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Opinión

29 de Junio de 2011

“Intuyo un repliegue de la reacción”

Dedicado a Paulina Wendt (“con quien moriré”) y con epígrafe de Thomas Mann (“Hondo es el pozo del tiempo”), Zurita, el libro, es el Canto General, o el Discursos de sobremesa, o el 2666, o el Umbral, o El obsceno pájaro, de Raúl Zurita. Tras años de desvelos, de obsesiva ordenación, de trabajo de chino, aparece este libro -un acontecimiento literario por donde se lo mire- que en resumido es simple: el relato de un atardecer, un anochecer y un amanecer, del 10 al 11 de septiembre de 1973. Cuando hace un año y medio Zurita terminó de escribirlo, habló con The Clinic sobre el libro, ahondando en la reserva de criminalidad latente que tiene (ver entrevista al final de esta nota). Hoy, sacado ya de imprenta por Ediciones UDP, Zurita, el autor, habla sobre todo del Chile en el que Zurita, el libro, aparece. Pero “todo se mezcla”, dice, por lo que también, inevitablemente, habla aquí del libro, de sí mismo y de la muerte: “Empieza el largo proceso de las despedidas”, dice.

Vicente Undurraga
Vicente Undurraga
Por


Foto: Alejandro Olivares

Acabas de publicar un libro de 750 páginas. Un poeta especialmente sabe que las palabras tienen sentido: ¿qué te parece la declaración del ministro de economía diciendo que lo de La Polar es como un accidente (no obstante un matiz posterior respecto a los alcances de la comparación)?
-Realmente las palabras dibujan a las personas y no a la inversa.

¿Cómo?
-Cuando uno lee una declaración o una frase, ve que las palabras crean a los personajes que las dicen. O sea, cuando el tipo dice que esto es como un accidente, está creando al personaje que tiene que decir que es como un accidente. Es la perversión radical de los significados. Cuando uno dice que vivimos en la época de la agonía de las lenguas es porque los significantes y los significados se separan. Lo del “accidente” es casi como un eslogan de la publicidad, donde nada dice lo que dice y nada nombra lo que nombra, porque la función es montar una fantasmagoría.

MARCHA EL LASTARRIA

-¿Cómo ves el país en el que se publica el Zurita?
-Este libro está pensado como si el lugar en donde emerge fuera un absoluto desierto. Ahora, la vida es tan plástica que cuando todas las señales que podía tener a mano de que efectivamente era un desierto o una derrota todo lo que imaginaste, entonces curiosamente empiezas a ver surgir en el país de nuevo signos de vida, las protestas, los estudiantes, con un nuevo impulso, y te das cuenta, con entusiasmo y con dolor, de que todo empieza de nuevo, sólo que es una película de la que tú vas a ver solamente el comienzo.

-¿En qué estás pensando?
-Es tan impresionante el dato de la muerte, no porque te vayas a morir, sino que el enfrentarte a la muerte se te impone.

-¿De qué manera?
-Empieza el largo proceso de las despedidas. Despedidas que tienen relación, por ejemplo, con ver cómo nacen nuevos niños, cómo vuelve a surgir un movimiento que te devuelve a tu propia infancia. Veo a los chicos desfilando ahora y me acuerdo de cuando yo marchaba, en el Liceo Lastarria. Esa horrible cosa que es la nostalgia hace que uno crea que su experiencia es más válida. Es una defensa de uno, porque este mundo empieza nuevamente a emerger, y se asemeja a las cosas que uno pudo vivir, pero al mismo tiempo todo es radicalmente distinto.

Entrevista Archivo The Clinic

Puedes leer la entrevista completa en la edición de la revista The Clinic hoy en todos los kioscos del país.

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