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Opinión

6 de Septiembre de 2012

Camila von Baer

De la vicepresidenta de la Fech pareciera imposible hablar sin caer en el universo que ella, jesusita roja, dibuja desde su hablar enrevesado: o están conmigo o están en mi contra parece disparar hablando de traición cada vez que alguien –parlamentario, periodista, dirigente o hijo de vecino- toma un camino distinto al que ella plantea […]

Wilfredo Chipana, residente peruano
Wilfredo Chipana, residente peruano
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De la vicepresidenta de la Fech pareciera imposible hablar sin caer en el universo que ella, jesusita roja, dibuja desde su hablar enrevesado: o están conmigo o están en mi contra parece disparar hablando de traición cada vez que alguien –parlamentario, periodista, dirigente o hijo de vecino- toma un camino distinto al que ella plantea con su dedito de únicas verdades.

Entonces el que no es comunista, traidor. El que disiente, traidor. El que plantea modelos distintos a los que los compañeros señalan: Judas Iscariote repartiendo besos como Antonio Garrido billetitos de a mil.

Noticia vieja lo de ayer, cuando la vicepresidenta de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile disparó el kalashnikov de su twitter para decir sin aspaviento que ningún fascismo atemoriza a las Juventudes Comunistas –ni de izquierda ni de derecha- después de que un grupo de estudiantes intentara tomar la (santa) sede del Partido Comunista, el Comité Central. Fascismo puro, decía para diferenciar lo que pasó en su Vaticano personal de lo que ella y sus amigos de amaranto en la sede de la UDI hace unos meses. Ese fascismo si es válido, ese fascismo si construye, ese fascismo si sirve porque lo hace ella y sus argumentos, parece creer, son más válidos que los del otro.

Así, para la dirigenta estudiantil los 53 años de dictadura en Cuba son la luz a seguir, mientras que los 17 años de fusiles en Chile son el período más negro de nuestra historia, siendo ambos regímenes cerrados caracterizados por las violaciones a los derechos humanos y la restricción de las libertades individuales.

Pero ese no es el punto, sigamos que en Vallejo el verdadero punto es que desde su aparición como líder estudiantil pareciera haberse adjudicado un rol de reserva moral de la conciencia nacional que dice, pepe grillo, lo que está bien y lo que está mal, medido con su roja varita roja.

Y aunque la niña de ojitos lindos tiene una sola verdad, sus conceptos son relativos según quien, según cuando, según como. Así, por ejemplo, se despacha muy metralleta diciendo que hay representantes ilegítimos aquí, allá y más allá, en la última elección que participó salió segunda con 3.864 votitos el uno detrás del otro. Aún así, desde el podio en que se monta sola, habla como la más presidenta, como la más legítima de todas va soltando avemarías de que esto y lo otro no son buenos, que eso y aquello está equivocado, que tú y tú y tú son unos talporcual por no hacer lo que yo quería.

Porque además de portadora de la verdad de las verdades más verdaderas de este y cualquier mundo, la dirigenta más linda de Chile es intocable y vaya usted a decir que es linda, porque verá que también se emputece y dice –con ese tonito de sentencia de la Corte Suprema de lo absoluto- que la banalidad es otra pata más de ese demonio de mil cabezas del capitalismo como si ser persona, ser humana, le restara validez.

Así, la dirigenta ha ido construyendo una imagen que más allá de intocable se ha vuelto sacra, instalando desde la trinchera de la seriedad barreras para que cualquier cosa que se diga por fuera es un insulto, cualquier algo que se haga por fuera de sus sagradas escrituras es pecado y ella misma se encarga de montar la barricada cuando, por ejemplo, se pone el parche antes de la herida para decir que la prensa solo rescatará de un encuentro Confech en Temuco el cartelito que dice “Camila acá está tu indio pícaro”.

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