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Opinión

3 de Abril de 2012

Malvinas: ¿Por qué el Reino Unido rehúsa negociar?

No puedo sino comenzar esta columna agradeciendo el respaldo del Gobierno y del pueblo chilenos a los legítimos derechos de soberanía de la Argentina sobre las Islas Malvinas. A días de la Visita Oficial de la Presidenta Fernández de Kirchner, mi referencia al “Gobierno y al pueblo chilenos” no constituye una mera fórmula: es un […]

Ginés González García
Ginés González García
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No puedo sino comenzar esta columna agradeciendo el respaldo del Gobierno y del pueblo chilenos a los legítimos derechos de soberanía de la Argentina sobre las Islas Malvinas. A días de la Visita Oficial de la Presidenta Fernández de Kirchner, mi referencia al “Gobierno y al pueblo chilenos” no constituye una mera fórmula: es un reconocimiento sentido ante el compromiso cabal del Presidente Piñera, expresado de modo elocuente y proactivo, así como frente a las espontáneas manifestaciones de apoyo de la sociedad civil chilena.

Un respaldo que apreciamos en toda su valía, máxime en estos tiempos en que hemos asistido con estupor a un despliegue retórico (carente de rigor lingüístico, jurídico e histórico) por parte de representantes del Reino Unido. Un despliegue que –a través de una deliberada distorsión de los hechos históricos y con un proverbial desapego por la semántica– procura deformar la esencia de la “Cuestión Malvinas” (un diferendo de soberanía entre dos Estados: la Argentina y el Reino Unido), apelando a principios que la ONU ha determinado que no resultan aplicables a este caso. Me refiero, en concreto, a las alusiones a un supuesto derecho de autodeterminación de la población isleña (británica, en realidad, y con un significativo porcentaje de militares en actividad), cuya aplicación a la “Cuestión Malvinas” implicaría consumar la vulneración de la integridad territorial argentina y burlar el proceso de descolonización, impidiendo la solución del diferendo.

Al respecto, el Reino Unido insiste en invocar los “deseos” de los pobladores de las Islas, cuando son sus “intereses” los que han de ser tomados en cuenta por los gobiernos argentino y británico en las negociaciones que se entablen para encontrar una solución a la disputa de soberanía, conforme lo ha dispuesto la comunidad internacional (Resolución 2065 de la AGNU). Negociaciones que el Reino Unido se niega a retomar. Intereses que la Argentina se ha comprometido a preservar; tanto así que el respeto por el modo de vida de los habitantes de las Malvinas ha sido consagrado en el orden jurídico argentino a nivel constitucional. Vaya contraste, ¿verdad?, en la disposición efectiva de ambos Estados para cumplir con sus obligaciones internacionales; entre ellas, la más básica: solucionar las controversias por vía del diálogo.

Los argumentos aparentes con que el Reino Unido intenta defender lo que es falso no se limitan al plano jurídico. Algún representante británico incluso insinuó par de meses atrás que las Islas habían sido descubiertas por su país, una falacia tan evidente que hubo de ser desechada a poco de nacer: es un hecho histórico irrefutable que las Islas Malvinas fueron descubiertas por integrantes de la expedición de Magallanes en el año 1520. A partir de entonces, las Islas quedaron dentro de los espacios bajo control español. Otro hecho incontestable: en el proceso de reconocimiento del Estado argentino que culminó con la firma del Tratado de Amistad, Comercio y Navegación de 1825, Gran Bretaña no esgrimió pretensión alguna sobre las Islas Malvinas. No obstante, ocho años después (en enero de 1833), la Armada de guerra británica ocupó por la fuerza las Islas, “un archipiélago situado más cerca de la Patagonia Argentina de lo que Juan Fernández está de Chile“, expulsó al gobernador y a la población argentina de las islas, “consumando así uno más de los centenares de episodios coloniales del siglo XIX”, como bien reseñara Juan Gabriel Valdés en enero pasado. Una reseña que invita a realizar el ejercicio de imaginación que –días atrás– propusiera el historiador chileno Joaquín Fermandois: ¿qué hubieran sentido los chilenos si los ingleses, aprovechando su distinta posición de poder o alguna difícil coyuntura del proceso independentista, se hubiesen apoderado de Juan Fernández, conservándola hasta el día de hoy?

Expuestos ante la opinión pública los sofismas de tenor jurídico e histórico a los cuales aludí, insignes representantes del gobierno de Su Majestad apelaron entonces a manifestaciones grotescas. ¿Ejemplo?: acusar a la Argentina de colonialista, siendo que de los 16 territorios no autónomos que quedan en el mundo, 10 están bajo dominio colonial del Reino Unido, en tanto Argentina jamás pretendió poseer colonias. ¿Otra muestra?: calificar de bloqueo la negativa de Estados soberanos a permitir el ingreso a sus puertos de buques que enarbolen pabellones ilegales creados al solo efecto de multiplicar la depredación de recursos naturales que pertenecen a la Argentina. A propósito de “bloqueo”, deberíamos reflexionar: ¿quién bloquea la negociación en la Cuestión Malvinas? Par de ejemplos que podrían resultar hilarantes sino escondieren el propósito predatorio al que me referí y que preocupa a toda la región.

A modo de conclusión, me pregunto: si el Reino Unido realmente está convencido de que lo asiste la razón, ¿por qué se niega a negociar?

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