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Nacional

26 de Junio de 2012

Polémica por Museo de la Memoria: carta de Javiera Parada a la Directora de la Dibam

Señor Director: La carta de la Directora de la Dibam publicada en su diario referente al Museo de la Memoria plantea una visión que, desde mi perspectiva, vulnera un principio básico consensuado a nivel internacional: las violaciones a los Derechos Humanos no son ni pueden ser contextualizables, he ahí el valor universal de éstos. Si […]

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Señor Director:

La carta de la Directora de la Dibam publicada en su diario referente al Museo de la Memoria plantea una visión que, desde mi perspectiva, vulnera un principio básico consensuado a nivel internacional: las violaciones a los Derechos Humanos no son ni pueden ser contextualizables, he ahí el valor universal de éstos. Si utilizáramos la premisa de Magdalena Krebs, podríamos contextualizar también las masacres de Stalin, el Holocausto judío en la Alemania Nazi o el genocidio de Ruanda. El contexto o “los antecedentes” como plantea Krebs, podrían explicar, y por lo tanto ayudar a comprender y justificar la tortura, los asesinatos masivos, los detenidos desaparecidos o cualquier otra forma de violencia contra grupos o personas que se aparten del ideario de quien viola derechos fundamentales. ¿Existe alguna justificación plausible para matar, torturar y desaparecer?

Mi abuelo, Fernando Ortiz, secuestrado en diciembre del año 1976 y desaparecido hasta hace pocos años, fue asesinado en el cuartel Simón Bolívar donde funcionó la Brigada Lautaro, el grupo operativo de mayor confianza de Manuel Contreras. Ahí fue sometido a torturas y golpes que le molieron, literalmente, los huesos. Fue dejado sufrir durante días en el suelo, hasta que murió, después de una lenta agonía. Mi familia recién estos días tiene el dictamen legal que certifica esto.

El secuestro de las puertas de mi colegio y posterior degollamiento de mi padre, José Manuel Parada, son de público conocimiento.
“La violencia imperante”, según plantea Krebs, sería el antecedente de estos crímenes y del resto de las violaciones a los Derechos Humanos cometidas en dictadura y sería, por tanto, causa o razón para la brutal violencia ejercida por agentes del Estado, de manera sistemática, a partir del 11 de septiembre de 1973.

De su carta se entiende que la tensión social previa al golpe de Estado, las tomas de fundos y fábricas, las colas, el desabastecimiento, el inexistente Plan Z, serían antecedentes a ser considerados en la muestra del Museo de la Memoria para explicar por qué se asesinó, violó, torturó, desapareció y exilió a miles de compatriotas luego del Golpe.

Su argumento no sólo explicita un grave relativismo moral, sino que es profundamente peligroso. Con él podrían justificarse las mayores atrocidades, ya que los antecedentes previos a la violación a los derechos humanos permitirían explicarlos y eventualmente justificarlos.
No hay nada que justifique la violencia ejercida por el Estado de Chile en contra de ciudadanos inermes. Nada. Menos aún viniendo de agentes del estado cuya responsabilidad es la mantención del orden público y no, su alteración.

El Museo de la Memoria, como bien dice Krebs, tiene una función educativa y esa es justamente educar a las futuras generaciones respecto de lo que no debe ocurrir nunca más en Chile. Sin embargo, como pretende la directora de la Dibam, al considerar las razones o antecedentes de por qué se ejerció tal violencia, pierde su sentido pedagógico y relativiza acciones condenables, dando herramientas a algunos de sus visitantes para argumentar que tal vez esas acciones tenían razón de ser, considerando la situación que se vivía previo al golpe de 1973.

El Estado de Chile y nuestra sociedad, a través del Informe Rettig y el Informe Valech, ha asumido estos terribles sucesos históricos. Aún queda mucho por hacer, aún quedan desaparecidos que encontrar, aún quedan muchas familias que reparar, pero lo primero es el consenso que debe existir en nuestra sociedad de que bajo ninguna circunstancia se puede ejercer tal grado de violencia como sufrieron tantos compatriotas chilenos durante la dictadura militar.

Como nieta, hija y sobrina de víctimas de violaciones a los DDHH, pero sobre todo como ciudadana chilena, me resulta extraño y profundamente violento que una persona que ostenta un cargo público de tal responsabilidad, tenga a bien manifestar estas posturas justificacionistas, que en mi opinión, son un enorme retroceso en la construcción democrática.

Atentamente,
Javiera Parada

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