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Cultura

4 de Abril de 2012

“Me gusta travestirme”

Vida de hija de cónsul, vida de país en país, vida de no ser de ninguna parte. Primero, Filipinas hasta los seis años. Los recuerdos se mezclan: los campos de arroz, las plantas, el calor, el jardín muy tropical, la piscina pelo pincho en el jardín muy tropical. Y, entre los recuerdos mezclados, sobresale una […]

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Vida de hija de cónsul, vida de país en país, vida de no ser de ninguna parte.

Primero, Filipinas hasta los seis años. Los recuerdos se mezclan: los campos de arroz, las plantas, el calor, el jardín muy tropical, la piscina pelo pincho en el jardín muy tropical. Y, entre los recuerdos mezclados, sobresale una sensación: la de haberse sentido distinta, demasiado rubia, cuando todos -impresionados- le tocan el pelo.

Después viene Sevilla, España y los recuerdos son más claros. Las celebraciones religiosas, la semana santa, las procesiones de semana santa, los carros pesadísimos llevados por la gente en esas procesiones el colegio de monjas, mucho Cristo en la cruz, mucha sangre, mucho dorado -todo muy barroco-, la capilla del colegio, la primera comunión, las corridas de toro -de nuevo la sangre-, el asco a la sangre y, dentro de esos recuerdos nítidos, la misma sensación que en Filipinas: sentirse afuera de todo eso.

Después viene Brasil y Caterina Purdy -la chica que años después se haría conocida por trabajar con animales muertos, por tener una banda -Purdy Rocks- y por transformarse en Cholita Sound- empieza a ser feliz hasta que tiene que volver a Chile.

Y de nuevo se siente extranjera.

-Fue horrible. Muy duro. Era finales de los ochenta y fui a parar a un colegio de clase media alta, aburrida, facha. Yo venía de estar escuchando música, de hablar de eso con mis amigos y llegué acá a escuchar copuchas de niñas. Me hice muy pocas amigas en el colegio pero eran niñas como buenas, quizás no tan parecidas a mi, pero buenas y sencillas. No tan el prototipo de la cuica hueona.

Después, viene la universidad y -aunque siempre quiso ser veterinaria- entra a Arte:

-Lo que pasa es que hay cosas que uno hace o deja de hacer por estupideces: cuando yo era chica me dijeron que me gustaban tanto los animales que no iba a poder ser veterinaria porque los iba a ver sufrir. Y eso me quedó demasiado marcado. Entonces de repente cuando estudiaba arte muchas veces llegué a pensar que eso era lo que yo debiera haber hecho. En verdad estudiar arte no sirve de mucho. Quizás un poco para abrir la cabeza, relacionarse con gente interesante pero para mi no sé. Ahora hubiera hecho otra cosa: quizás comunicación audiovisual, si bien puedo hacer una dirección de arte habría preferido tener las herramientas.

-No sé si hay alguna carrera que sirva para algo. Salvo Medicina y esas cosas…

-Sí. Yo ahora creo que es mejor aprender alguna técnica de algo que te sirva y ser bueno en eso. Además ser artista en este país es súper ingrato. El arte no se vende aquí en chile, no hay circuitos de venta a no ser que tu trabajo sea un trabajo muy comercial y, en verdad la poca gente que compra lo que quiere son cosas decorativas que tengan que ver con la estética de la moda del momento.

El caballo-silla nos mira en el living de la casa de Caterina. El caballo que diseca en los días en que trabaja con animales muertos y hace cosas como, por ejemplo, un gato-mochila.

-¿Y en ese tiempo lo de los animales era más mediático nada más?

-Exactamente. Lo que pasa es que yo tampoco soy una persona muy calculadora en cuanto a estrategias de venta, si no todo lo contrario. Lo otro es que tampoco soy calculadora en el sentido de hacer un trabajo y seguir haciendo un trabajo hasta que finalmente resulte. Aquí, en Chile, si uno quiere ser artista y que te compren, te conozcan un tipo de trabajo, hay que darle-darle-darle una misma fórmula bastante tiempo. Y, no me enorgullezco para nada- pero yo soy poco constante y, más que eso, cuando siento que ya aprendí lo que tenía que hacer o si vengo de algún tipo de obsesión -como trabajar con cadáveres de animales- y ya la resolví, dejo de necesitarlo y me voy a aprender otra cosa.

-¿Cómo llegaste a trabajar con animales?

-Creo que yo llegué recopilando huesos. Cuando hacía camping en el desierto y empecé a pensar a hacer monstruos con esos huesos. Ahí pensé: el mejor material de trabajo son los cuerpos en sí, la real piel. ¿De qué otra manera iba yo a convocar a la materia para hacer algo parecido a algo vivo?

-Siempre me ha intrigado el proceso práctico de eso…onda de dónde los sacabas, cosas así.

-Jajaja. Tenía redes, entrecomillas. Esto parece chiste: iba a campos cercanos a Santiago y les decía que si algún animal se les llegaba a morir porfa me llamaran. Y también tenía redes de amigos. Por ejemplo para mi cumpleaños mi amigo Diego Fernández me regaló un gato.

-¿No te daba cosita?

-No. Nada. Ahora no le encuentro mucho sentido a hacer ese tipo de trabajo. De hecho ahora le encuentro menos sentido a estar extrayendo objetos de la nada, ir llenando el espacio de más materia.

-¿Por eso te cansaste?

-Le dejé de encontrar el sentido a estar creando objetos. En ese momento me volqué a la música también.

-Pasaste de presentar objetos a ser tu el objeto, decía David Ponce.

-La verdad no lo pensé tanto por ahí. Empecé a hacer música porque era algo que tenía pendiente en mi vida. No tenía que ver tanto con el hecho de yo transformarme en mi obra -que puede parecer así o no- si no por una cosa de energía o feedback. Cuando uno hace una exposición es todo una gran entrega de energía personal y armar un proyecto que puede demorar meses, o años, para que después vayan -no sé- una centena de personas y pongan la mano en la pera mientras miran.

-Jaja. El intercambio es desigual.

-Versus poder hacer una obra más viral, que la gente baile, que la gente sepa las canciones, que haya un intercambio de energía. Siempre me quedaba con la sensación, después de las exposiciones, de bueno ¿ahora qué? ¿dónde es la fiesta?

La fiesta está ahora con Cholita Sound, su nuevo alter ego con la que acaba de sacar un disco que está a la venta y con la que teloneó a la Tigresa del Oriente el año pasada. Los que la quieren, dicen que es la mejor mezcla de música electro-andina. Los que la odian, dicen que es hipster picada a boliviana.

Caterina suspira, se ríe.

-Yo no me siento muy hipster, la verdad. Y todo lo que hago -por ejemplo los personajes alterego cholita, chulita, indiecita- lo hago por suplir ciertas cosas que quizá en mi vida no tengo. La vida de huinca, así como de blanco, es una vida de ciudad que carece de harto sentido, entonces -de alguna manera- el personaje es un poco para reponer los sentidos que no tengo en esta sociedad. O sea lo mío es bastante honesto aunque pueda parecer irónica, kitsch o pueda ser un poco absurdo.

-Yo no sé bien como leerlo. No sé si te estás burlando de la clásica postal latina.

-No. Es que yo siento que es un kitsch pero de otra manera. No es un kitsch de postal lo mío. Ahora tengo un personaje que se llama Chulita que tiene que ver más con la moda de la calle, la moda flaite en la que encarno a un personaje que pueda perrear y bailar reguetón.

-¿Ahí se suple al reguetonero perdido?

-Jajaja. Ser más chabacana y pasarlo bien

-¿Y funciona ese suplir?

-Sí. Un poco. Si no tuviera esos personajes no estaría haciendo shows. No estaría después de los shows bailando con mis amigos. Como que es una excusa pa hacer cosas que no haría. No voy a muchas fiestas entonces me creé una especie de mini escena para poder hacer esas cosas.

-Es curioso eso. ¿Por qué crees que necesitas al personaje en vez de hacerlo tú?

-La verdad es que me gusta travestirme, que no es necesariamente el hombre que se transforma en mujer, si no travestirme y ser otros seres. Quizás como lo haría un actor.

-Esto puede ser una interpetación chanta pero ¿puede que haya tenido que ver con vivir en muchos lugares y no encontrarse nunca?

-Jajaja. No lo había pensado pero me parece una teoría súper plausible.

-¿Y te agotaste de Cholita? ¿Piensas volver a mutar?

-He pensado mutar pero voy a seguir trabajando en Cholita porque quiero ver algunos frutos. Ya me he dado cuenta de que -no sé si en todos lados, pero si acá- es más lento que todos te conozcan porque quizás mis amigos me conocen hace años y se pueden saber algunas canciones de memoria, pero el resto del mundo no me conoce para nada. Soy absolutamente desconocida.

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