Texto y video de Revista Ñ Alvaro Bisama, uno de los principales narradores “jóvenes” de Chile nos espera atentamente en el lobby del hotel de Recoleta donde se están hospedados todos los escritores extranjeros invitados al FILBA. Lo de jóvenes, entre comillas, no es en contra Bisama sino la tendencia de extender la juventud hasta […]
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Alvaro Bisama, uno de los principales narradores “jóvenes” de Chile nos espera atentamente en el lobby del hotel de Recoleta donde se están hospedados todos los escritores extranjeros invitados al FILBA. Lo de jóvenes, entre comillas, no es en contra Bisama sino la tendencia de extender la juventud hasta los cuarenta y tantos. Sobre todo cuando se trata de escritores a los que hay que vender como mercancía. Concretamente, Bisama nació en 1975 en Valparaíso. Ha publicado cuatro novelas y tres libros de crítica y crónicas. Ha sido crítico literario para El Mercurio y actualmente escribe crítica de televisión para la revista Qué pasa.
Su última novela, Ruido, se pubolicó recientemente en Santiago. Aun no está disponible en la Argentina, con lo cual empezamos por preguntarle por esa trama.
¿Como nació tú última novela? ¿De qué se trata?
Ruido es una novela muy rara, porque es una novela escrita en la primera persona del plural que tiene su origen el la crónica. Es sobre dos cosas: una es la historia de un vidente en un pueblo chico de provincia. Luego de cinco de años de apariciones en las que le habla la virgen, el vidente se vuelve transexual… La otra parte de la historia es un relato, contado desde el punto de vista de los chicos que crecen viendo esto en el pueblo, y que luego fundan bandas de rock y bandas de punk… O sea, en realidad es una historia de la comunidad de la provincia chilena, de la provincia donde pasan estos milagros y –en el fondo- cómo la comunidad construye un relato real-maravilloso. El texto tiene su origen en varios cuentos de crónica que luego yo fui como pelando, rascando, rayando, hasta que me di cuenta que en el fondo era una novela. A mi me interesaba porque era una historia que podía ser contada como una historia colectiva, la historia de una provincia. En general la literatura chilena es muy santiaguina, muy capitalina.
¿Y como se relaciona este libro con el resto de tu obra?
Yo siempre, en el fondo, había escrito cuentos que venían más de género, de freaks… Con esto me di cuenta que era lo mismo, pero que podía ser abordado desde lo real o desde el punto de vista de lo colectivo. Es una novela que trata de trabajar los fragmentos de las voces de la comunidad.
¿Cómo fue tu formación como escritor?
Yo soy profesor de castellano. No se como se llamará acá… lenguaje… Comencé haciendo crítica literaria. Y trabajé un rato largo en diarios como La Tercera, medios mainstream de Chile. Y me pasó que no me gustaba lo que estaba leyendo. No me gustaba nada. Estaba trabajando en un unas ficciones, allí, dando vuelta, eran bocetos… Terminé escribiendo el tipo de libros que me gustaría leer. O sea, la primera novela que publicamos —se llamaba Caja Negra— era una novela sobre directores de cine de terror, de freaks, OVNIS, asesinos seriales, dibujantes japoneses de cómics underground –las dos primeras novelas son sobre eso. Una cosa desquiciada. El mundo se acaba cincuenta veces por libro…. Eso fue un comienzo muy raro, pero de repente te das cuenta de que, en el fondo, cuando ocupas el mecanismo de la cita, o el mecanismo del homenaje, eso lo puedes hacer uno o dos o tres libros. Entonces hace un par de años, tres o cuatro años más o menos, me pidieron que escribiera un libro –libro que tu aceptas porque eres un pendejo- que era una suerte de reseña de cien libros chilenos. Me puse a escribir cien reseñas de cien libros chilenos. Y me topé con una suerte de lecturas que no había tenido pero que tuve que sistematizar, y allí me di cuenta que había pasado el momento de la cita, el momento del homenaje y el momento freak y volví a empezar a pensar eso desde otro lado. Y de allí aparecieron Estrellas muertas y de allí apareció Ruido.
Inevitablemente, para cerrar, tenemos que preguntarte sobre la influencia de Roberto Bolaño…
Yo tuve una suerte bien radical. Tuve la suerte de leer a Bolaño cuando estaba vivo. Y tuve suerte de comentar a Bolaño cuando estaba vivo. Nunca fui amigo de Bolaño. Afortunadamente estoy salvado del riesgo biográfico de decir “Oh ¡Lo conocí!” Me da lo mismo eso. Pero tuve la suerte de ir leyéndolo en la medida que iba sacando libros. Eso es muy distinto de haberlo leído después de su muerte, que para chicos de 18 o 20 años fue un mazazo. A mi me parece que está allí y nadie sabe muy bien qué hacer con el. Que hay que agradecerle cierta libertad… Lo que yo leo de Bolaño es que dio una lista de lecturas que no estaban allí. Que descomprimió el campo. Y al descomprimir el campo construyó un efecto que es mucho más interesante que sus libros.