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Opinión

19 de Agosto de 2011

Mapa retórico del Chile movilizado

Foto: Alejandro Olivares La funcionaria de gobierno que citó a Pinochet para descalificar el movimiento estudiantil (“Matando a la perra se acaba la leva”), dio justo en el deseo latente (ya manifiesto) del sentido común de derecha. Ahora, como juego de palabras no es un mal chiste, basado, eso sí, en una cita perversa. Los […]

Marcelo Mellado
Marcelo Mellado
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Foto: Alejandro Olivares

La funcionaria de gobierno que citó a Pinochet para descalificar el movimiento estudiantil (“Matando a la perra se acaba la leva”), dio justo en el deseo latente (ya manifiesto) del sentido común de derecha. Ahora, como juego de palabras no es un mal chiste, basado, eso sí, en una cita perversa. Los clásicos del pensamiento revolucionario nos enseñan que el fascismo es una estrategia de la burguesía cuando ésta se ve acorralada. La reacción criminal aún no se expresa con fuerza, pero se está larvando. Hay que imaginar la nostalgia de la intervención militar que expresan los enunciados que llaman al orden o que le temen a la ingobernabilidad (Zalaquet y el mismo Frei). Yo creo que a nivel interno la derecha está aburrida del “marxismo cultural” (muy buena noción que la ultraderecha confunde con el progresismo), para usar la expresión del noruego fascista Brewick, que entre otras cosas posibilita la unión civil entre homosexuales y la misma movilización social. El placer de matar al otro, al cerdo, al equivocado, al “inútil subversivo”, es patrimonio de esa patología tan bien descrita por el mejor cine italiano (Fellini y Bertolucci).

En este contexto conviene hacer una especie de mapeo de las consignas y frases utilizadas en las marchas estudiantiles, algo como un análisis de la retórica política que dé cuenta de la situación del deseo en el panorama público, lo que va mucho más allá que la cosa meramente educacional. Es, también, tomarle el pulso a una subjetividad que no tenía lugar y que ahora se instala con absoluta legitimidad. ¡Cuándo nos íbamos a imaginar que las estupideces que escribíamos en esta columna hasta hace muy poco tiempo, me refiero a esa jerga incendiaria y anti concertacionista, contarían con tanta validación en este periodo convulsionado, dejando de ser un mero delirio de bolchevique nostálgico!

LA CALLE VOCIFERANTE
“De la sala de clases a la lucha de clases” es una de las tantas consignas que han sonado este último tiempo en la calle. Esta la traigo a colación porque es más ideológica, y porque tiene esa cosa radical que la convierte en poco táctica, pero también nos recuerda algo de las frases tan bien urdidas del Mayo 68 parisino; aunque un lienzo enorme en un edificio emblemático nos recordaba un hecho espectacular ocurrido un año antes, el 67: “Chileno: 44 años después El Mercurio aún miente”. En este punto es necesario recordar que la toma de la casa central de la Universidad Católica, que nos recuerda este enunciado, fue un acontecimiento político clave. Y fueron jóvenes pituquitos, parecidos a los de ahora, los que decidieron un cierto curso de acontecimientos sociales y políticos fundamentales, ocurridos unos años más tarde.

También está la frase pragmática, sin lirismo, en bruto, esas como “No + lucro” o “La educación es un derecho”, o “Por una educación pública y laica”, o “Por estudiar estoy endeudado”. Todo esto junto a una puesta en escena dramática que incluye disfraces, maquillaje y coreografía, además de la música y la alegría desbordante, y el optimismo contagioso que provoca el pueblo movilizado por una causa justa. Hace tiempo que no había un consenso tan amplio en relación a un tema y, sobre todo, la certeza de que nos están cagando hace rato y que eso debe terminar. Y, por cierto, también está la frase con contenido político que va más allá de lo estrictamente sectorial o reivindicativo, aquella que alude a los cambios estructurales de nuestra república, como la que exige una asamblea constituyente y la que amplifica el conflicto a toda la sociedad: “La lucha es de la sociedad entera”, dice un lienzo enorme puesto en el frontis de la casa central de la Universidad de Chile. En lo personal me gustó una que es casi un relato: “No nos mueve hundir el Titanic, sólo repartir los botes con decencia”, tiene finura y el nihilismo necesario que neutraliza la histeria. Porque como decía Barthes: “Toda revolución lo es primero del lenguaje”. Y por eso la calle se llenó de hueveo y de figuras danzantes.

NADA ES GRATIS
Cuando Piñera responde con esa expresión de vieja cuica (o vieja culiá), “nada es gratis en la vida”, es porque le está tributando a la voluntad de castigo; porque el ciudadano consumidor (o asalariado) debe pagar por una culpa original, la de ser chileno pobre o sin recursos y de no pertenecer al orden de las familias que rigen este país. A la derecha, en general, le gusta el refrán viejo, ese que da cuenta de un acervo, de una experiencia maldita de poder, por eso el pueblo joven, en cambio, opta por la originalidad y la invención metafórica, o por la cita lúdica. El gran tema aquí, al menos para la política conspirativa, es de costos; la pregunta por quién paga el costo político del conflicto es fundamental en el mercado del análisis de contingencia.
Por eso le pedimos a Piñera que renunciara antes de asumir, ahora se lo exigimos, antes de que siga haciendo más daño. Luego vendrá la asamblea constituyente que nos va a dar un nuevo orden jurídico, lo que nos permitirá renacionalizar el cobre y asegurar una educación pública gratuita y de calidad; y haremos los plebiscitos que sean necesarios. Porque la utopía es un relato criollista que se reposiciona en nuestra narrativa.

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