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Opinión

9 de Noviembre de 2012

“Se llega a tener estilo leyendo y también imitando mucho”

Estuvo de paso por Chile para presentar su antología de escritores nuevos, o emergentes, o postdictadura, argentinos. Lo más llamativo para el lector chileno probablemente sea que los nombres que ahí aparecen son casi desconocidos y, lo segundo, la gran calidad de éstos.

Tal Pinto
Tal Pinto
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En “Panorama interzona”, Drucaroff, que antes publicó, entre otros libros, “Los prisioneros de la torre”, hace la distinción entre “nuevo” y “emergente”. La distinción no solo me parece válida, sino además, pienso, crea una categoría inédita. Mientras lo “nuevo” era patrimonio del modernismo, lo “emergente” vendría a ser algo así como la categoría explicativa que nace luego de los períodos de violencia latinoamericanos y, precisamente, emerge con un ahínco y vehemencia que lo “nuevo” no tenía.

No sé si estás de acuerdo, pero a mí me da la impresión que hoy los narradores jóvenes tienen que “emerger”, saltar una valla muy concreta de los adultos y la tradición para ocupar un lugar en el campo.
-De acuerdo con la necesidad de “emerger” para los jóvenes. En mi país al menos, una de las huellas tremendas que dejó la dictadura fue que se terminó la posibilidad de concebir a la juventud como fuerza primaveral, productiva. En un cierto sentido, los 30.000 desaparecidos quedaron en el imaginario social como los últimos “jóvenes”, en sentido primaveral, de generación capaz de plantear un futuro, y todos los que tuvieron que ser jóvenes después de ellos vivieron atenazados por esa imaginaria juventud inigualable frente a la cual ellos eran apáticos, superficiales, estaban en horrible falta. La sociedad argentina no los tomó en serio, salvo para criminalizarlos como ladrones, drogones, o despreciarlos por frívolos y apolíticos.

¿Entonces?
-Entonces, los jóvenes que sí estaban produciendo literatura, por ejemplo, eran invisibles, nadie creía que tenían algo para decir. En ese silencio hubo dos generaciones de postdictadura que produjeron una literatura nueva y solamente empezaron a emerger después de la crisis de 2001, con el oxígeno nuevo que fue naciendo en el país y que ayudó mucho a consolidar el kirchnerismo. Entre 2003 y 2006 más o menos el movimiento de nuevos narradores y narradoras emergió y arrastró con su emergencia -producto de acciones culturales grupales, generacionales, que volvían al país después de mucho tiempo- a muchos de la generación anterior.

¿Y lo nuevo?
-En la literatura la categoría “novedad” no pasa por lo nuevo como argumento de marketing (el nuevo modelo de celular que va a superar al anterior). No hay una idea de superación de lo anterior sino de aparición de algún recurso, procedimiento, entonación que es diferente de lo anterior porque palpita en consonancia con algo histórico, políticamente nuevo. Se construye -como todo lo nuevo en arte- por un lado reformulando algún recurso o característica estética del pasado (generalmente no del inmediato, sino trayendo a la luz algo que estaba más atrás de lo inmediato, yendo a buscar a una tradición que no estaba actualizada en el pasado inmediato), y también sintiendo que eso que se ha actualizado y hace contraste con cómo se escribía en general en el pasado inmediato está diciendo, pensando cosas de algo nuevo en el presente. Lo “nuevo” no es ni mejor ni peor que lo “viejo” en arte, sólo habla de nuevos diálogos con el presente.

ENTONACIÓN SOCARRONA

Más allá de la edad, y de ser hijos putativos de la dictadura, ¿qué distingue a los escritores incluidos en tu antología?
-Una escritura que desconoce la solemnidad, que pese a su lucidez y profundidad, está muy lejos de tomarse a sí misma tan en serio como para caer en ella, o en el patetismo. Hay una cierta entonación socarrona que puede llegar al humor o mantenerse en una mirada distanciada, algo irónica. En general muy ácida, muy negra y consciente de la falta de certezas sobre las salidas políticamente válidas, pero para nada despreocupada sobre el mundo. Esto está de algún modo en todos los textos. Algunos empiezan a tener menos negrura, una actitud lúdica profunda también, pero más vital, como si la postdictadura tal vez estuviera empezando a irse y un presente distinto empezara a asomar. Esto lo relaciono no con los años y la distancia histórica sino con que, con todas sus contradicciones y dificultades, el kirchnerismo en mi país encaró una tarea absolutamente imprescindible para que una sociedad pueda dar vuelta una página y mirar su presente y su futuro de otro modo: hacer justicia, castigar a los responsables de la masacre que hizo la dictadura.

¿Y qué más?
-Otra cosa distintiva muy interesante de los escritores emergentes pasa porque muchas veces provienen de clases sociales más humildes. En la Argentina de la educación pública, en todos los niveles siempre aparecieron grandes escritores más plebeyos (Roberto Arlt, Alfonsina Storni, por ejemplo) pero en la década del 2000 emergieron muchos más -y siguen emergiendo-, algunos realmente significativos por lo que han aportado. “Panorama…” tiene muchos textos enormes que están escritos desde una mirada profundamente popular, y no son ni patéticos ni denuncialistas en un sentido obvio, son originales y nuevos en el sentido que dije.

En una entrevista ubicaste dentro de tus cinco libros favoritos “Los detectives salvajes”. ¿Cuál es tu opinión general de la obra de Bolaño?
-Como especialista en literatura argentina que hace más de veinte años trabaja en el tema, tengo ese embrutecimiento de la experta, es desagradable, no tengo prácticamente tiempo para leer otra cosa. Me hice tiempo en vacaciones para disfrutar enormemente de “Los detectives salvajes”, después leí otros libros de él, pero no demasiados: “Nocturno en Chile”, “Monsieur Pain”… Me conmovieron, me fascinaron, encontré ahí formas nuevas de trabajar con lo latinoamericano y además reflexiones sobre la creación artística y su relación con la vida, con la vitalidad, que me hablan muy de cerca. Pero no me puse a estudiar la obra de Bolaño y no estoy en condiciones de decir algo sólido al respecto.

¿Y de la narrativa chilena?
-Tampoco de la narrativa chilena contemporánea, lamentablemente. Leí muy poquito, me llevo bastante para leer ahora, después de estas vacaciones a lo mejor puedo decir algo más interesante.

Sobre la influencia: ¿cómo crees que un escritor joven llega a obtener su estilo?
-Hay escrituras que dificultan la libertad, quien experimenta con el legado de Julio Cortázar, por ejemplo, tiene que hacer un enorme esfuerzo para no volverse epígono, seguidor imitativo, porque es una técnica y un lenguaje que más que abrir caminos, pareciera ir hasta el final con uno y pareciera que por ahí no se puede hacer nada. En cambio por caminos como Bioy Casares, o Carver, o Cheever, hay otras posibilidades. Y esto no significa que Cortázar sea malo, es simplemente que de algún modo extremo cierra, en vez de abrir. Patricia Suárez, uno de los escritores argentinos que mejor ha trabajado el cuento corto, me decía alguna vez que terminó entendiendo que su camino iba más detrás de Bioy o de la narrativa norteamericana que detrás de Borges, porque detrás de Borges no había modo de avanzar en algo propio. Lo que hace Samanta Schweblin, tal vez el mejor narrador en este momento de la narrativa de postdictadura, y uno de los mejores narradores vivos en Argentina, pese a su juventud, es un estilo enormemente propio porque aunque continúa la monumental tradición rioplatense del relato fantástico, lo hace desde un lugar que nada tiene que ver con un Cortázar o con un Felisberto Hernández, que no se parece a nada.

Pero, ¿hay alguna estrategia, algún método?
-Creo que leyendo mucho y también imitando mucho, caminando caminos para ver a dónde van y reflexionando todo el tiempo sobre ese camino. Creo que la discusión con los colegas, el contacto productivo con los colegas, ayuda mucho. Escribir es un acto solitario pero la literatura nace siempre en relaciones y diálogos con otros, y en ese sentido el contacto entre los escritores es una posibilidad de continuar esta reflexión sobre las influencias y los caminos, entre otras cosas.

¿Qué caminos sigue entonces la nueva narrativa argentina?
-Diría que la nueva narrativa argentina sigue caminos que abrieron Fogwill, Hebe Uhart, Ana María Shúa en sus cuentos desopilantes, con un humor cruel y maligno, Marcelo Cohen en sus construcciones de enorme libertad ficcional donde la ciencia-ficción es un semillero para pensar el presente, Copi, donde el tipo de humor y libertad, además de lo que yo llamo civil-barbarie, se adelantan enormemente a la literatura de su tiempo, y por supuesto y sobre todo: César Aira, escritor venerado durante mucho tiempo por los jóvenes que a mí me parece trivial y vacuo (salvo en sus comienzos) pero que planteó un modelo liberador respecto de la solemnidad de la literatura denuncialista de los años 70 y fue enormemente positivo, en su influencia, con los jóvenes, que a mi entender tienden a superarlo y a usar sus procedimientos con una intensidad y profundidad de la que Aira no es capaz.

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