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Opinión

24 de Agosto de 2011

Todavía faltan más de treinta horas

Recién comienza la noche, el tiempo en que todo está encapuchado. El paro al que llamó la CUT de Arturo Martínez no fue obedecido por los sindicatos de trabajadores. La Concertación, que últimamente no da pie en bola, se sumó como una incauta encandilada por la fuerza de los movimientos sociales. Desgraciadamente, no termina de […]

Patricio Fernández
Patricio Fernández
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Recién comienza la noche, el tiempo en que todo está encapuchado. El paro al que llamó la CUT de Arturo Martínez no fue obedecido por los sindicatos de trabajadores. La Concertación, que últimamente no da pie en bola, se sumó como una incauta encandilada por la fuerza de los movimientos sociales.

Desgraciadamente, no termina de entenderlos. Al participar los estudiantes, era de suponer que la ola vendría buena, y este conglomerado hace rato que no surfea. Pero los estudiantes fueron bastante invisibles durante la jornada.

Hubo desordenes frente a colegios o universidades, pero el movimiento estudiantil continuó latiendo por su cuenta. La convocatoria al paro ni siquiera ha tenido contenidos claros.

Era uno más de esos paros que todos los años organiza la CUT, quizás para recordarnos que aún hay organización de trabajadores, quizás para mantenerle la pega a camarillas de dudosa representatividad. Sólo que este año, así como el anterior había sido de vacas flacas, ya que el terremoto le quitó todo el piso a la actividad, éste se vislumbraba generoso, porque caía en una tierra maravillosamente abonada.

Pero la gente no es tonta. Aquí no se trata de andar derrocando gobiernos ni nada por el estilo. Eso sólo puede caber en la cabeza de histéricos o enfermos revolucionarios. Acá se trata de más democracia, y no de menos. Y el paro en curso tomó un olor a reclamo desmedido.

Aquí lo que suma es el despertar de nuevas demandas, ir cambiando el trato, igualar las posibilidades lo más posible, y también las seguridades. Que no todo lo decida la rentabilidad financiera. Pero el país no padece un estado desastroso ni nada parecido. La cesantía no tiene postrada a la población ni hay una dictadura en curso.

Cierto, el gobierno de turno no se ha lucido. Más bien ha hecho el loco; ha sido, en momentos, el encargado de reavivar la cueca. Le costó varias marchas y pésimas evaluaciones entender que carabineros no debía combatir a los manifestantes ni La Moneda hablar de los jóvenes como un cúmulo de violentistas (Piñera insistió en la lesera hasta el último momento), sino actuar con cierta complicidad, y las marchas se pacificaron.

Este paro posiblemente terminará perteneciéndole a los desbordados, a los que ya no creen mucho en nada, individuos furiosos por múltiples motivos. Con esos no hay mucho diálogo posible. Son el último peldaño de lo mismo que las mayorías reclaman con esperanza: algo así como inclusión, como participar de una manera más igual en un territorio común.

Hay que considerar que existen generaciones enteras que han crecido demasiado lejos del poder, gran parte de los cuales ni votan, que ya piensan de otra manera, sin los miedos de sus parientes marcados por la dictadura. Todavía hablan más por las encuestas que por las elecciones, y sienten que la calle les pertenece, es decir, que el país también les pertenece. No puede ser el feudo de unos pocos.

Hace rato que no los representa la CUT de esos viejos dirigentes. Huelen mal. No tienen nada que ver con Gajardo, aunque se halla puesto en cuanta foto exista junto a los dirigentes estudiantiles, porque son muchos los que saben que parte del problema educacional son los amarres profesorales. Pero son cosas de la política.

El PC es el único partido que ha actuado colaborando al menos con organización, y parece que parte de lo que cobra es la figuración de Mario Bros. En fin, como me dijo un amigo derechista, “ a esta fiesta no estaban invitados todos”. Entre la concentración familiar del domingo y este paro sin razón de ser reconocible, hay un abismo.

Ojalá no sea mucha la trifulca, para que no se manche con excrementos ajenos la convicción en curso. Los que quisieron subirse por el chorro, saldrán mojados. A ver cómo sigue la cosa. Todavía faltan más de treinta horas.

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