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LA CALLE

13 de Diciembre de 2012

Mexicanos se volvieron locos con los Café con piernas

Fuente Vice Los “cafés con piernas” nacieron en Santiago de Chile en los años 90 tras una dictadura de 17 años. En sus inicios eran pocos locales, el más famoso “El Barón Rojo”, en el que varias veces al día presentaban el minuto feliz, donde las chicas servían café en topless y ofrecían un espectáculo […]

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Los “cafés con piernas” nacieron en Santiago de Chile en los años 90 tras una dictadura de 17 años. En sus inicios eran pocos locales, el más famoso “El Barón Rojo”, en el que varias veces al día presentaban el minuto feliz, donde las chicas servían café en topless y ofrecían un espectáculo de striptease. De ahí en adelante comenzaron a florecer más y más locales de “café con piernas” por la capital, tanto que la competencia llevó a que estos fueran cada vez más “atrevidos” y las chicas prestaran más servicios. Ahí se complicó todo, ya que muchos pasaron la barrera de la legalidad, y otros fueron clausurados.

Actualmente existen muchísimos de estos locales y algunos se han convertido incluso en cadenas. El negocio es realmente bueno tanto para los propietarios del café como para las chicas. Un café vale algo menos al equivalente de 30 pesos, y en una mañana un local modesto llega a vender unos 160 cafés. A las chicas les pagan el sueldo mínimo (el equivalente a 5,120 pesos mexicanos al mes), pero en propinas el promedio diario es de 1,280 pesos.

Un día fui a las once de la mañana a uno de estos establecimientos a tomar un café. Era difícil moverse ahí dentro, ya que estaba tan lleno como una discoteca un sábado por la noche. Compré mi expreso en la caja y se lo pasé a Anita, que después de atender a unos cinco clientes, llegó con su micro bikini a tomar mi orden. Ella lleva seis años trabajando en esto. Me cuenta que tiene unos cien clientes habituales, y que se sabe los nombres y las historias de cada uno. Algunos le dejan suculentas propinas a cambio de un toqueteo algo más apasionado. “Hay que tener estómago con algunos”, me dice. En ese momento llega un tipo y la toma de la cintura por atrás. “Hola, Claudio, ¡ya te atiendo!” En la hora que estuve en el café, pude hablar unos diez minutos con Anita; el resto me la pasé viendo cómo iba de un lado a otro con expresos, cafés con leche y capuchinos.

Anita trabaja de nueve de la mañana a dos de la tarde de lunes a viernes. Después va al gimnasio y por las noches (cuando la llaman) hace despedidas de soltero, las cuales cobra a unos 1,600 pesos la hora. Así se ha comprado un departamento y una camioneta. “El café me lo ha dado todo. Es un trabajo duro pero no me puedo quejar, hoy tengo todo lo que quiero y no lo habría podido conseguir de otra manera.”

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