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Opinión

2 de Febrero de 2012

El cansancio

Foto: Agencia Uno Para los adultos, el año termina cuando se sale de vacaciones. El calendario de los deberes es mucho más fuerte que el de los planetas. Y como pocas veces, este final de año, me he cruzado con gente muy cansada. No fue precisamente un año de calma. (Imposible pronunciar esta última frase […]

Patricio Fernández
Patricio Fernández
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Foto: Agencia Uno

Para los adultos, el año termina cuando se sale de vacaciones. El calendario de los deberes es mucho más fuerte que el de los planetas. Y como pocas veces, este final de año, me he cruzado con gente muy cansada. No fue precisamente un año de calma. (Imposible pronunciar esta última frase sin evocar a Lihn: “Ahora que quizás, en un año de calma, piense; la poesía me sirvió para esto: no pude ser feliz, ello me fue negado, pero escribí”) El ambiente general estuvo marcado por la agitación. Demandas, como las puestas sobre el tapete en los comienzos del movimiento estudiantil, concitaron un 80% de apoyo en la población.

Estábamos como locos, pero con argumentos. La información nos llegó a prácticamente todos a una velocidad impresionante. Sólo para ilustrar lo agotador que podía ser todo esto, mientras los reclamos ardían, un contingente de jóvenes corría sin parar alrededor de La Moneda. No le será fácil a los estudiantes reactivar, así como así, este año la vitalidad del que pasó. Necesitarán apelar a una convicción muy profunda y bien formulada. Tiendo a creer que la rabia del puño apretado no es la tónica reinante; su asfixia, sí. La gente está cansada. Para miles de miles, o el ritmo del trabajo es fuerte, o las responsabilidades agobian. La risa asustada de la inseguridad se apodera muchas noches de la luna. Y ni hablar siquiera de las dificultades personales, que nunca faltan: el hijo problemático, la madre enferma, el amor en ruinas, etc., etc. Cuando ya todo debía ser tranquilidad, porque al menos al movimiento social no le quedaban fuerzas para nada, llegaron los incendios.

El fuego se apoderó del sur. En mayor o menor grado, siempre sucede durante la temporada seca, pero inexplicablemente, el gobierno, en lugar de volver su extinción una causa nacional, le echó la culpa a los mapuches, y despertó con bencina a un pueblo que justificadamente hoy prende con agua.

En Palacio, escasea la calma. No se dan el tiempo para conversar. Transmiten la sensación de que todas sus reuniones fueran de emergencia. Se comprometieron a trabajar cada una de las 24 horas de los 7 días de la semana, cuando sabemos perfectamente, por las tragedias carreteras, que si los choferes no duermen, los accidentes abundan.

Un último punto antes de volver a la siesta: los inocentes que han pasado por la cárcel subieron un 113% desde el 2006, según reza un titular de La Tercera. Durante el 2011 fueron 588 las personas que estuvieron presas sin haber hecho nada. Un inocente detenido es harto más grave que un culpable en libertad. Rodrigo Saavedra estuvo 5 años preso acusado de violar a su hija, quien acaba de confesar que no era cierto, que lo acusó porque su madre la obligó. ¡Felices vacaciones!

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