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Cultura

15 de Diciembre de 2011

La película de Miguel Ángel, el vidente de Villa Alemana en dictadura

Como las cosas que un día dejaron de importar, la historia de Miguel Ángel Poblete es un recuerdo medio borroso. El niño de trece años que veía a la Virgen de Peña Blanca en los años ochenta, el pueblo que lo adoraba, las cien mil personas que se juntaron en el Monte Carmelo para verla […]

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Como las cosas que un día dejaron de importar, la historia de Miguel Ángel Poblete es un recuerdo medio borroso. El niño de trece años que veía a la Virgen de Peña Blanca en los años ochenta, el pueblo que lo adoraba, las cien mil personas que se juntaron en el Monte Carmelo para verla a través de él, los hilos de las apariciones movidos por la dictadura, el niño desapareciendo de escena, el niño -ya no tan niño- apareciendo años después convertido en mujer, la mujer diciendo que la virgen lo había convertido, la mujer muriendo de cirrosis.

Una historia de fe tan perfecta -tan del estereotipo de la fe latinoamericana- que podía ser una película, que terminó siendo “La Pasión de Michelangelo”, una película de Esteban Larraín (“Alicia en el país”) que se estrena -probablemente- en junio del año que viene.

Dice, Esteban, sobre los recuerdos sobre Miguel Ángel:

-Yo creo que el recuerdo de los que vivieron lo de Miguel Ángel allá contrasta mucho con el recuerdo que tiene el santiaguino que es mucho más burlón, más socarrón, tiene mucho más presente la teoría del complot, de que estaban los milicos. Allá me encontré que moros y creyentes no tenían una visión traumática de lo que pasó, aunque el fin del fenómeno fue un poco patético, abrupto. Pero lo ven como un lindo recuerdo.

¿Por qué crees que pasa eso?

-En Provincia tienen un espíritu mucho más, no sé, benevolente respecto a todo. Los santiaguinos siempre creen ver bajo el agua, son más rudos.

No era tan debajo del agua.

-Claro. Yo soy de los que creen que hubo gente que se metió en este cuento. Pero creo que nació espontáneamente, que fue totalmente genuina la devoción que generó.

Bueno. No es raro que la fe opere así ¿no? De una manipulación…

-El tema de la película es cómo se construye la fe. Y la fe se construye cuando hay más de dos personas que creen en este vaso. Si algo hace la película después de verla es lo frágil e individual que es la fe.

Por un lado, la fe de la gente. Por otro, la de Miguel Ángel cruzándose con la mitomanía.

-En la historia real yo soy bastante benevolente con Miguel Ángel. Por lo que escuché, por lo que leí, por lo que dijo antes de morir, yo creo que mucho de lo que él decía se lo creía a pie juntillas. Si bien había algo de mitomanía terminó por creérselo.

Es que si tantos te siguen algo te pasa…

-Claro. Si tenís mucha gente que te dice que tú eres, tú eres. Listo

Además si erís chico.

-A mí me pasó que llegué hasta cierto nivel de investigación porque me llegaban datos muy buenos, esto me lo contaba el Óscar Contardo: Miguel Ángel es curicano de origen y compartió sala de clases, en alguno de los hogares de la época, con el Tila.

Naaa.

-Sí. Y tenís a estos pendejos recluidos de la peor forma, de la peor época, con nada a su disposición para rehabilitarse, que los contuviera, pero no quería seguir ahondando en la realidad porque yo sabia que iba a ser una película inspirada, no basada en hechos reales

Igual la gente es mañosa con el tema ficcción-realidad cuando ve “cosas inspiradas en”.

-Lo que me pasó en la película es que teníamos que hacer escenas con muchos extras y la mitad eran ex devotos de Miguel Ángel y la otra mitad eran devotos -no de Miguel Ángel- pero seguían siendo creyentes de la Virgen de Peña Blanca, pero no les hacía ni una contradicción estar en una película que tenía un punto de vista de que esto había sido una puesta en escena de la dictadura.

¿Pero se daban cuenta?

-Sí. por supuesto. me preocupé de decirles desde el principio: “esto es una ficción, no una representación de lo que fue. Para que no me digan ustedes ‘no, no levantaba la mano así, la levantaba así’”.

¿Cómo crees que sería recordado ahora si no se hubiera convertido en mujer?

-¿Te acordai de Yamilé?

No.

-Creo que fue uno o dos tres años antes de Miguel Ángel. Fue en Santiago, creo. Y generaba mucha devoción popular. Le decían a Yamilé que le pidiera a la Virgen cosas, pero la Yamilé empezó a cobrar plata y ahí empezó a cagar. Yo creo que Miguel Ángel, sin este agregado de su transformación en mujer que le da un toque medio morboso a la situación, se habría ganado un lugar en el panteón de los recuerdos, como el penal de Caszely porque toda su historia es un gran misterio: que no era si la Virgen estaba o no -eso es cosa de cada uno- si no si efectivamente estaba o no el montaje de los milicos. Porque los milicos no contaron que iba a funcionar tan bien, porque -por muy bueno que sea el montaje- no llevai a cien mil personas al cerro.

¿Funcionaría ahora algo así, en un pueblo?

-Yo creo que en ese tiempo había un grado de educación menor, había un provincianismo mayor que hoy día y había una especie de vacío casi existencial: era la dictadura, plena crisis económica y que llegue la virgen y escoja Chile, y más encima un pueblo, le daba sentido a las cosas. Y bueno: había pendejos que iban a puro huevear, gente que iba de curiosa. Incluso si uno ve los reportajes de la época, la gente dice: “En realidad no la vi, pero en sentí algo”

No te podís quedar fuera.

-Claro. Si hay pura gente que dice: “La vi, la vi, la vi”, no vai a decir que no la viste.

Es como ver al rey en pelota.

-Exactamente. Es difícil ser el primero en decir: “No vi nada”.

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