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Cultura

13 de Agosto de 2011

“Arrendamos el hall central para hacer eventos”

Es absurdo. Me altera. ¡Un día hasta hubo un casamiento!” Desde 1998 dirige el Museo de Arte Contemporáneo (MAC), perteneciente a la Universidad de Chile, y ha debido ingeniárselas consiguiendo fondos para montar exposiciones, como la recién inaugurada, que rescata el arte experimental de los 70 y 80. Hablamos de todo esto con el artista Francisco Brugnoli, que recuerda sus años polémicos, cuando hizo una obra sobre el aborto.

Por

¿Cómo ha sido la reconstrucción del MAC?
-Se reconstruyó totalmente el 2005, pero con el terremoto se dañó el pórtico y en eso estamos nuevamente: en proceso de restauración.

Tras el terremoto del 85, se demoraron 20 años en restaurarlo. Eso demuestra el abandono total en que estuvo el museo.
-Una cosa dolorosa. Cuando se cae la fachada del museo y pasa a ser emblema del terremoto, es una tragedia. Es el colmo que tenga que caerse algo de mucho valor para que recién empecemos a pensar que eso es horrible. El Palacio Pereira se destruye a vista y paciencia de todo el mundo y no le importa a nadie.

Ahora el pórtico del MAC parece una instalación de arte con ese pasadizo de cholguán que tiene.
-Se ve bien bonito. Fue para evitar que los escombros cayeran sobre la gente. Y quedó muy bien. Pero es transitorio.

Más allá de eso, ¿cómo se reconstruye otra vez un museo universitario que recibe aportes indirectos del Estado (mediante la Universidad de Chile)? De hecho, la misma Casa Central aún no logra ser reconstruida tras el terremoto.
-Desde luego la U. de Chile es la abandonada, porque nos adherimos a su presupuesto. Cuesta recabar los fondos necesarios… La universidad se relaciona con el mundo privado principalmente por medio de la venta de servicios. Y así salen adelante.

Pero el museo no vende servicios.
-Es más dura la cosa. Tenemos un presupuesto miserable de 100 millones de pesos para los dos edificios (Sede Parque Forestal y sede Quinta Normal), lo que es nada. De hecho, ahora ya estamos en déficit. Desde que estoy he logrado incrementar el presupuesto, pero con fórceps. Cuando llegué (1998) el presupuesto era de 22 millones.

¿Qué hacía con eso?
-Nada. El museo estaba convertido en una miseria.

¿Cómo han logrado salir adelante estos años?
-Haciendo milagros. Arrendamos el hall central para eventos. Es absurdo… ¡Un día hasta hubo un casamiento! Pero ni quiero saber de esas cosas. La verdad es que me altera un poco. No por las personas que se casan o vienen a requerir un servicio, porque incluso agradecemos que nos prefieran, sino por tener que llegar a esa solución.

¿Qué muestra quiso traer a Chile y por falta de plata no pudo?
-Me habría encantado traer la Bienal de Sao Paulo pero por falta de interés del mundo privado no se pudo. De esa misma Bienal queríamos traer la obra de Sandra Gamarra y fuimos a la embajada peruana para verlo, pero nos dijeron que la traía el GAM.

EL CARNAVAL

Los padres de Brugnoli no querían que estudiara artes. Era el peligro absoluto para una familia chilena en la década del 50: “Mi familia era gente práctica, por lo tanto un hijo artista no convenía. Las mujeres podían estudiar arte, pero los hombres en ningún caso”. Entonces, entró a medicina para darles el gusto, pero a los dos años se retiró y se metió a Bellas Artes en la Chile, en 1959. Recuerda que nadie se retiraba de la universidad por falta de plata. “No como ahora que los jóvenes salen con deudas gigantescas”. Por otro lado, los profesores eran de excelencia: Matilde Pérez, Marta Colvin, Gracia Barrios, José Balmes, Eduardo Martínez Bonati, por nombrar algunos. La escuela era totalmente abierta, con espacio para todos. No había distinciones sociales. Y eso era algo muy gratificante para él.

¿Ahora cómo ve la educación?
-Hay una gran uniformidad socioeconómica. La dictadura creó una heterogeneidad bastante evidente. La educación debería volver a ser gratuita y de excelencia. Por otro lado, si son personas del sector alto las que estudian en estas universidades gratuitas, les darían la oportunidad de conocer otras realidades. No la realidad actual en que la gente de sectores altos se junta en reductos propios de ellos, en sus barrios, universidades, formando unos verdaderos guetos.

Tanto el Museo de Quinta Normal, como el del Forestal, están ubicados estratégicamente donde se juntan cientos de alumnos para protestar por una educación sin lucro.
-Desde mi oficina en el Forestal veo todo lo que pasa cuando los alumnos se reúnen en la plazoleta. Y aquí, en Quinta Normal, curiosamente se sienten más las protestas que allá. No las veo tanto, pero me llega el gas lacrimógeno. Debe ser tan grande la cantidad de gas que le tiran a los estudiantes de la USACH que me llega para acá. Tremendo.

¿Participa de las marchas?
-Pero ¡claro! Hemos estado con letreros en el MAC apoyando a los estudiantes y marchando también. Es evidente que se requieren cambios urgentes. Ir a estas marchas me ha recordado las grandes marchas que hubo para la UP: igual de masivas y con el mismo entusiasmo, energía y contenido ideológico. Al mismo tiempo veo mucha alegría y elementos de carnaval.

¿Qué le ha llamado la atención de estas protestas?
-El humor de los estudiantes, una gran arma política, cuestión de la que no hay que olvidarse nunca. Esta carrera alrededor de La Moneda la encuentro sensacional.

¿No se ha animado a correr?
-Me muero de ganas de hacerlo, pero la edad no me da para dar la vuelta completa. No llego ni a la esquina. El otro día vi en una marcha a unos alumnos con unos instrumentos de comparsa militar, venían todos bailando disfrazados de militares, era la paradoja más grande.

COCACOLA

Cuando Brugnoli estudiaba Bellas Artes en la Chile, a comienzos de los 60, descubrió los collages de Picasso y algunas cosas de Duchamp por medio de su profesor José Balmes. Y eso le cambió su manera de ver y hacer el arte. “Empecé a derivar a otras cosas, bien rupturistas, que violentaron mucho a la gente”, dice. Hizo experimentos con Virginia Errázuriz que no dejaron indiferente a nadie. Salían a buscar objetos que estaban tirados en las calles: botellas, cajas de huevo, pintura de auto, todo servía. De ahí que la prensa lo bautizara como un “artista pop”. Pero no era pop propiamente tal, sino que recogían cierta gráfica de esa época, como la de picadas de restoranes donde se promocionaban chacareros. Era un arte de hechos concretos, como le gusta definirlo a Brugnoli. Sus obras solían causar polémica, como “El aborto” (1969), que actualmente se exhibe en la muestra “Chile años 70 y 80: Memoria y Experimentalidad” y que da cuenta de la ambigüedad de la prensa al tratar la muerte de una mujer practicándose un aborto. “Quise introducir la ambigüedad completa, porque claramente el tema era bastante ambiguo. Era un crimen, pero también un derecho de la mujer”.

La gente se enojaba. En ocasiones, incluso, querían destruir sus obras. “La gente no toleraba que un objeto cotidiano, sacado del lavaplato, lo pusiera uno en una tela y después lo exhibiera. Eso los violentaba. No entendían que era un arte del desecho. Lo que estaba haciendo yo era llevar la cotidianidad al espacio sacrosanto. Y para ellos eso era la destrucción. Y era correcto, porque justamente lo que trataba de hacer era meterme en la escena de arte chileno con elementos que esa escena no consideraba. Yo lo veía como un cambio de percepción del mundo, ya que todos estos objetos tenían mucha organicidad.

¿Y ahora qué producimos?
-Nada. Esa es la gran ciencia. El gran descubrimiento fue la Coca Cola, que vendió aire y agua. Y listo.

¿Cómo?
-Ahora lo que compras es para desecharlo. Hay una velocidad en el uso tremenda. No alcanzas a romper una cosa cuando ya la cambias por una nueva.

Es un presente absoluto.
-De eso hablaba Jameson, de que no hay pasado ni futuro, de que vivimos en un espacio híper presente. Esos son algunas cositas que aprendimos de Pinochet, como a vivir del consumo más absoluto, porque mientras estamos preocupados de consumir no estamos pensando que los capitalistas son malos.

NIÑITAS LINDAS

¿Cómo ve el arte que se hizo en dictadura en comparación al de los 20 años de la Concertación? Dicen que estando en dictadura se produce más y mejor, como que se prende la ampolleta…
-Hay personas que sostienen eso. Fue una época en que se produjo mucho, pero nunca tanto como hoy. Los actores que estábamos presentes produjimos mucha obra. De alguna manera el arte era un canal expresivo y una manera de decir las cosas con urgencia. Con la escena expandida actual eso ya no existe, y con la neo pintura no solamente se volvió al cuadro, sino que se produjo una negación de la postura reflexiva. Hall Foster publicó un libro, que llegó a Chile en el 82, donde expone una doble tendencia en el arte actual: las formas complacientes y neoconservadoras versus las formas que conservan la mirada reflexiva y crítica de las vanguardias. Y ambas existen en el arte actual.

Hay quienes hacen cuadros para que se los compren en la Galería Patricia Ready.
-Sí, y no lo digo yo no más, lo dice El Mercurio. En las páginas sociales ves a niñitas lindas que pintan cuadros lindos para casas lindas. Ahí se está creando un paradigma, porque el mercado de artistas es tan grande que cuesta tener trabajo y no es tan fácil la cosa. Y los jóvenes dicen ¿qué hago para vender? Y terminan haciendo cuadros para las galerías de allá arriba, generando un paradigma negativo. Pero al mismo tiempo apareció en los 80 el discurso de Benmayor, que decía ¿por qué no ser feliz pintando? Por decirlo de una manera violenta, hay un libremercadismo del arte, un eclecticismo, donde todo vale. Se hacen muchas cosas, lo que es bueno pues se señalan nuevos caminos, pero se echa de menos una mayor importancia de la reflexión. Hay demasiado hedonismo en la producción de arte actual. Y no es que esté en contra de que la gente sea feliz, pero ser feliz sin pensar me parece muy triste.

Ahora que se murió Claudio Bravo, el artista cortesano del poder, ¿qué nos queda?
-Una mayor libertad en un paradigma que no era muy saludable.

¿Y qué le parece el Fondart?
-Es un aporte interesantísimo para el desarrollo de las artes en Chile. Lo malo es que se ha convertido en un formulario que no atiende a la realidad del proceso creativo. Porque nunca el proceso creativo es preformulado: tiene accidentes, aperturas a nuevas líneas, otras direcciones que no toma en cuenta el fondo.

¿Se la juega por un nombre para el Premio Nacional?
-Me aburrí de tener candidato y no achuntarle. Entonces, en este momento estoy dispuesto a apoyar a tres: Matilde Pérez, Ximena Cristi y Eduardo Vilches, artistas que han trabajado rigurosamente por mucho tiempo y han dejado escuela.

Por último, ¿leyó la carta que anda circulando y que pide que usted renuncie por la exposición actual del MAC, alegando que faltó incluir el muralismo en la mustra de arte setentero y ochentero?
-Faltaron mucha cosas, pero esta muestra tampoco pretende ser antológica. Desde luego que falta el muralismo, la APJ (Agrupación de Plásticos Jóvenes) hizo cosas mucho más interesantes, pero tenemos a Víctor Hugo Codocedo, uno de sus líderes, en esta muestra. Nosotros queremos hacer un llamado sobre el arte experimental en Chile, tengo entendido que es la muestra más completa que se ha hecho. Pero así y todo nos faltó.

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