca, al contrario. Creo que nunca le tomamos el peso a lo que estábamos haciendo, o sea yo creo que era algo muy hormonal, el salir a emocionarse, ver cómo iba en aumento este levantarse del pueblo. Realmente fue muy hermoso ver todo el proceso y el haber sido partícipe, de haber estado presente y saber cómo marcamos a toda una generación, a toda una época. En mi misma familia había gente que no creía a los niveles que llegaba la dictadura, a mi me desheredaron, porque mi familia era media burguesita. Mi abuela me desheredó porque le dije: “Con la metralleta en la raja todo el mundo trabaja po’ abuela” y se me anduvo ofendiendo y me desheredó porque no creía que realmente había un sistema opresivo del nivel que estábamos viviendo en la dictadura.

El mártir

El 6 de julio de 1986, el fotógrafo Rodrigo Rojas De Negri y la estudiante Carmen Gloria Quintana fueron quemados vivos por un grupo de militares en medio de una manifestación en Estación Central. Dos días más tarde, Rodrigo murió a los 19 años. Fue el único mártir de la AFI y paradójicamente era el más joven del grupo.

-Qué te pasó cuando murió Rodrigo Rojas?
(Se queda en silencio por un momento) Nosotros teníamos muy claro que en cualquier minuto nos mataban, no salíamos a jugar a las bolitas, piensa que estábamos todo el día en la calle y en algunos minutos de nuestra historia era todos los días. Del centro nos íbamos a la población, de la población nos íbamos a la otra población, nos quedábamos a dormir en las poblaciones. Balas no sé cuántas veces las habré sentido al lado de la oreja. Sabías que te estaban disparando a ti.

Está terminando la entrevista. Óscar se queda pegado.
Con respecto a Rodrigo creo que, perdona que me haya ido, bueno en el documental queda poco claro por qué yo me siento con cargo de conciencia. Yo creo que fui el último que vio como colega a Rodrigo. Me lo encontré en el Metro República y le dije que tuviera mucho cuidado, que todo el mundo rumoreaba que iban a salir los milicos, que iba a estar muy densa la cosa, que nosotros íbamos a salir en caravana desde la sede de “Cono sur” que estaba en Huérfanos, que se moviera con nosotros y que no se moviera solo ni cagando. Fue una conversación muy corta, de unos cinco minutos, máximo diez. Ahí en la bajada sur del Metro y me dijo que tenía un contacto en la población, que no le iba a pasar nada, que estuviera tranquilo. Entonces cuando digo que tengo cargo de conciencia es porque yo era más grande que él, siendo un pendejo también, tenía veintitantos años, pero Rodrigo era mucho más enano, estaba menos fogueado con todo lo que estaba pasando. Él se manejaba menos y de repente debería haber sido más drástico, haberle dicho: “Oye huevón tú no te moví solo”. Haberlo llevado a tomarse una cerveza y haberle planteado de otras forma las cosas.

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