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Mundo

6 de Febrero de 2012

¿Qué trama el dictador de Zimbabue?

Por: Lainformacion.com El presidente de Zimbabue, Robert Mugabe, se pasó la mayor parte de enero escondiéndose de sus ciudadanos, tan sólo dejando el aislamiento cuando necesitó atender las necesidades de otros dictadores. Durante gran parte de enero Mugabe estuvo de vacaciones en el Lejano Oriente, aunque la mayor parte de los observadores dirían que su […]

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Por: Lainformacion.com

El presidente de Zimbabue, Robert Mugabe, se pasó la mayor parte de enero escondiéndose de sus ciudadanos, tan sólo dejando el aislamiento cuando necesitó atender las necesidades de otros dictadores.

Durante gran parte de enero Mugabe estuvo de vacaciones en el Lejano Oriente, aunque la mayor parte de los observadores dirían que su itinerario más bien se podría considerar como de “turismo médico”. Sus portavoces dicen que sus nueve o más visitas a Singapur y Malasia el año pasado fueron para revisiones médicas tras haber sido operado de cataratas.

La hija de Mugabe, Bona, se licenció recientemente en la Universidad de Hong Kong, a donde la ha ido a visitar con frecuencia su madre, Grace. En una de esas visitas, la primera dama de Zimbabue se enfrentó a periodistas de los tabloides británicos, que fueron atacados por sus guardaespaldas. Incidentes de ese tipo, que también han ocurrido en Bruselas y Roma, son en parte fruto del secretismo que rodea a los Mugabe cuando viajan al extranjero.

Grace Mugabe, una ferviente seguidora de la moda, tiene dificultades para saciar sus gustos extravagantes cuando visita las pocas capitales todavía abiertas a la primera familia de Zimbabue. Los Mugabe pueden visitar cualquier país que alberga una sede de la ONU, y no se cortan en aprovechar esa prerrogativa. También son libres de visitar las capitales del Lejano Oriente.

Pero el clima allí no es tan amable como solía ser. Durante la era de Mahathir Mohamad, Mugabe era un amigo prominente. Durante sus visitas a Malasia en la década de 1990 aparecía invariablemente en la portada del periódico estatal, el Herald, acomodado en un sofá y compartiendo bromas con Mahathir. El actual jefe de gobierno del país, Najib Razak, está luchando por proyectar una imagen más reformista, lo que significa menos “ratos de sofá” con Mugabe.

Mugabe rara vez se salta su tradición de viajar al extranjero, pero este año de repente regresó a Harare sin previo aviso en la mitad de sus habituales vacaciones de un mes.

Esta vez se le ha visto “compartiendo chistes” con el dictador de Guinea Ecuatorial, Teodoro Nguema Obiang. Hubo todo tipo de rumores sobre los motivos que llevaron al presidente a regresar corriendo a casa, pero rápidamente se aclaró la duda:

Obiang, que es el presidente saliente de la Unión Africana (UA), quería lograr el apoyo para un nuevo mandato de Jean Ping, de Gabón, como presidente de la Comisión de la UA, un puesto tan poderoso como el de presidente del organismo.

Pero Ping es poco querido en Harare, por su respaldo a la intervención de la OTAN en Libia. También ha apoyado la expulsión de Laurent Gbagbo en Costa de Marfil, algo a lo que se oponía Zimbabue. Además, había otra complicación.

La mayor parte de los estados africanos sureños, miembros de la Comunidad para el Desarrollo de África Austral (SADC por sus siglas en inglés), se han comprometido a apostar para el puesto en la UA por la exministra de Asuntos Exteriores de Sudáfrica y exmujer del presidente Jacob Zuma, Nkosazana Dlamini-Zuma. Zimbabue no se había posicionado al respecto, y las cinco horas de conversación que se dice que mantuvieron Mugabe y Obiang podrían indicar que el asunto no fue fácil de resolver.

De hecho, un portavoz de Mugabe, George Charamba, ha revelado que Zimbabue mantiene un enfrentamiento con Sudáfrica que es poco conocido en Harare.

En primer lugar, todavía colea la gestión por parte de Zuma de las conversaciones postelectorales en Zimbabue, en las que el presidente sudafricano admitió a estudio un grueso dosier del partido MDC sobre los abusos a los derechos humanos del Zanu-PF. Por otra parte, el rechazo de Sudáfrica a respaldar en 2009 a Zimbabue para lograr un asiento en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU sigue escociendo.

Está claro que Mugabe no quería ofrecer su apoyo rápidamente ni a Ping ni a Dlamini-Zuma. Pero los comentarios de Charamba sugirieron que el líder de 87 años estaba más bien inclinado a votar en contra de Sudáfrica.

Al final, ningún candidato logró los dos tercios de los apoyos necesarios para el nombramiento durante la votación que se celebró la semana pasada en la recién inaugurada sede de la UA, construida por China.

La Unión Africana ha ampliado el mandato de Ping hasta la próxima cumbre del organismo, prevista para junio o julio en Malaui. Dlamini-Zuma podrá volver a tener una segunda oportunidad para aspirar al puesto.

Sudáfrica ha dicho que Dlamini-Zuma será de nuevo su candidata.

Las autoridades en Pretoria se han apresurado a decir que la votación ha sido una victoria para Sudáfrica. Un alto cargo dijo a la prensa local que el resultado era en realidad una derrota de los franceses. “Aunque no hemos ganado abiertamente, Sudáfrica ha salido victoriosa porque hemos derrotado la agenda de los franceses y la intervención extranjera en los asuntos africanos”, declaró.

Todos los demás lo han visto en cambio como una derrota sin paliativos del presidente Zuma.

La batalla ahora se reanuda. Esto significa más intercambio de favores y líderes movilizándose en busca de apoyos para la cumbre de Malaui. Tanto Francia como EEUU se han implicado presionando entre bambalinas de un modo no muy sutil.

Probablemente Mugabe regresó de sus vacaciones para preguntarle a Obiang qué le podía ofrecer a cambio de su apoyo a Ping. Seguramente le pidió garantías para que Zimbabue no figurase en la agenda de la cumbre. Mugabe no quiere que la UA discuta sobre su gobierno, especialmente cuando tiene previsto convocar elecciones anticipadas este año.

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