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Cultura

14 de Febrero de 2012

Los más horrendos y repulsivos crímenes pasionales

Nada dura para siempre. Las parejas se separan, el cariño se apaga y el amor se extingue… especialmente cuando uno mata al otro. Los crímenes pasionales son excepcionalmente terribles porque la mayoría de las veces víctima y victimario eran pareja, y antes de acuchillarse o degollarse, compartían la cama, regaloneaban y se decían cosas como […]

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Nada dura para siempre. Las parejas se separan, el cariño se apaga y el amor se extingue… especialmente cuando uno mata al otro. Los crímenes pasionales son excepcionalmente terribles porque la mayoría de las veces víctima y victimario eran pareja, y antes de acuchillarse o degollarse, compartían la cama, regaloneaban y se decían cosas como Guagüita o Bebé. Así es el amor entre las personas psicóticas capaces de matar por celos o despecho. Si no es conmigo, con ninguno.

Sangriento San Valentín

Ese día todo era todo tarjetas Village, ositos de peluche y chocolates con forma de corazón. Era el 14 de febrero del 2007, y en la recepción del edificio de Callao 3366, en la comuna de Las Condes, Luis Sotillo Barbieri rodaba en el suelo con su esposa Sandra Luisa Paredes. Pero no era una tórrida escena de pasión. O quizás sí, pero otro tipo de pasión. Cuando dejaron de rodar, Luis Sotillo se recompuso y se tocó la espalda. Sus ojos no pudieron ocultar el terror de darse cuenta que su esposa lo había apuñalado. Ella había ido a buscar algunas cosas de su casa al lugar de trabajo de él. Se estaban separando, discutieron, esa discusión pasó a ser una pelea en el suelo y la pelea en homicidio. Sandra arrancó y dejó a Luis desangrándose en el lobby del edificio. La estocada lo había alcanzado en el corazón y el hombre agonizó por una hora. Finalmente encontraron a Sandra en la comuna de La Florida. Declaró que todo había sido un accidente.

Violado, degollado y masacrado

Marcelo Aliaga abrió la puerta de la habitación de su hermano, Nelson Alberto Hernández y gritó. Nelson estaba desnudo, maniatado, degollado, violado y despedazado. Sobre la cama estaba una máquina de coser con que el agresor había rematado a Nelson. La dejó caer varias veces sobre su cabeza, destrozándole el cráneo. Fue apuñalado en la guata y en el ano con una lezna de zapatero, esas agujas/puñales que sirven para coser el cuero. Era el 9 septiembre del 2002 cuando su madre y hermano encontraron su cuerpo. Nelson era paramédico y se había separado de su mujer, por lo que estaba viviendo en la casa de su madre, en La Granja. Posteriores pesquisas de la Brigada de Homicidios darían con el asesino. Se trataba de un hombre de 50 años, “amigo con ventaja” de la víctima.

Le tenía celos a su hija de 11 meses

Hacía frío ese día en Pirque. Era junio de 1992 y Eduardo Hermosilla había citado ahí a su señora. Se estaban separando debido a los ilógicos celos que él sentía por su hija de 11 meses. Ahí, en la plaza, Eduardo le rogó a la mujer que lo volviera a aceptar, que no era nada sin ella. Se humilló por amor, o al menos lo que él entendía como amor. Ella se negó y como respuesta recibió un balazo. Eduardo le disparó en la cabeza a su esposa y a su pequeña hija. Luego intentó suicidarse disparándose en la guata. No lo logró. Cuando llegó la policía, dijo que habían sido víctimas de un asalto, pero la coartada le duró menos que peo en canasto. Fue sentenciado a dos condenas de 15 años por el doble homicidio. En 1999, producto de la culpa se colgó en la cárcel.

El ex milico que descargó 8 balazos sobre su rival

A punta de pistola, el teniente del Ejército Cristián Gómez Martínez agarró y sacó a la calle a Víctor Moenen. Eran las 4 de la mañana cuando el milico entró a la casa de su ex pareja, Patricia Gónzales, en Miraflores, Viña del Mar. Enfurecido al ver a su ex novia con Moenen, su nueva pareja, lo llevó a la calle y le sacó la chucha. Luego, le pegó 8 tiros. Víctor Moenen se quedó ahí, tendido en la cuneta, ante la vista de Patricia. Cuando llegaron los pacos, Gómez sacó otra pistola y se las llevó una a cada sien. Amenazó con suicidarse y tampoco dejó que fueran a socorrer a Moenen, que se desangraba en la cuneta. Finalmente el nuevo pololo de Patricia Gónzalez murió, y Gómez se entregó. “Lo amenazó antes, lo siguió, llegó con más de un arma, un bate de béisbol y sogas. Él planeó la muerte de Víctor Moenen. Y respecto de la alevosía, da a entender que lo hirió en distintas partes del cuerpo y que con sus conocimientos militares sabía que eran lugares no vitales, prolongando en forma sádica el sufrimiento del occiso”, señaló el abogado querellante Gonzalo Uribe a El Mercurio en el 2006 al conocerse la sentencia 18 años de cárcel para Gómez.

Mamá Rojo

Nunca lo confesó, siempre dijo que ella no lo había hecho. Pero Jeannette Hernández fue condenada por asesinar a uno de sus hijos y dejar al otro con grave daño neurológico. El caso fue tan atroz que mantuvo la atención de la opinión pública desde que ocurrieron los hechos, el 17 de enero del 2008. Según quedó establecido durante el juicio, Jeannette tomó un martillo y golpeó hasta matar a su hijo Esteban Rojo, de 7 años. Luego, con el mismo martillo, se ensañó con la cabeza de su hijo Pablo Rojo, quien quedó con daño neurológico producto de la pérdida de masa encefálica. ¿El motivo? Los celos. En una retorcida venganza contra la supuesta infidelidad de su esposo, decidió asesinar a sus dos hijos. Fue condenada a 32 años de cárcel.

Miró agonizar a su polola de 15 años

La conoció cuando tenía 13. Él 22. La mató cuando ella tenía 15. En Loncoche, el 15 de agosto del 2001, Armando Caullán asesinó a puñaladas a su polola de 15 años, Lorena Carillanca Lefillanca. Ella decidió terminar la relación de dos años. En un último intento por recuperarla, Armando la citó a un sitio eriazo, y le prometió de todo. Que él cambiaría, que sería bueno, que las cosas serían distintas esta vez. Lorena no le creyó y lo mandó a la cresta. Entonces él la apuñaló. Y la apuñaló de nuevo. Y otra vez. Se quedó a su lado, mientras ella yacía moribunda en el suelo.

El hombre que exterminó a su familia

Con diez balazos, el ingeniero informático Jorge Tapia mató a toda su familia, la noche del martes 11 de enero del 2006 en Melipilla. El hombre, sapeándole el email a su señora, encontró que hace más de un año intercambiaba correos románticos y calentones con un tal Walter V. Incluso, se hizo pasar por su mujer, Anita Silva, y chateaba con él, en conversaciones que guardó en el computador de la casa. Pero ese martes de enero llevó a cabo su plan. Esperó que su esposa se quedara dormida para ultimarla con un disparo en la frente y otro en el corazón. Luego, fue a la habitación de sus hijos, de 7 y 9 años, y les pegó 4 balazos a cada uno, en la frente, pecho y brazos. Confundido por el asco y la culpa, le mandó un correo a su socio en que le narraba todo lo que hizo. Después subió al entretecho de la casa con una frazada y el revólver Amadeo Rossi inscrito a su nombre con que exterminó a su familia. Apagó su celular, se puso tapones en los oídos y en lo que los policías posteriormente llamaron “ritual”, se preparó para suicidarse. Se puso justo arriba de la cama en la que yacía muerta su esposa, colocó la frazada abajo de él para que la sangre no chorreara por el techo, y se disparó en la cabeza. La policía, que revisó la casa una vez descubierto el crimen, sólo lo encontró 3 días después.

La karateca que recibió una muerte maletera

Maritza Ángeles Pavez Peña era cinturón negro en karate estilo Fu Ken Do, o “el Camino de la Garra del Tigre”. A pesar de sus 50 años, podría haber reducido a cualquiera que quisiera atacarla. Pero no pudo esquivar un certero palo en la nuca que le propinó Pedro Ramón Castro Sánchez, de 65. Él era su socio en el restorán de comida rápida “Ángel”, en la comuna de San Bernardo y además su amante por varios años. Según indicó en su tiempo la PDI, ella le había dado el filo a Pedro. Por motivos que nunca se esclarecieron, él le pegó con un palo en la nuca, en el living de su casa, el 13 de octubre del 2011. La dejó por muerta, y fue hasta su baño y se suicidó colgándose. Ella sobrevivió por 14 horas, hasta que murió en el Hospital Barros Luco.

On Fire, Gerardo Rocha on the house

Gerardo Rocha corre hacia fuera de la casa, gritando. Está envuelto en llamas, como la Antorcha Humana pero a diferencia del superhéroe de la Marvel, el origen de sus llamas no tiene que ver con superpoderes. Mientras rociaba con parafina y prendía fuego al martillero público Jaime Oliva, sus ropas agarraron las llamas. Así, Gerardo Rocha pasaba de victimario a víctima de su propia venganza. Todo ocurrió el 28 de febrero del 2008, cuando Rocha junto a dos secuaces entraron bajo engaños a la casa de Oliva, en la comuna de El Quisco. Rocha, hasta entonces, reputado fundador de la universidad privada Santo Tomás, sospechaba que Oliva le carcomía la color con su esposa. A punta de pistola obligaron al martillero a subir hasta el segundo piso y sentarse en la cama. Ahí lo rociaron con parafina. Ahí todo se fue a la mierda. Las ropas de Rocha también se incendiaron y el empresario del lucro educacional salió corriendo fuera de la casa. Su guardia y chofer, el ex paco César Osores corría tras su jefe tratando de apagarlo. En la confusión producto del shock que le causó las heridas, Rocha trata de abrir su todoterreno Range Rover, pero está muy mal herido y se le cae un dedo tratando de abrir la chapa. Posteriormente fue llevado a la Clínica Reñaca. Rocha murió el 5 de mayo del 2008.

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