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Opinión

30 de Noviembre de 2011

Informe político

Foto: Agencia Uno Guillermo Teillier, colega y presidente del Partido Comunista (me gustaba más cuando al dirigente máximo se le llamaba secretario general), me recuerda, en parte, a Pepone, el alcalde comunista de Brescello, en la novela “Don Camilo” de Giovanni Guareschi, un burócrata encantador que escondía sus sentimientos. Creo que el compañero es pariente […]

Marcelo Mellado
Marcelo Mellado
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Foto: Agencia Uno

Guillermo Teillier, colega y presidente del Partido Comunista (me gustaba más cuando al dirigente máximo se le llamaba secretario general), me recuerda, en parte, a Pepone, el alcalde comunista de Brescello, en la novela “Don Camilo” de Giovanni Guareschi, un burócrata encantador que escondía sus sentimientos. Creo que el compañero es pariente del poeta Jorge Teillier, el que también, en un poema clásico, retrata emotivamente a su padre comunista. En el funeral de José Miguel Varas, Manuel García cantó, a modo de homenaje, el hermoso tema “El Viejo Comunista”, que también da cuenta de un tono afectivo de la historia política, de un temperamento viejo, de una ética y de un modo levemente patriarcal de ser.

Teillier, el coleguita, dada cierta información periodística, sería pieza clave en un puente que se monta para resolver el conflicto estudiantil. Para ello establece muy buenas relaciones con la Concertación, incluyendo la alianza electoral, transformándose en un gran colaborador del orden político. Este rol mediador es también un gran acto de legitimación de los partidos políticos y del parlamento, porque casi todo acontece ahí.

Al PC le encanta la institucionalidad, nunca le interesó demasiado la revolución ni la construcción del socialismo, lo que visto un poco a la distancia sería una astucia radical de permanencia. Ellos pueden volver a ser gobierno, con ministerios y todo. Quizás su presencia en la Concertación pueda servir para promover medidas antineoliberales, como desmunicipalizar la educación y ponerle fin al lucro. Nos imaginamos que en la decisión de la Comisión Política deben predominar movidas tácticas que sirven de mediación para logros estratégicos. Esta actitud de preservación del orden me recuerda en parte aquel período en que el PC era el único partido que defendía la institucionalidad (lo que dada la situación era muy loable), mientras todos los otros querían destruirla, tanto de izquierda como de derecha (el 73). Parece que ese es su karma, la defensa radical del statu quo. Y quizás haya que aceptarlo así, esa sería su función en el relato político chileno, la de trancar la pelota o impedir el deseo de la ciudadanía, y cambiarlo por una representación escénico-política.
En realidad esto no me interesa demasiado, porque está más que claro que en relación a lo demandado por la ciudadanía movilizada, la cuestión se diluye, determinada, en parte, por los conflictos internos del movimiento estudiantil (otro triunfo del ministerio del Interior). Políticamente ya se nos hizo un poco tarde y la democracia retrocede un poco más. Es probable, por ejemplo, que el proyecto de inscripción automática y voto voluntario fracase, porque no les conviene a los viejos partidos binominalistas.

En este contexto, me pregunto por la motivación del PC cuando asumió la táctica insurreccional, porque nuestro pausado parlamentario fue guerrillero, ¿será la misma que lo hace apostar por la clásica democracia parlamentarista? Me interesa porque la voluntad de ficción me lo demanda. A pesar de eso, en lo personal, estoy más preocupado por cosas domésticas que es donde realmente se juegan las cosas. También me preocupa que uno de mis grandes amigos esté emparejado con una mala mujer. También es necesario recordar que la guerra civil de 1891 (algunos la llaman revolución del 91) comenzó por una ley de presupuesto rechazada. Paralelamente, sectores criminalizados de la política, militaristas, rinden un homenaje a uno de los suyos. Y muy de cerca, en la otra esquina, los encapuchados esperan su momento. No cabe duda, corre un aire de drenaje social, “el cóndor quiere carne” decía un colega del homenajeado, Corvalán, mientras preparaba un crimen masivo.

Rastreo estos síntomas descomposicionales en la biblioteca municipal de mi pueblo costero. Muy de cerca se escucha el graznido tétrico de las gaviotas que tanto aterra a las palomas, al parecer se disputan los techos de los edificios públicos y de las bodegas portuarias. Escucho otras cosas que no alcanzo a clasificar. Estoy solo, somos muy pocos los que visitan este salón humedecido y en vías de pudrición. Tomo algunas notas para mis crónicas y me dispongo a ir a la Unión Comunal para ver a Los Charros de Lumaco. Hace frío, está nublado, aquí la temporada primavera verano es una mera retórica turística, análoga a la del litoral de los poetas. Vendrán días peores.“Don Camilo” de Giovanni Guareschi.

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