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Cultura

2 de Agosto de 2012

El ego de Stefan v/s Kramer

Puta. Odio las críticas. De literatura, cine, teatro, lo que sea. No sé si porque pienso que qué tiene que andar hablando un periodista -espíritu de sangijuela- de lo que nunca ha hecho o porque siempre las opiniones de las críticas parecen tan decididas y definitivas -y en general uno no es ni tan decidido […]

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Puta. Odio las críticas. De literatura, cine, teatro, lo que sea. No sé si porque pienso que qué tiene que andar hablando un periodista -espíritu de sangijuela- de lo que nunca ha hecho o porque siempre las opiniones de las críticas parecen tan decididas y definitivas -y en general uno no es ni tan decidido ni tan definitivo- o, tal vez, porque hace poco trabajé en una película y a ratos sufría con cómo en tres párrafos culiaos te podían romper el corazón.

Lo que acabo de decir no le importa a nadie pero me sirve para pensar por qué chucha nunca he hecho una crítica y para poder disculparme por escribir ésta: Kramer es suficientemente famoso como para llegar a leer todas las críticas así que no tendrá el corazoncito roto, Kramer es suficientemente famoso -y divertido- como para que a la película le vaya la zorra, la película está distribuida por Fox así que no le puede no ir la zorra (acabo de cachar que parece talla de papá) y, como le va a ir la zorra, importa un pico lo que yo diga.

Pico.

Después de ver la película no supe bien qué pensar. Fui a reirme como cuando me río al ver a Kramer imitando a Piñera, Bielsa, la Bolocco chica, Zalaquett, etc, etc, etc; y pasar por alto que la premisa de la película -Stefan descubriendo que la familia y el amol de su mujer son lo más importante en la vida- fuera media ñoña.

El problema es que no la pude pasar por alto. No tanto por ñoña si no porque los dos niveles de la película -el de los personajes imitados y el de la vida privada de Stefan- no pegaban bien. Sobre todo al principio. La parte divertida -Rafa Araneda versión Kramer, Negro Piñera versión Kramer, Longton versión idem- hacía un contraste raro con la parte que no era divertida: la mujer de Stefan sufriendo porque él, muy metido en su fama, no la pescaba; sus hijos sufriendo porque él, muy metido en su fama, no los pescaba, y yo también sufriendo porque el comienzo de la película se parecía a un montón de sketches (¿así se escribe?) medios escolares y bien mal actuados, y, sobre todo, sufriendo porque no quería ver eso.

Yo quería ver a Kramer. No a Stefan. O no tanto a Stefan. O, más bien: no así a Stefan. Me recordó a una entrevista hace noventa mil años en el Wikén en la que tenía que autoentrevistarse y se hacía a sí mismo la pregunta menos interesante con la respuesta menos interesante del mundo: -¿Quién es Stefan Kramer? “Soy un aprendiz. Estoy lleno de errores (…)”.

Esa pregunta viene de alguien con ego. Esa respuesta viene de alguien con ego. Y lo que pasa en la película es que el ego de Stefan -por querer ser un actor “seco” (como dijo en esa misma entrevista), por demostrar que es más que un imitador, por pensar que nos interesa su vida más que sus personajes -sobre todo eso- es medio incómodo.

Y. algo importante: uno nunca quiere ver a la persona que hay detrás de alguien que hace humor porque siempre va a ser más fome que el personaje. Le pasa a los humoristas y le pasa a Kramer. Y le pasa algo peor: alguien que no cae en clichés con sus imitaciones sí lo hace el guión de la ficción de su propia vida.

Después de decir todo eso debieran ir tres arteriscos

***

Para poder cambiar el tono y decir que un poquito avanzada la mitad de la película las cosas empiezan a cuajar más, la huéa se vuelve graciosa y tiene un final más chistoso que la chucha -que no contaré porque no soy Ascanio Cavallo- pero diré que aparece imitado Hinzpeter (total Matías del Río ya se mandó el spoiler) y que como no puedo darle jumbitos ni ponerle estrellitas, ni nota -porque tampoco soy Ítalo- puedo decir (aunque sólo tenga un párrafo de elogio) que si Kramer sacara otra película la iría a ver porque es la zorra ver a Rafa Araneda siendo tan Rafa Araneda, a Piñera y sus bracitos, a Farkas, a Zalaquett, a Longton, y al Negro Piñera que casi se hacen queribles de lo la raja que son y, por último último, porque Kramer debe ser algo así como lo más parecido, a falta de Concertación, a la oposición de Piñera: cuando en la película uno piensa puta la hueá, no se va a reir más de Piñi, sorprende con algo que no puedo decir -dije que no contaría el final-, así que vayan a verla, apoyen el cine chileno y bla bla bla bla.

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