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Opinión

31 de Enero de 2013

Las cumbres

A mí me gustan estas cumbres. Acercan realidades. Son, de una parte, reuniones de grandes mercaderes, que no sólo comercializan productos, sino también costumbres. Se compran y venden estabilidades, políticas públicas, cifras de crecimiento, habilidades humanas, niveles de competitividad. Pero también los lonkos se miran las caras, se conocen, y las distancias teóricas, los juicios […]

Patricio Fernández
Patricio Fernández
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A mí me gustan estas cumbres. Acercan realidades. Son, de una parte, reuniones de grandes mercaderes, que no sólo comercializan productos, sino también costumbres. Se compran y venden estabilidades, políticas públicas, cifras de crecimiento, habilidades humanas, niveles de competitividad. Pero también los lonkos se miran las caras, se conocen, y las distancias teóricas, los juicios políticos, las declaraciones para la galería, ceden frente al intercambio personal. En la medida en que estos encuentros se vuelven frecuentes, se asemejan a los paseos de curso. De hecho, sería interesante que durmieran todos los mandatarios en la misma pieza. No es necesario que sea en camarotes. Se les pueden habilitar incluso grandes camas de lujo con sus respectivos veladores. Lo importante es que se acerquen todavía más. ¿Continuarían hablando de política hasta antes de dormirse? ¿Tomarían copete o guardarían la compostura? No faltaría quien se encargue de romper el hielo. Quienes asisten no son sencillamente mercaderes. Los gobernantes electos son también los representantes de pueblos enteros, de modo que mientras conviven, las fronteras se aligeran, y realidades remotas entran en contacto. Piñera estaba tan contento que terminó abrazando a Raúl Castro en la transmisión pro témpore de la presidencia de la CELAC. Estaba tan contento que se le fueron los tics. Las redes sociales comentaban que ya no cometía ni siquiera piñericosas.

Cuando Evo propuso a su “hermano Piñera presidente de Chile” cambiar mar por gas, le contestó con prestancia laguista: ”Este presidente va a defender la soberanía de nuestro país, porque no solamente es mi derecho, es mi obligación”. Y agregó: “Los temas de soberanía no se negocian por intereses económicos”. A la gente, le encantó, y la escena, que en otro tiempo se hubiera teñido de violencia, esta vez fluyó como si ninguna de las palabras dichas fuera de piedra, sino de agua. Aunque Piñera pateó la pelota hacia las alturas de lo rimbombante, el pensar un “pasando y pasando” no suena mal. Chile no le debe ese mar a Bolivia. Eso es un asunto zanjado. Chile se debe a sí mismo la grandeza de entregarlo o facilitarlo o lo que sea. Si de paso nos dan gas, mejor que mejor. Ganaríamos un vecino agradecido. Como sea, América Latina está conversando. Lo de Castro en la presidencia de esta conferencia es rarísimo, pero pasajero. El terno le quedaba grande, ¿o es idea mía? Los europeos, que se supone eran las grandes estrellas del encuentro, lo abandonaron como gerentes exhaustos. La charla entre hermanos distanciados, recién comienza cuando se van las visitas, ya en el cuarto, justo antes de apagar la luz. Insisto: los metería a todos en el mismo dormitorio.

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