El hipopótamo Gliásik, del zoo de Kaliningrado, en Rusia, por fin se encuentra bien. Sufrió durante más de un año debido al inadecuado crecimiento de uno de sus colmillos que le dañaba la mejilla. Le dolía. Aunque cerrarle aquel desdichado colmillo no fue cosa fácil. Lo cierto es que se montó una historia casi policíaca (¿o sería mejor llamarlo comedia?) alrededor de una simple operación. Se contó con la participación de la aduana, del Control Estatal de Estupefacientes, del alcalde de la ciudad, del gobernador de la región, y de periodistas de distintos medios.
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“Primero intentamos serrarle el diente a Gliásik sin anestesia; lo atamos, pero en cuanto empezamos la operación, rompió las cuerdas y por poco se traga a nuestro veterinario”, cuenta uno de los empleados del zoo. “El hipopótamo está considerado uno de los animales más peligrosos. Es una mole de músculos del tres toneladas. Enfurecido puede destrozar fácilmente un muro de hormigón. Eso da miedo. Sabe, yo prefiero morir en mi propia cama”.
Los hipopótamos son el símbolo del zoo de Kaliningrado. En 1945, cuando las tropas soviéticas entraron en Königsberg encontraron entre las ruinas del jardín zoológico prusiano al hipopótamo Hans, con siete heridas de bala. Tras mucho esfuerzo consiguieron salvar al animal.
Hasta el día de hoy los hipopótamos han sido una de las atracciones turísticas de Kaliningrado, teniendo en cuenta que no en todos los zoológicos se pueden ver estos animales; por ejemplo, no hay ninguno en Moscú. En la actualidad Kaliningrado cuenta con tres. La mayor se llama Mary, tiene 54 años y es el hipopótamo más viejo de Europa. Junto a ella viven los esposos Milia y Gliásik.
Fue precisamente a Gliásik a quien le surgió un problema dental.
“El diente de Gliásik lleva mucho tiempo creciendo incorrectamente, pero hace dos años empezó a tocarle la mejilla y se inflamaron los tejidos blandos. ¡Un poco más, y se la atraviesa! El riesgo es que aparezca una inflamación, que ponga en peligro la vida del animal. Gliásik ya no deja que le toquen el diente, lo cual quiere decir que le duele”, comentó la zoóloga Anastasia Cherviakóvskaia.
Un catedrático de veterinaria alemán propuso cortar el diente al hipopótamo. Se dice que incluso estaba dispuesto a trabajar gratis, aunque con una condición: durante la operación había que utilizar un anestésico especialmente escogido para tal fin, ya que sólo era posible cortarle el diente a Gliásik de forma segura adormeciéndolo con un estupefaciente concreto. La cuestión es que para un animal de tres toneladas se necesitaba una gran cantidad de droga, alrededor de medio litro.
Lo cierto es que resulta prácticamente imposible pasar semejante dosis a través de la frontera; uno puede ser sentenciado a veinte años de prisión si le encuentran esa cantidad. Es más, el mero hecho de poner la inyección podría ser equiparado al tráfico de drogas. Mucha gente recuerda lo sucedido cuando se iniciaron causas penales contra varios veterinarios moscovitas inculpados por tráfico de estupefacientes. La comercialización consistía en anestesiar a un gato. En aquella ocasión se trataba de menos de un gramo…
Los funcionarios de la aduana comentaban que el animal les daba mucha pena, pero no querían arriesgarse y recomendaban pedir permisos al Control Estatal de Estupefacientes. En Control exigían cada vez más papeles y mandaban a negociar con la aduana, mientras tanto Gliásik seguía sufriendo.
Al principio, el asunto del diente del hipopótamo se debatía secretamente entre la administración del zoo y los funcionarios. La historia se hizo pública casi por casualidad. En Kaliningrado se organizó un seminario para jóvenes periodistas llamado Mediapoligón. Una de las tareas consistía en realizar un reportaje desde la jaula del hipopótamo. Como consecuencia, la trágica información sobre Gliásik fue publicada en los periódicos locales y finalmente llegó hasta la televisión central.
A partir de ahí las distintas administraciones empezaron a competir para demostrar quién tenía más compasión por el animal. Nikolái Tsukánov, gobernador de la región de Kaliningrado, prometió en Twitter que ayudaría a Gliásik, mientras que el alcalde de la ciudad, Alexánder Yaroshchuk, visitó personalmente al paciente y prometió conseguir la dosis necesaria. De manera que el hipopótamo se fue convirtiendo en un proyecto de promoción política. La gente bromeaba y decía que Gliásik estaba a punto de recibir el carnet de Rusia Unida, el partido gobernante.
Al final, la publicidad hizo efecto. Se obtuvo la anestesia y el diente fue serrado. Gliásik está sano. Está de buen humor y come con apetito.