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Opinión

24 de Julio de 2012

La brígida vida al interior de las villas miseria

El autor de “El Bonaerense” vuelve al ataque con “Elefante Blanco”, un filme hecho en una villa miseria donde sacerdotes y voluntarios ayudan a inmigrantes y argentinos pobres a sobrevivir entre corrupción, mafias y policías acechantes.

Emilio Leighton
Emilio Leighton
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La miseria, la corrupción y la exclusión son parte de la vida en Latinoamérica, y a Pablo Trapero le gusta tocar estos temas en sus películas y tirárselos a la cara al espectador, sin anestesia. Ya lo hizo en “El Bonaerense”, donde muestra las malas prácticas policiales en la capital federal, y en “Leonera”, sobre la vida de las mujeres que viven con sus hijos en las cárceles, y magistralmente denunció en “Carancho” a los abogados y empresas que sacan provecho de los accidentes de tráficos para cobrar seguros millonarios. Y ahora vuelve con “Elefante Blanco”, filme que da entrada libre para conocer la vida al interior de las villas miseria (o poblaciones callampa) y que cuenta una historia de fe, amor y amistad, donde dos sacerdotes (Ricardo Darín y Jérémie Renier) y una asistente social (Martina Gusman) ayudan a los pobladores frente a los poderes políticos y policiales y las mafias. The Clinic habló con Trapero en su estreno en Madrid.

¿Crees que tu película puede herir la sensibilidad católica?
-La gente conoce más las historias de pedofilia que las historias de amor que rodean a los curas. En “Elefante Blanco” no hay nada tratado sin respeto. La película habla de temas sensibles como el amor, la pérdida de la fe y las reivindicaciones. En América Latina, a diferencia de España, hay menos rechazo si surge el amor en los curas, y el tema de la teología de la liberación está más arraigado. Queríamos alejarnos del estereotipo del cura de parroquia y acercarnos a la labor social de ellos, dentro de su humanidad.

¿Por qué elegiste el tema del cura villero ?
-Tenía ganas de hacer una película sobre la vida en una villa miseria y contarla a través de los curas que trabajan ahí. Y también mostrar a la gente que viene de afuera. Es conmovedor el trabajo de los curas villeros, como el de los asistentes sociales que se mueven al interior de estas poblaciones. Quería contar esta realidad que se conoce tan poco.

‘Elefante Blanco’ plantea el tema de la teología de la liberación. ¿Cuál es tu opinión de esta facción de la Iglesia Católica?
-No la conozco mucho y para montar el filme tuve que informarme mucho de los curas villeros que son unos representantes de esta teoría. La teología de la liberación son curas que tienen una forma diferente de ver a Dios. No reniegan de la Iglesia pero su manera de ayudar a los más necesitados y de trabajar es diferente. Nosotros tomamos como ejemplo el trabajo del Padre Mugica, que trabajó con la Iglesia del tercer mundo y que en 1974 fue asesinado, en circunstancias que aún no se han aclarado, a la salida de una parroquia. Se especula que fue asesinado por la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina), un movimiento fascista. Todo esto pasó antes de la dictadura aunque también se especula que fueron los Montoneros, pero no se ha llegado a establecer a los culpables.

‘Elefante Blanco’ ha impactado en la sociedad argentina y los políticos han retomado el tema de las villas miseria.
-En Argentina, ‘Elefante Blanco’ está aún en cartelera pero lo importante es que pasó de la sección de espectáculos a la sección de investigación y luego a ser de interés social para la legislatura. Y sí, hoy se habla más de las villas miseria, de cómo erradicarlas.

En tu opinión, ¿cómo se puede llegar a una solución?
-Es un fenómeno que empezó en los años 60 y ha surcado todos los gobiernos argentinos. Este tema no depende de los gobiernos. Estos son muy abstractos y no solucionan nada. Depende de todos, de toda la sociedad. Hay una cierta complicidad e hipocresía porque se ignora el tema en los medios de comunicación, en las conversaciones entre la familia o amigos. Además hay una estigmatización, un circuito perverso. La gente no encuentra trabajo porque vive en estos barrios bravos. Se cree que son marginales, indecentes, pero no es así, son gente decente que lucha día a día, sin protección ni planes de salud ni educación. Si hubiera más gente que trabajase en estas villas, ayudando a los pobladores, podríamos avanzar más rápido en la solución.

¿Como fue la reacción de la gente de la villa cuando llegaron a filmar?
-Es difícil grabar en las villas miseria. Pero la gente se organizó muy bien y empezó a abrirse porque se sintieron parte del proyecto y al final fue transformador ver su ímpetu. Por ejemplo, cada vez que filmás en un lugar de la villa tenés una cadena de permiso.

¿Cómo?
-La gente votaba para aprobar que filmáramos en el edificio pero aunque lo permitieran, otros subían la música porque no estaban de acuerdo. La gente de la villa tiene mucha fe y eso es muy educativo. Asimismo, nos abrían ciertos sectores para poder grabar y en otras ocasiones nos decían que no podíamos porque era peligroso. Y nosotros no preguntábamos porque sabemos lo que se cuece en estos lugares. Es tierra de nadie.

¿Tuvieron que lidiar con las mafias de las villas miseria?
-No, el contacto fue con la gente del sector donde grabamos la película. No nos interesaba tener contacto con gente de la mafia y descartamos ese tema. El permiso te lo dan los vecinos que están muy bien organizados. Nosotros teníamos miedo, la verdad. Si bien en la grabación hubo algunos decorados, la mayoría de las veces grabamos al interior de la villa e incluso los vecinos pedían silencio cuando grabábamos. En 10 semanas grabamos todo.

¿’Elefante Blanco’ es el ícono del fracaso del gobierno argentino en los años 30?
-Sí, ‘Elefante Blanco’ era el nombre de un hospital que empezaron a construir en los años 30 y que iba a ser el más grande de Latinoamérica pero quedó ahí, sin terminar, y se convirtió en una villa oculta.

A propósito, el gobierno de Cristina K. plantea la nacionalización de la industria estratégica argentina como una forma de generar riqueza y solucionar los problemas sociales.
-Argentina es un país con educación, salud y empresas públicas de toda la vida. En los 90 se regalaron muchas empresas estatales y se vivió un estado delirante donde se vendía todo por pocos pesos. Yo estoy de acuerdo en que el Estado participe con fuerza en la industria nacional que genera riqueza, en las comunicaciones, por ejemplo. La nacionalización se debe aplicar en todos los países para que la riqueza llegue a todos. El mundo está ahora en crisis por las malas prácticas económicas de los privados.

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