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Cultura

24 de Mayo de 2012

Charly ya no rompe hoteles

Hay algo al que le llaman el nuevo Charly García: un hombre del que se escribe como si estuviera compuesto de la materia de los milagros. Si en la Biblia los muertos se paraban al oír la palabra “Levántate”, los paralíticos daban saltitos, los ciegos veían y las ballenas tragaban hombres que luego vomitaban; hoy […]

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Hay algo al que le llaman el nuevo Charly García: un hombre del que se escribe como si estuviera compuesto de la materia de los milagros. Si en la Biblia los muertos se paraban al oír la palabra “Levántate”, los paralíticos daban saltitos, los ciegos veían y las ballenas tragaban hombres que luego vomitaban; hoy pasan cosas menos verosímiles.

Charly García -dice la prensa- pide jugo de naranja y Coca Cola para el camarín del concierto que dará hoy en el Movistar Arena.

Charly García -antes, año dos mil seis- se enfurece tanto con un fotógrafo en Punta del Este que le pega en la nariz. Lo demandan. Seis años antes, en un hotel Mendoza, la policía lo va a buscar por un problema con un periodista y él dice una frase así como “Mi salida es por aquí” y listo. Se tira del noveno piso para caer directo en la piscina.

Cae perfecto. Es un héroe. Mejor aún, un héroe un poco divertido porque que sabe prolongar todos sus actos en la forma de una performance casi eterna. Para el disco Sinfonía para Adolescentes -ese regreso terrible de Sui Generis a principios del año dos mil- canta: Yo estaba muy aburrido/en la Mendoza fatal/dije que me falta ahora/sólo aprender a volar/Me tiré por vos.

La pregunta de los días del Charly destructivo, entonces, es si todo es hueveo, impostura, personaje o, si acaso, hay algo de honestidad ahí.

Sergio Marchi -biógrafo de Charly- responde a eso:

-Eran todas esas cosas, y a la vez un mecanismo que el propio Charly no podía destrabar. Había honestidad, impostura, arte y cierta neurosis-.

El problema es cuando la performance se hace demasiado honesta.

El escenario es Mendoza, otra vez, ocho años más tarde y la anécdota/piscina encuentra un espejeo un poco más feroz (la vida a veces es cuma): el impulso destructivo es el mismo pero el final ya no es divertido. Charly se vuelve loco, furioso, hace pedazos dos piezas del hotel en el que está y termina sedado, atado, en una camilla boca abajo en la que lo llevan a internarse.

Ése es el punto en el que para, dicen. Lo dice Humphrey Inzillo, editor de la Rolling Stone de Argentina:

-Charly estuvo al borde de la muerte en junio de 2008. Fue la última de una serie de crisis, y un estado de (auto)abandono, que no presentaba demasiadas salidas alternativas a un cambio profundo de hábitos.

Lo dice también -simplísimo y breve- Kiuge Hayashida, uno de los chilenos de la banda que Charly le levantó al Negro Piñera hace once años:

-Colapsamos en Mendoza.

Entonces vienen los médicos, los tratamientos y, después-después, el recuerdo que tiene el propio Charly sobre ese tiempo:

-Las internaciones. No tendrían que existir estos lugares, siento mucho por los que todavía están ahí. Lo peor yo ya me lo banqué. Se pasaron meses evaluando si era neurótico, esquizofrénico, psicótico, personalidad dual o qué sé yo. Y cada grupo de médicos me daba o me sacaba pastillas. Y me hicieron muy mal. Después de todo lo que paso, toda la locura, las internaciones, la neumonía, pienso que podría estar en una granja haciendo zanjas. Si Palito no aparecía, yo la estaría pasando muy mal, me estaría cortando las venas, qué se yo-, cuenta en una entrevista que da a Newsweek.

Sergio Marchi resume ese recuerdo en ocho palabras:

-También hay que recuperarse de las clínicas psiquiátricas-.

Palito Ortega (el que no lo conozca, yutubee” target=”_blank”> acá) no era de los más cercanos a Charly pero aparece con su casa de campo que se convierte en casa-refugio.

-No conozco en profundidad los motivos por los que Palito ayudó a Charly de esa manera. Entiendo, sí, que desde entonces Charly quedó eternamente agradecido con Palito y con su familia. Entiendo, también, que no había mucha otra gente dispuesta a ayudarlo a Charly del modo en que lo hizo Palito-, cuenta el editor de la Rolling.

Sea lo que haya sido, en 2008, Palito le escribe a Charly una carta que publica en la Rolling Stone y de la que el siguiente párrafo es sólo un pedacito:

“No te apures, amigo. Ya estás nuevamente de pie. Ya estás escribiendo canciones tan bellas como aquellas que un día te permitieron entrar al Cielo de los elegidos para siempre. Recorrimos un largo camino, ya sabemos que en la virtud nada es excesivo y que en el placer lo excesivo es perjudicial; ya sabemos cómo duelen los porrazos cuando nos pisamos los cordones mal atados. Por lo tanto, querido amigo, no debemos permitir que el pasado retrase un solo paso hacia el futuro y, sobre todo, que ninguno de los dos perturbe un solo segundo de este luminoso presente”.

Palito habla de luz y de calma, y de esas cosas que le han pasado a una parte de los cantantes/ícono de los años ochenta/noventa argentinos. Le pasa a Fito, cuando deja de ser el flaquito desgarbado y, de pronto, se pone panzón y le canta a su hijo en tonito feliz cosas como “Rey Sol”. Le pasa a Vicentico, que del desparpajo Cadillac pasa a ser casi un yogui. Le pasa a Gustavo Cordera que de la furia Bersuit se convierte en un tipo que no come carne y se viste de blanco.

Y lo que le pasa a los fans, con todo eso, es la llegada del aburrimiento:

“Sé que me arriesgo a que me puteen por escribir lo que voy a escribir”

Escribe igual:

“Pero es lo que siento. Siento que tipos como John Lennon, Luca Prodan, el propio Elvis, hicieron sin quererlo una gran jugada: se murieron justo a tiempo. A Charly se le pasó el cuarto de hora en el cual debió toparse con su Mark Chapman, o con su propio Charly in extremis que lo sacara de este planeta, pero su impulso autodestructivo fue suficientemente fuerte como para estropearlo, mas no para matarlo. Así fue como asistimos a la decadencia del artista otrora genial. De haberse muerto Charly justo a tiempo, luego de sus primeros discos solista, hoy sería un dios indiscutido. Es una suerte que Charly todavía esté vivo, por supuesto. Pero esto vale para el hombre, no para el mito”

El comentario es un posteo de un tipo x en una entrevista x. Una de las tantas que le han hecho a Charly.

El aburrimiento no es sólo una cosa de fans:

-Recibo un mail de Joe Blaney, el productor neoyorquino que produjo algunos de sus mejores álbumes (Clics modernos, Piano Bar, Parte de la religión, también trabajó para Andrés Calamaro y Fito & Fitipaldis), en el que me cuenta que ha visto algún video de Charly: “He lost the sparkle”, diagnostica. Es eso lo que la gente extraña; hoy García tiene una banda que suena bien en serio, él puede terminar los shows, ya no hay desmanes y todo parece bajo control. Pero no se puede disimular la falta de esa chispa genial que hace de Charly un artista genial, aun en la peor de las situaciones. Y todo el mundo piensa que es la droga. Una que lo atonta y otra que parece darle filo, locura, pero al mismo tiempo le pulveriza el talento-, escribe Marchi en la revista Orsai.

La nueva pregunta que uno se hace sobre Charly, ahora, tiene que ver con vivir para los demás o para uno mismo.

-He escuchado a los fans decir eso de prefiero al Charly anterior. Cuando estaba recién rehabilitado estaba bajo el tratamiento de pastillas que lo tenía muy dopado. Pero como yo estoy dentro pienso que lo que está pasando ahora es algo genial: estamos tocando, estamos más preocupados de la música. Charly sigue siendo genial. Lo que pasa es que se mejoró. Ya no consume nada. Ahora es un tipo normal. Si hay un whisky en un camarín, se tomará una copita, fuma cigarrillos, me imagino que toma pastillas para dormir, cosas así. Charly sabe lo que tiene que hacer y está haciéndolo muy bien. No hay escándalos, ni problemas con los manágers y no se rompe nada. Ahora somos una banda normal-, cuenta Kiuge Hayashida.

La nueva pregunta, también, tiene que ver con que si realmente ese Charly antiguo -no el Charly de la música perfecta de los años ochenta, si no el que venía de mediados de los noventa en adelante- era tan chispeante en su oscuridad y la respuesta es difícil: discos más o menos con flashazos como “Influencia”, “Asesíname” o “El amor espera”, que se contraponen a episodios terribles, como el del Charly del regreso de Sui Generis, que tiene una versión de Rasguña las Piedras que ni el Negro Piñera haría.

Y otra de las preguntas tiene que ver con si Charly aún es consciente de sus propios juegos de imagen, de construir bien al personaje.

La respuesta está en él:

-(Las canciones) sí hablan de lo que me está pasando. Muchas veces es la misma canción. No estoy más loco antes que ahora…Pero las canciones juegan con el estar bien-, dice en una entrevista.

Si alguna vez continuó la performance de destrozar un hotel en los años ochenta con la canción “Demoliendo Hoteles”, continuó la performance de tirarse a la piscina del noveno piso con la canción “Me tiré por vos”; “Deberías saber por qué” -con su trajecito de enfermo, con el mánager que vuelve después de mucho tiempo de ausencia- también es la prolongación de una última etapa.

Pero -al final- lo que hace que este nuevo Charly -si es que ese concepto existe- todavía pueda hacer que apenas queden entradas a la venta para su concierto de hoy, debe ser por algo así como lo que se ve en esta entrevista:

Me entusiasma el cambio, hay que ver qué pasa.

-¿Realmente lo entusiasma el cambio? 

-Estoy abierto a las posibilidades. Hay muchas personas que se interesan en mí. Y no tengo apuro, me quiero curar. Pienso que dejarse curar o cuidar es bueno también… igualmente pienso brindar con champan.

Charly no pontifica, no parece un evangélico de la salud, no se porta como un converso de nada. Guarda la melancolía.

Lo dice su biógrafo:

-¿Quién se recupera de la vida? Nadie. Yo creo que Charly está mucho mejor que hace unos años: sigo los reportajes que le hacen y veo que tiene expresión, ideas, humor y quizás se lo vea como si estuviera a punto de salir flotando. Lo prefiero así.

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