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Opinión

12 de Octubre de 2012

Capriles, el candidato de Bolívar

“¿Cuál es tu candidato en Venezuela?”, me preguntaron vía tuiter el domingo recién pasado. “Ninguno, vivo en Temuco”, respondí, molestando a más de alguien. Y es verdad. Ya las elecciones chilenas me parecen lejanas y hasta cierto punto intrascendentes (la oferta electoral es bastante pobre, convengamos). Imagínense entonces las de Venezuela, a más de 10 […]

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“¿Cuál es tu candidato en Venezuela?”, me preguntaron vía tuiter el domingo recién pasado. “Ninguno, vivo en Temuco”, respondí, molestando a más de alguien. Y es verdad. Ya las elecciones chilenas me parecen lejanas y hasta cierto punto intrascendentes (la oferta electoral es bastante pobre, convengamos). Imagínense entonces las de Venezuela, a más de 10 mil kilómetros de mi ruca. Soy de los que creen, además, en la soberanía de los pueblos. Y en el sagrado principio de la no injerencia. Si los venezolanos quieren tener a Chávez 20 años en el poder, allá ellos. Bien, supongo. Es la democracia moderna. Gana el que saque el 50 por ciento de los votos más uno. Los griegos, mucho más sabios, jamás habrían dejado los asuntos de la polis en manos de la muchedumbre. Tal vez por ello en Grecia solo votaba un grupo de notables. “Los en verdad preocupados de los asuntos de Estado”, comenta el tío Domingo, fanático de la Antigua Grecia. Y de Homero, el de Los Simpson.

No, no tuve candidato en las pasadas elecciones venezolanas. ¿Por qué habría de tenerlo? Lo que si he tenido siempre, como periodista, es opinión del proceso bolivariano y sus actores. No, esta vez no hablaré de Chávez, más bien de su contrincante. Interesante el candidato Henrique Capriles. Muy interesante. Lo comenté varias veces el día de las elecciones, ante furibundos seguidores de tuiter atrincherados como en los mejores tiempos de la Guerra Fría. “Capriles, muñeco del imperialismo”, “Capriles, vendepatria”, etc. Extraño. Capriles, desde el inicio de la campaña electoral, me pareció un candidato diferente a lo que habitualmente nos tenía acostumbrados el entorno político anti-Chávez. Alejado del infantilismo de la histórica oposición venezolana (la misma que se negó a competir en las pasadas presidenciales, he allí una muestra de su seriedad política y talante democrático), su discurso se mantuvo siempre conciliador, pese a los ataques verbales de un Chávez cada día más desbocado.

Distanciado también del radicalismo golpista de la derecha patronal caraqueña, no solo se definió ante los medios como “progresista” y “socialdemócrata”. También negó que tuviera planes de imponer un plan de medidas económicas neoliberales si llegaba al poder, principal acusación de sus detractores. Pragmático, reconoció los avances sociales del gobierno, comprometiendo –entre otras medidas– la mantención de los programas incluidos en “Misiones”, la joya máxima del Gobierno Bolivariano. Visto en clave chilena, un concertacionista cualquiera. Mi buena impresión de Capriles –en tanto figura política, aclaro– se reafirmó tras reconocer el domingo su derrota y saludar públicamente el triunfo de Chávez. “Para mí la palabra del pueblo siempre tendrá respeto… Yo soy un demócrata a carta cabal. El otro candidato obtuvo más votos que nosotros y así es la democracia. Estoy aquí para respetar la voluntad de nuestro pueblo”, señaló ante los medios. “Lo que el pueblo diga es sagrado”, agregó, felicitando de paso a los votantes de Chávez.

Un caballero Henrique Capriles. Aun perdiendo, sospecho que ganó. Ya lo hizo en las primarias de su sector y mi impresión es que nuevamente el domingo pasado. Prueba de ello son los casi 6,5 millones de votos (el 44,39%) que obtuvo en los comicios y que, tengo la impresión, para nada son endosables a los partidos que catapultaron su candidatura. Más de 6 millones de votos. Ojo, cifra nada despreciable para una oposición a Chávez que en 16 años jamás pudo siquiera rasguñar el poder. ¿Flancos débiles de Capriles? Muchísimos. Sobre todo algunas de sus juntas. La amalgama de partidos opositores que le dieron la confianza, agrupados en la llamada Mesa de la Unidad Democrática (MUD), mantienen vivos sus intereses. Intereses que son bastante poco santos en varios de sus miembros, representantes de lo mas rancio y reaccionario de la política venezolana.

Bien Capriles. Si logra maniobrar con éxito al interior de una oposición otrora beligerante y que hoy se viste con piel de oveja, bien podría llegar a la Presidencia. A riesgo de entrometerme en asuntos de estados extranjeros, mal no le haría a Venezuela un recambio de autoridades. Ya lo advertía el propio Simón Bolívar. “Nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo en un mismo ciudadano el poder. El pueblo se acostumbra a obedecerle y él se acostumbra a mandarlo”. Sabio, don Simón, un defensor acérrimo de las elecciones libres y la saludable alternancia en el poder. Capriles bien pudo ser este 2012 su candidato. Créanme.

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