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Cultura

21 de Noviembre de 2012

Documental rescata la historia de los edificios soviéticos de la UP

El 22 de noviembre de 1972, el presidente Salvador Allende inauguraba con bombos y platillos en la localidad de El Belloto –cerca de Quilpué, en la quinta región– un hito que marcaría un antes y un después en la historia de la vivienda social en Chile: las instalaciones de una moderna fábrica que construiría en […]

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El 22 de noviembre de 1972, el presidente Salvador Allende inauguraba con bombos y platillos en la localidad de El Belloto –cerca de Quilpué, en la quinta región– un hito que marcaría un antes y un después en la historia de la vivienda social en Chile: las instalaciones de una moderna fábrica que construiría en tiempo récord edificios prefabricados y que solucionaría el déficit habitacional desatado tras el terremoto del año anterior. Era la primera de tres fábricas que esperaba construir a lo largo de Chile durante su mandato.

La estrella de este hito era un grupo de ingenieros rusos que había llegado a Chile a fines del año 71 con el propósito de cumplir un acuerdo económico entre Chile y la URSS que consistía, justamente, en poner en funcionamiento estas fabricas llamadas KPD –diseñadas especialmente para construir paneles prefabricados de concreto– que irían en ayuda del programa de vivienda social impulsado por el Ministerio de Vivienda chileno.

Poco se sabe en la actualidad de la huella que dejaron los rusos en Chile. Pero el realizador porteño Andrés Brignardello Valdivia decidió investigar durante cuatro años esta historia que ha permanecido oculta por casi 40 años. Y entrevistó para ello a decenas de obreros, arquitectos e ingenieros que participaron de este innovador proyecto que quedó trunco con la dictadura. El resultado es su documental “KPD: Una escena de la Guerra Fría en Chile”, que fue seleccionado para competir en el Festival de Cine de Viña del Mar.

LA FÁBRICA

La fábrica prometía revolucionar el sistema de construcciones en Chile. Entre 16 días y un mes, los obreros podían levantar un edificio sin que nadie se deslomara. Pues todo era automatizado. Los obreros, dice Brignardello, sólo tenían que apretar palancas.

Las soluciones habitacionales seguían el estilo ruso impulsado por Nikita Kruschev: construcciones antisísmicas de cuatro pisos, con departamentos de 84 metros cuadrados, algunos con tres piezas, todo un lujo para la época.

Mientras permanecieron en Chile, los rusos trabajaron sin parar con ayuda de trabajadores chilenos –en su mayoría partidarios de los partidos comunista y socialista– construyendo edificios en Quilpué, Villa Alemana, Viña del Mar y Ñuñoa. Todo iba viento en popa hasta el Golpe de Estado. Sólo alcanzaron a tener listos 153 edificios, que aún se mantienen en pie pese al terremoto del 85 y al del 2010.

Los milicos se encargaron de esparcir en la prensa el rumor de que los rusos estaban incubando un centro de inteligencia militar, de espionaje al interior de la fábrica, para atacar al país. “La empresa fue estigmatizada, reprimida y destruida por el prejuicio ideológico por la sola razón de ser una donación soviética que según algunos escondía fines militares y de proselitismo ideológico”, dice Brignardello.

Por esa razón, a los rusos se les expulsó del país. En tanto, cinco chilenos trabajadores de la fábrica pasaron a engrosar la lista de detenidos desaparecidos, sin que aún se sepa de su paradero. La fábrica, en tanto, pasó a manos de los militares que le cambiaron el nombre a Viviendas Económicas Prefabricadas (VEP) y funcionó hasta el año 81, cuando se desmanteló y vendió al laboratorio Knop, que hasta hoy mantiene su centro de operaciones en dicho lugar.

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