Nacional
15 de Septiembre de 2011Los malabares de una familia para sobrevivir con 220 lucas al mes (Parte II)
En la primera parte de esta historia -en el número pasado de The Clinic-, contamos cómo esta familia ha subsistido por más de 40 años en distintos campamentos de Santiago. Estuvimos con ellos 30 días en El Peñoncito, en Puente Alto, y a mitad del mes, Orlando, el jefe de familia, quedó sin trabajo. En esta segunda parte, los Carrasco - Moya hablan de la cesantía, de cómo se han educado, de la salud a la que tienen acceso y de lo difícil que se vuelve la vida cuando la plata escasea
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Fotografías: Alejandro Olivares
Miércoles 15 de junio:
Cualquier pega que tomí es buena, aunque sea pa’ salir del paso”, Orlando Carrasco
Orlando no alcanzó a llegar a la quincena. Ayer lo echaron de la pega. Le dijeron que agarrara sus cosas, que redactara una carta de renuncia y que no volviera. No sabe bien por qué lo despidieron. Dice que tuvo un problema con un compañero, pero nada grave como para que lo echaran. Obviamente conoce sus derechos y, salvo recibir su suple de 95 mil pesos, no firmó ni redactó ninguna carta. Al contrario, hoy apenas se levantó fue a la Inspección del Trabajo a dejar una denuncia por despido injustificado. No está buscando que lo vuelvan a contratar, sino que le paguen lo que legalmente le deben por sus seis años de trabajo. Con todo, debe esperar al siete de julio, fecha que le dieron para el comparendo.
Pese a que los Carrasco-Moya se han quedado sin su mayor fuente de ingresos, no hay muchos lamentos. Orlando dice que ya le dieron el dato de una pega nueva y empieza el próximo lunes. Es en una construcción, donde trabajan su yerno y otros vecinos. Será más pesado, va a tener que trabajar en concreto y carretillar, pero el horario es fijo y no tiene que ir los fines de semana.
-La Elena como que se desesperó un poco, pero nada más. Esta cuestión tiene que ser rápida. Tampoco estamos tan urgidos de moneas, no estamos cerca de las fiestas. Hasta que no salga algo mejor hay que darle a lo que venga, no vamos a estar mirándonos las caras –dice.
Pero por mucho que la próxima semana entre en un nuevo trabajo, nada evita que hoy Orlando y su familia estén en un hoyo. Es parte de la vulnerabilidad en la que se encuentran. Bajo sus pies no hay ningún colchón que amortigüe esa caída.
La experiencia del resto de los integrantes con el trabajo tampoco ha sido muy positiva. La única vez que Estela ha trabajado fue regando plazas. Duró un mes y tuvo que renunciar porque quedó embarazada. Yesenia ha trabajado sólo en vacaciones para comprarse los útiles escolares. Estuvo de montamesas en un restaurante de comida china, después cortándole las hilachas a las poleras en una fábrica de ropa y también cortando flores en una chacra. Todos empleos precarios.
Orlando es un obrero poco calificado y eso, dentro de todo, quizás termine jugando a su favor, porque las pegas precarias para trabajadores sin estudios son más fáciles de conseguir. Orlando lo sabe.
-Cualquier pega que tomí es buena, aunque sea pa’ salir del paso. Por ejemplo, un abogado, un arquitecto o un ingeniero que pierde la pega no se va a meter a jornal, no va a limpiar un baño, no va a andar haciendo aseo en la calle. Va a esperar que salga una pega a la categoría de él y en eso puede pasar harto tiempo. Uno no po’, si no hay pega uno va a las empresas que hacen aseo o de guardia, que son los sueldos mínimos. Hay que optar a agarrar algo.
Elena opina como él. Salvo reorganizar las cuentas semanales de acuerdo a lo que Orlando ha recibido, no hay mucho que hacer. Pese a que en el papel su vida cambió desde que fue despedido, en la práctica todo sigue igual en la casa: Giselle visita Facebook en el computador, Yesenia toca el banjo en su pieza y Francis pedalea en su bicicleta luego de que le parcharan la rueda. Entre risas Elena dice: “estamos feliz nosotros de que Orlando quedara sin pega. Es que igual era muy esclavizante y no lo valoraron mucho”.
Viernes 17 de junio:
“Si tengo una profesión, no voy a estar barriendo una calle o de garzona”, Yesenia Carrasco.
Sergio está sentado frente al computador. Revisa su Facebook y los mail que le han llegado. Escucha I wanna love you de Bob Marley. Su hermana Estela lava la ropa sucia en una vieja lavadora que tiene en el patio y la enjuaga a mano en la tina del baño. Aunque aún falta un par de días, el invierno está dejándose sentir. Estela tiene su polera salpicada, las mejillas rojas y las manos blancas de frío. Tirita cuando habla, mientras le saca el tapón a la tina para que el agua se vaya. Como no hay alcantarillado, el agua simplemente escurre hacia un canal que hay justo detrás de su casa. Allí también llega la suciedad del lavaplatos y la que se va cuando tiran la cadena de la taza. Lo único que separa el canal de la casa es una maleza seca que nunca nadie cortó y que pasa ya de los tres metros.
Estela me pide que conversemos al lado de la cocina-estufa. Llegan Giselle y Yesenia.
Los hijos de Orlando y Elena están solos. Sus padres han ido por primera vez al oculista y no tienen hora de regreso.
En estos días en el país han pasado cosas. Las marchas por la educación de calidad se han multiplicado. Hoy en la mañana se reunieron 80 mil estudiantes en la Alameda, la manifestación más masiva desde 1990. Al ver los alcances de la protesta, el ministro Joaquín Lavín dijo que esto confirma la urgencia de los cambios. Yesenia coincide con eso. Pese a que ni ella ni sus hermanos fueron a protestar, cuenta que no están ajenos al tema y que hoy se van a tomar su colegio, el Faustino Sarmiento. Allí también van la Giselle, el Francis y el Sergio. Este último, por ir en la nocturna y ser uno de los más grandes que estudia, es el encargado de la toma.
El Faustino Sarmiento es un colegio particular subvencionado. Tiene al menos 40 alumnos por curso y hay una clase por nivel. Está justo al lado del campamento. De hecho, el patio mira hacia las precarias casas de El Peñoncito. Mensualmente, el colegio cuesta 22 mil pesos, pero los hijos de Estela y Orlando estudian con becas, y no pagan nada.
¿Cachai por qué los colegios están en paro y tomados?
-Por las becas, pa’ que le den becas a más. También por el pase, porque a algunos los fines de semana les cobran como adultos. Y por lo de las universidades, que al año son como 28 millones de pesos que paga una persona. Entonces como que la gente se encalilla pa’ estudiar, saca su profesión y al final trabaja, pero pa’ pagar el crédito. Están hablando del lucro, que todo en la vida es lucro y todo eso -dice Yesenia.
¿Qué es el lucro?
-Cuando venden las cosas, como que te piden más de lo que vale.
¿Simpatizas con las demandas?
-Por el asunto de los pases, sí. Por lo de las universidades me da igual, porque quiero estudiar en un instituto. Y por las becas, me da igual porque ya tengo -explica ella.
Yesenia es quizás la más preocupada de su futuro. Quiere estudiar administración de empresas o cocina y teme no poder hacerlo por falta de dinero. A Sergio le preocupa lo mismo, aunque él quiere ser ingeniero y sabe que para eso tendrá que trabajar y estudiar: “hay que ganar plata, eso manda”. Ambos saben la importancia que tiene la educación: “esto es para tener algo pa’ trabajar. Si tengo una profesión no voy a estar barriendo una calle o de garzona”, piensa Yesenia.
En la familia de Orlando y Elena nadie ha terminado cuarto medio. A Orlando le faltaron dos cursos y Elena sólo llegó hasta cuarto básico, porque a su padre no le gustaba que sus hijas estudiaran.
Giselle también está a la deriva. El año pasado repitió séptimo básico por segunda vez. Se quedó con un promedio 4,9 y con dos materias en rojo. Ahora, no le ha ido mucho mejor y su actual promedio es de 5,1. En educación física es en lo que mejor le va. Tiene puros sietes, pero no ha dado ninguna prueba. Cuando Giselle andaba con yeso, la profesora le pidió que la ayudara en las clases y en forma de pago le puso buenas notas.
-Me pasaron muchas cosas y prefería hacer la cimarra. Pedían materiales y mi mamá no tenía para comprármelos y no iba al colegio. Ahora me arrepiento. Tendría mi profesión y estaría trabajando. Recién el año pasado me di cuenta que queria ser enfermera. Ahora tengo que esperar que mis hijos crezcan para continuar.
¿Tienes amigos?
-No, no tengo amigos. Es que paso todo el día encerrada y no salgo a la calle. Vivir así a veces me aburre porque me desespero. Hay días en que me levanto con ganas de salir y no volver -responde Estela.
Salvo Giselle, que tiene varias amigas y sale con ellas en sus días libres o en vacaciones, ni Estela ni Yesenia, tienen una vida social activa. Todo es muy diferente a cuando eran chicas.
Durante su infancia, Estela y Yesenia asistieron a un centro abierto del Hogar de Cristo, donde Elena prestaba ayuda y a cambio de eso a sus hijas les daban almuerzo, las ayudaban a hacer las tareas y las sacaban a conocer lugares. De ese tiempo, Estela recuerda paseos a fábricas como Soprole, Bresler y Savory. También iban a Mampato, a Fantasilandia, al aeropuerto a conocer los aviones, a la nieve y al cine. La última vez que fueron vieron Machuca: “lo que nunca habíamos podido hacer, porque mi mamá nunca nos iba a llevar a lados así porque no alcanzaba”, recuerda Estela.
Hoy, la entretención ha sido reemplazada por el computador. Todos tienen Facebook y Messenger. Y son las redes sociales y uno que otro juego los que los mantienen ocupados en las horas libres. También visitan Youtube, allí es donde, por ejemplo, Yesenia aprende acordes de banjo.
¿Y no van a fiestas?
-No, es que ahora vamos a la iglesia, y la iglesia con la fiesta es incompatible. Los católicos siempre son así, siempre que hay fiestas pasan tomando -dice Estela.
En la casa todos, salvo Giselle, son evangélicos. A ella no le interesa la religión: “el otro día me presentaron al señor, pero no quería. Tampoco quiero que me bauticen. No me gustan las iglesias. ¿Cómo voy a creer si no sé si lo que dice la Biblia es verdad?”.
Por el campamento han pasado muchas iglesias evangelizando, pero ninguna ha durado tanto tiempo como la “Iglesia Pentecostal Israel El Peñón”. Aunque decir ‘tanto’ es un poco exagerado, porque sólo lleva allí un año. Las otras sólo duraban meses.
Los evangélicos se instalaron en la sede del campamento, un cuadrado de 3 x 3 que debieron agrandar para que entrara más gente. Allí hay sillas, un altar y una cruz en la pared con un versículo del profeta Hageo: “Desde este día os bendeciré”.
A Yesenia y a Estela sí las motiva ir a la iglesia. Además las entretiene porque son parte del coro: Yesenia toca el banjo y Estela, la mandolina. Se la pasan todo el día escuchando música cristiana.
Giselle me dice que su papá viene llegando, que está en una de las puntas del campamento. Partimos a buscarlo. Son las seis de la tarde y Orlando está con una asistente social a la que trajo para que encueste a una familia. Hace frío pronto y comenzará a llover. Hace un rato repartieron tapa goteras a cada familia, para prevenir filtraciones. Camino a la casa, Orlando cuenta que en el oculista les dieron lentes a los dos: para él de cerca y para Elena, de lejos.
También dice que sigue sin pega, pero que no está urgido todavía.
En la casa, Orlando se encuentra con su hijo Francis, que lo abraza y le entrega un regalo adelantado del día del padre que hizo en el colegio. Es una tarjeta que dice ‘Feliz día papá’ y un delantal pequeño de goma eva. Orlando se ríe: “Francis, ¿tai seguro que este no era pa’ tu mamá? Puta el desgraciado este”, dice.
Orlando nos invita a conversar en la pieza matrimonial. Allí hay un cartel que dice ‘Dios es más grande que tu problema’, un póster de Cantinflas entre muchos marcos con fotos familiares y calcomanías animadas, y un horario con los días en que Francis tiene que ir al dentista, al neurólogo y a ponerse vacunas. Giselle y Francis se tiran a la cama y Orlando se les suma. No juegan a nada, sólo se tiran el pelo y se hacen cosquillas. Se ríen.
Yesenia interrumpe la diversión y le cuenta a Orlando que va a ir al colegio, porque se lo van a tomar. Orlando le dice que ella no puede andar en eso y Yesenia le responde que es su obligación y que es una toma pacífica.
Llega Elena a la casa y Francis le dice que tiene hambre. Pese a que hicieron fideos y a que ya son las siete de la tarde, nadie en esa casa ha almorzado. Giselle dice que estaban esperando a sus padres para que comieran todos juntos. Lo dice mientras se pone a pelar papas mirando el programa de TVN Calle siete. Nos vamos.
Viernes 24 de junio:
“El señor me va a traer un pollo asado con papas fritas”, Orlando Carrasco.
El domingo y el lunes llovió y eso hizo que el invierno llegara con las temperaturas más bajas que se han registrado en lo que va del año en la Región Metropolitana: – 4,7 grados en Lampa. Hoy, la mínima ha sido de – 4,6, y dentro de la casa de Elena el frío es muy parecido al que hay en la calle. Tanto, que se han tenido que levantar a las siete de la mañana, porque el techo de la casa estaba escarchado por dentro, blanquito sobre sus cabezas con gotas de agua helada cayéndoles encima.
Ayer, Elena y Orlando aparecieron en Canal 13. Polo Ramírez, lector de noticias del canal, les hizo un reportaje de 10 minutos: “La fría noche en un campamento”, se titulaba. Orlando salió contando que vivir en el campamento se está poniendo cada vez más complicado, por el frío y la lluvia. También, que muchas veces no tienen nada para comer. Como ahora, porque la comida que tenían guardada sólo duró hasta ayer.
Hoy, Elena se levantó con la angustiante inquietud de no tener nada que ofrecerle a sus hijos, ni de desayuno, ni de almuerzo, ni de once. Ella ya no se sonríe cuando habla de la cesantía de Orlando.
-Como el domingo no fuimos a la feria, nos comimos la plata con la que compramos aluminio. Cuando el lunes le dijeron al Orlando que no había pega me preocupé. Le dije: ‘Orlando, ¿qué vamos a hacer?’. El otro día nos pusimos a pelear por esta situación. Es que ayer comimos arroz con un huevo que pedimos fiado al lado, antes de ayer tomamos sopa de fideos y el martes, arroz solo.
Eso a Orlando lo ha tenido deprimido. El lunes pasado partió temprano a la pega que le habían dateado, pero le dijeron que volviera el próximo mes. Antes, siempre quedaba trabajando al primer día que salía a buscar, pero ahora la cosa parece estar complicada: “iba tan seguro que de repente en la seguridad está el fracaso”, dice.
Durante los días en que no ha trabajado, se ha dedicado a rezar. Confía en que Dios lo va a ayudar: “hay que darle, si en Chile la cosa es así. Somos indios chilenos. No puedo decirle a los más chicos que no tenemos pan. Nunca he perdido la fe y antes de salir a la calle, rezo. Cuando pierda la fe es que estoy en la última”, dice.
Tanto confía en Dios que a veces las coincidencias parecen milagros. Ocurrió hoy en la mañana. Estela lo cuenta:
-Mi mamá le dijo a mi papá que no había comida y él le respondió: “te apuesto que el señor me va a traer un pollo asado con papas fritas”. Todos nos reímos.
Pero no pasó ni media hora cuando golpearon la puerta.
“Eran unos caballeros que estaban buscando al Orlando -sigue Elena-. Yo pensé al tiro que eran los ratis, pero cuando me dijeron ‘a nosotros nos mandó el señor, el señor les mandó mercadería’, me largué a reír y quedé mirando al Orlando. Eran evangélicos que venían de una iglesia del centro. Nos trajeron azúcar, leche, harina, lentejas, yogures, galletas, fideos, cloro, champú… A mí igual no me gusta recibir, porque como que después a lo mejor algún día nos vamos a acostumbrar. A mí me gusta que el Orlando trabaje, tenga su plata y no depender de nadie”.
Pero los ‘enviados del señor’ no llegaron por milagro. Fue durante la emisión del reportaje de Canal 13 que el pastor, mientras tomaba once en su iglesia, dijo: ‘estos son hijos de Dios’. Y les mandó comida.
Pero a la casa de Elena no sólo llegaron los evangélicos. También un vecino les mandó dos tortillas grandes; de la municipalidad fueron a dejarles forro para las paredes de la casa; un señor llegó en la noche con varios palet para que los ocuparan como leña y alguien les vendió en 500 pesos dos kilos de carne, que después resultó ser pura grasa para hacer chicharrones. Nosotros también llegamos con cosas ese día, pero no por el reportaje de Canal 13. Habíamos quedado en que hoy invitábamos a un ‘lujito’: completos.
Mientras Yesenia pela los tomates y Elena pone las vienesas a cocerse en la cocina-estufa, Orlando comenta algo que ha estado saliendo en la prensa durante: que la idea del gobierno de elevar el sueldo mínimo sólo a 180 mil no sirve.
-Un buen sueldo para los que no tenimos profesiones sería de 250 lucas, porque con el mínimo alcanza ratoneando y sólo si hago horas extras. Por eso la educación debería ser gratis porque va en ayuda del país. Acá salí de un colegio municipal y son re pocas las oportunidades pa’ entrar a la universidad. Al final, tení que trabajar pa’ alimentar a un sistema –dice.
Yesenia se mete en la conversación. Hace una semana que ni ella ni sus hermanas van al colegio, porque hay paro. La toma que intentaron hacer el viernes pasado no resultó. Dice que llegaron los pacos a desalojarlos y que esa misma noche le pusieron puntas a las rejas. A Orlando le hace sentido lo que cuenta su hija. Ha visto las manifestaciones en la tele y no puede estar más de acuerdo con lo que pelean los estudiantes. Durante este año ha pensado que si su hijo
Sergio entra a la universidad va a tener que ir a la municipalidad a pedir una beca y que tendrá que ingeniárselas para hacer algo cuando salga la Yesenia, porque la plata no alcanza.
Orlando también tiene la sensación de que la cosa para los pobres era distinta con los gobiernos anteriores, más fácil. A nadie en esa casa le gusta Piñera, creen que por culpa de él hoy no reciben los bonos que sí les daban cuando estaba Bachelet.
-A Bachelet se le daba más con los pobres, le daba más al que tenía menos. Al Piñera a lo mejor le gusta ayudar, pero en el sentido de que uno se esfuerce pa’ ganárselo. Además, pasa más fuera del país que acá –cuenta Estela.
Los completos están listos y nos sentamos a comer. Elena cuenta que hace un par de meses que no se daban un lujito. El día para ella ha sido raro, en la mañana lloraba por no tener nada y ahora come completos.
1 de julio:
“No sé cómo calificar la salud pública porque es la única que he tenido” –Orlando Carrasco
Sobre la cocina-estufa hay una olla con 40 litros de agua. Lleva allí calentándose toda la tarde. Con esa agua Estela se va a bañar. La calienta hasta que hierva y después la mezcla en la tina con agua fría para que se entibie. Como no hay calefont, esa es la única manera de bañarse.
Estela está sentada en el living con Elena que ve una teleserie. Lleva puesto unos lentes ópticos que ayer fue a buscar al consultorio. Hasta hace una semanas no tenía idea que su constante dolor de cabeza tenía que ver, en parte, por un problema a la vista que arrastra desde chica, pero que nunca trató ni nadie diagnosticó. Elena sólo ha ido al médico dos veces en su vida.
-No tomo pastillas, porque tengo miedo de que después me dé cáncer y a la vez siento que al tomar remedios te vai a cagar más la cabeza. Una vez fui al doctor del Hogar de Cristo y el caballero me dijo que me sacara la polera y le dije que no y me vine.
Orlando escucha desde el comedor, mientras pega a las paredes el forraje que le trajeron. Él tampoco ha disfrutado de una buena salud y la única vez que ha estado en una clínica fue cuando se enfermó en el trabajo. Quien sí conoce de médicos es Francis que de chico nació con una atelectasia pulmonar, un mal que hace que el volumen de los pulmones disminuya.
Cuando chico estuvo en la UCI del Sótero del Río y le pusieron mucha droga, ahora le cuesta hablar. Con los climas medios cambiantes el pecho se le aprieta, con el calor se ahoga y en el verano hay que tenerlo con ventiladores. Cuando empieza con su enfermedad, le da fiebre y la cara se le pone blanca -explica Orlando.
¿Solo has tenido acceso a salud publica?
-Es que no da para otra salud, tendría que meterme a una Isapre para poder ir a una clínica particular. No sé cómo calificar la salud pública porque es la única que he tenido. ¿Cómo califico a una salud si no tengo otra? Esta es la oportunidad que da el sistema no más.
Francis también toma Ritalin, “es muy hiperquinético y esas pastillas son para que él se relaje”, dice Elena. A ella le preocupa que cuando toma el medicamento “queda como pavo” y los niños en el colegio le pegan. Desde hace un año y medio que Francis está medicado. Se las recetaron luego de que Elena lo llevara al doctor porque lo encontraba algo inquieto. Se creía súper héroe.
-Le compramos un traje de Súper Man y se tiró del techo para abajo y un día le pusimos uno del Hombre Araña y se pasaba pegando en las paredes, un día quedó con el ojo morado. Lo llevé al doctor con el traje del Hombre Araña y el doctor dijo que nunca más le compráramos un disfraz. Así que lo quemamos. Esa vez el médico le preguntó qué quería ser cuando grande y él le dijo ‘quiero ser un hombre de esos que andan con lobos en los bosques para comerme a todos los animales que andan sueltos’. Ahí le recetaron pastillas y le prohibieron ver monitos de acción.
La teleserie que Elena ve ha terminado mientras conversamos. Me invita a dar una vuelta por el campamento, a ver el lugar donde se van a construir sus casas. Elena cuenta que en el botadero del que sacaron las cosas de su casa van a construir una plaza para que los niños jueguen. Se la imagina llena de pasto y asientos. A un costado estarán las casas, en un terreno donde antes estaba el paradero de la micro 682, de las amarillas. Por votación unánime de los vecinos, la villa se llamará General Bernales.
-El mismo día en que murió nosotros empezamos con el proyecto, por eso le pusimos así. Por lo que nos han contado, él ayudaba mucho a los carabineros cuando se separaban de las señoras y si habían carabineros que tenían niños inválidos, también los ayudaba. Yo creo que hizo un buen trabajo, porque igual a lo mejor ni un teniente está haciendo lo que hizo él. Eso es lo que nosotros supimos por un carabinero.
Orlando se nos suma al recorrido del campamento y nos lleva camino a una cancha de tierra de baby que hay a un costado de otro botadero. Se sube a un montículo desde donde se ven todas las mediaguas. Abraza a Elena y la besa en la cara. Todavía no encuentra trabajo y hasta hoy han vivido de lo que la venta de las ollas les deja y de la caridad de algunas personas que se conmovieron con su historia cuando salieron en Canal 13. Orlando cuenta que el lunes saldrá a ver si encuentra alguna pega en la construcción. Se le ve achacado, sobre todo porque de su anterior trabajo recibió una carta donde le dicen que en el tribunal laboral ellos van a alegar ‘abandono del lugar de trabajo’, para no pagarle nada de lo que le deben. El careo lo tiene el siete de julio. Hasta que no pase eso, tendrá que ingeniárselas para conseguir dinero.
En estos dos meses y medio que han pasado desde que hicimos este seguimiento, en la casa de los Carrasco – Moya las cosas han cambiado. Orlando y su hijo Sergio recién hace una semana entraron a trabajar a una construcción que queda al lado del campamento. La pega, eso sí, dura sólo un mes. A Orlando también lo aqueja una extraña enfermedad. Hace algunas semanas le salió un chichón grande en la frente que lo tiene con dolores en el lado derecho de la cabeza. Pidió hora al doctor en el consultorio, pero ellos no saben lo que es, y está a la espera de recibir la orden para hacerse exámenes.
La semana pasada, comenzaron las labores para despejar el terreno en el que una empresa constructora levantará las casas que Elena, Estela y la gente del campamento recibirán el próximo año. Estela quiere entrar a trabajar y para eso dejará el cuidado de sus hijos a Yesenia, porque esta abandonó el colegio hace un mes luego del paro. Dice que no quiere estudiar este año y que el próximo terminará el cuarto medio en un dos por uno.