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LA CALLE

1 de Mayo de 2012

El legado de los experimentos secretos de la CIA con LSD

Vía Pijamasurf.com La dudosa cualidad moral de la CIA ha sido expuesta numerosas veces, aunque díficilmente a fondo. De cualquier forma queda claro que esta agencia de inteligencia, que opera en buena parte del mundo, no tiene reparos en actuar de forma totalmente siniestra y violatoria de los derechos humanos si alguien o algo se […]

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Vía Pijamasurf.com

La dudosa cualidad moral de la CIA ha sido expuesta numerosas veces, aunque díficilmente a fondo. De cualquier forma queda claro que esta agencia de inteligencia, que opera en buena parte del mundo, no tiene reparos en actuar de forma totalmente siniestra y violatoria de los derechos humanos si alguien o algo se intepone con su agenda. Uno de los programas secretos en los que ha hecho patente el tipo de comportamiento que caracteriza a la CIA es el MK-ULTRA, un programa básicamente orientado a desarrollar técnicas para ejercer control mental sobre la población.

Por la investigación de diversos periodistas, la más reciente de la revista SF Weekly, sabemos que la CIA experimentó en repetidas ocasiones con el LSD en personas que no tenían conocimiento de que habían tomado este psicodélico –que en un principio fue probado como un “suero de la verdad”. Antes de que el LSD encendiera a la población hippie de Estados Unidos –bajo el mantra de Leary “Tune in, Turn on, Drop Out“– la Agencia de Inteligencia Central ya experimentaba con LSD, provocando una serie de bizarras y pesadillescas situaciones en sus propios agentes y en civiles inocentes. Detrás del sueño californiano del sunshine acid, se oculta el sueño paranoico de la CIA y el LSD, una oscura pareja.

Los experimentos de la CIA con LSD fueron llevados a cabo supuestamente bajo la sospecha de que la Rusia comunista, Corea del Norte y China estaban utilizando esta droga para lavar el cerebro de estadounidenses presos. Y la Agencia no quería quedarse atrás en el uso de esta neurotecnología.

La CIA colocó ácido lisérgico furtivamente a estadounidenses en la playa, en bares, en restaurantes y en burdeles por más de una década en una serie de experimentos que aparentemente no estaban muy regulados que digamos. La información que se tiene proviene de Seymour Hersh, quein primero expuso al programa MK-ULTRA en un artículo del New York Times en 1974, de John Marks, quien hizo una crónica de esta operación encubierta en su libro The Search for the Manchurian Candidate y ahora del periodista Troy Hooper quien ha apelado a la ley de derecho a la información para obtener documentos y a una nueva investigación. Sin embargo, es difícil pensar que la CIA no se ha guardado los detalles más incriminantes y escandalosos de este programa de control mental, vinculados por algunos no sólo a la experimentación con drogas psicodélicas sino, en otra vertiente, también a la distribución y venta de las mismas.

Entre los casos más sonados de experimentación con LSD de la CIA se encuentran el del médico Frank Olsen, quien supuestamente se suicidó bajo las secuelas de la sustancia y quien fuera usado para satanizar los efectos del ácido, la demencial dosificación de todo un pueblo francés con LSD colocado en el pan, el empleo de prostitutas para colocar subrepticiamente LSD en la bebida de sus clientes para luego experimentar con sus psiques y el extraño caso del alguacil Wayne Ritchie, quien aparentemente fue dosificado por sus colegas de la ley sin que lo supiera, lo cual desató un episodio de paranoia criminal que le costó su carrera.

Ritchie relata que se encontraba tomando unos whiskeys con otros oficiales federales en 1957 en San Francisco cuando, después de escuhar un par de bromas de uno de los agentes, la habitación empezó a girar repentinamente. Las luces verdes y rojas del árbol de Navidad empezaron a derretirse en filamentos espirales; su temperatura aumentó y su mirada se detuvo en los nauseabundos colores que lo asediaban.

Ritche se disculpó y fue al lavabo, tomó un vaso de agua e intentó recomponerse. Pero esto no sucedió; la vieja paranoia lo abordó. Temía que los otros alguaciles no lo querían ahí y pensó que los oficiales superintendentes no lo querían tampoco. Todos estaban buscando alejarlo. Conspirando en su contra.

Ritchie luego fue a buscar confort en su novia pero eso no funcionó. Discutió con ella y entonces perdió el control. Frenético fue al Vagabond Bar, donde tomó un par de sodas y whiskeys y luego a otros bares hasta que regresó al edificio donde estaban sus colegas. Ahí ejecutó un desquiciado plan para “ayudarlos a deshacerse de mí” al tiempo que conseguía algo de dinero para que su novia pudiera comprar un boleto de avión a Nueva York. Ritchie fue por su arma de fuego y embriagado y posiblemente alucinando, entró al Shady Grove, donde pidió otro whiskey y, después de armarse de valor bebiendo el último trago, apuntó al bartender con su revolver pidiéndole todo el dinero. El asalto no prosperó mucho, una mesera llegó y le preguntó qué es lo que estaba haciendo. Cuando Ritchie volteó, una persona lo golpeó en la cabeza, dejándolo inconsciente. Se despertó con el desolador paisaje de dos policías parados encima de él.

Ritchie logró evitar prisión pagando una multa y renunciando a su puesto, pero el episodio nunca ha dejado de atormentarlo. Acosado por la incertidumbre de ese día que cambió su vida, descubrió en 1999, leyendo un artículo del San Jose Times, que el oficial de narcóticos George White había conducido experimentos drogando con LSD a colegas en San Francisco como parte de la operación Midnight Climax, que se desprendió de MK-ULTRA. Ritchie conocía a White, es más, White estaba ahí esa noche en la que perdió la cabeza (según se puede atestiguar en el diario del mismo White). Y pensar que por la misma época la CIA había estado investigando la posibilidad de dosificar a toda una ciudad introduciendo LSD en el agua.

El director de la CIA, Stansfield Turner, testificó que se realizaron experimentos con LSD y otras drogas en 44 universidades, 14 fundaciones de investigación y compañías farmacéuticas, 12 hospitales y tres instituciones penales (recordemos que Tim Leary lo había hecho con psilocibina en la Prisión Concord, pero con la intención de propiciar un cambio de conciencia en los reos para que abandonaran la vida criminal).

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