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LA CALLE

1 de Marzo de 2013

Pichicuy: playa de guerreros y guerreras

A 186 kilómetros al noreste de Santiago, se encuentra la caleta de Pichicuy, playa de nuestro litoral central que no solo recibe turistas amantes del buceo o de la caza, sino que también acoge desde la década de los ochenta a los cadetes de la Escuela Militar para que realicen en este sector, sus campañas y entrenamientos. A pesar que el cansancio y el hambre son una constante durante el periodo en terreno, siempre hay tiempo para el romance y las metidas de patas. A continuación, algunas de las historias más sabrosas que nacen, se desarrollan y mueren en “Vietcuy”.

Por

Letrinas

En la actualidad, Pichicuy cuenta con instalaciones sanitarias no muy decentes pero si pasables, pero durante la época de los noventa la realidad era otra, ya que los cadetes debían realizar sus necesidades biológicas en letrinas. Su estructura no era más que un hoyo enorme tapado con tablas agujereadas que imitaban los asientos tradicionales del WC. Cierto día, varios alumnos de la Escuela Militar estaban echando la corta y larga en estas letrinas, cuando en eso llega el helicóptero sobrevolando el sector. Los cadetes que estaban sentados quedaron literalmente embarrados de mierda, ya que todo lo que estaba al fondo de esa fosa de caca y confort, subió. Las tablas salieron volando y con ellos los cadetes corriendo a potope por todo el predio. Indigno.

Cadetes espumosos

Al interior de los baños de los hombres no hay espejos. Por lo cual, dos cadetes reclutas del año 2010 no hallaron nada mejor que poner en práctica las enseñanzas de camaradería y decidieron ayudarse mutuamente en la difícil misión de afeitarse sin tener donde mirarse. Uno comenzó a esparcirle la espuma de afeitar al otro por todo su rostro y viceversa. Cuando ambos estaban muy entretenidos jugando con la espuma del otro, entraron unos cadetes de tercero a los baños y no podían creer el espectáculo que veían, y que según ellos era “poco masculino y que no cumplía con el perfil de alumno de la Escuela Militar”. Ante lo cual, estos amigos barbudos recibieron un reto y un aporreo místico que en su vida olvidarán.

El escondite casi perfecto

Es un clásico: durante la campaña inicial que tienen todos los alumnos de la Escuela Militar en los cuatro años que dura su proceso de formación, los cadetes reclutas –los de de primer año de escuela- están obligados a ir al kiosco ubicado al interior del VIVAC. Esto, para que los cadetes más antiguos interactúen con ellos a través del aporreo y de conversaciones que los avergüencen durante sus primeros días de encierro.

En el 2006, un recluta cansado y aburrido del aporreo y del bullying de sus cadetes superiores, en su desesperación aprovechó su menuda y pequeña contextura física y decidió esconderse dentro de la bolsa ropera ubicada en su carpa, una especie de saco donde los militares guardan diferentes elementos que utilizan durante su transcurso en terreno. Pasaron horas y nadie sabía dónde estaba este personaje que tenía a todos preocupados en el predio militar de Pichicuy.

La incertidumbre duró hasta que unos cadetes antiguos decidieron ir a desarmar las carpas de los reclutas cobardes que no se atrevían ir al kiosco. Estaban en eso, cuando llegaron a la del recluta desaparecido y descubrieron su escondite. Como eran militares, de inmediato informaron a sus superiores. En fin, al pobre recluta lo sancionaron con un día de arresto además de recibir una buena dosis de dinamización física. Ahora, en el 2013, ese temeroso reclutón, no es más ni menos que un valiente oficial de Ejército de la República de Chile que el día de mañana nos defenderá del oponente con garra y valor.

La cadete Manuela

Uno de los últimos ejercicios que tienen en campaña final los alumnos de cuarto año, son las patrullas, que se realizan en el místico sector de Santa Bárbara, bosque ubicado al interior del predio militar de Pichicuy. La actividad consiste en pasar varios días durmiendo a la intemperie, lo que equivale a dormir y comer poco, además de anular la posibilidad de bañarse. Durante el ejercicio de patrullas del 2009, un sub alférez de cuarto había peleado con su polola que también era alumna de este alcázar, así que aprovechó los días en Santa Bárbara para meditar y buscar consuelo en otros lados. Y así apareció una noche en la vida de este pobre hombre, una cadete menos antigua y bien conocida por la motivación que le pone a las cosas, sobre todo cuando se trata de hombres.

Ocurrió en la última noche de las patrullas y se supo. Fue después del ataque, que encontró a los cadetes agazapados en sus posiciones. Entonces, algunos aprovecharon el par de horas que les quedaban de sueño para descansar. No todos durmieron, cosa que constató el comandante del equipo, un sub alférez de cuarto, que salió a caminar para revisar que todo estuviera en orden pero se quedó extrañado al oír ruidos bastante raros. Silenciosamente, se acercó al lugar de donde provenían los sonidos, alumbró y se encontró a su amigo y compañero de curso pasando las penas junto a la cadete fanática de los bototos, que le aplicaba una pajita a su superior que no se encontraba en un buen estado anímico. El tema quedó vetado y sepultado en ese lugar. Al día siguiente el sub alférez volvió al VIVAC –la Vivienda Vacacional- y se reencontró con su polola. Se reconciliaron.

Sexo, sudor y tierra

Durante la campaña final de tercer año, los cadetes de esa promoción tienen la clásica instrucción de Mando y Conducción, que consiste en estar tres días en terreno, marchando 120 kilómetros en total y por supuesto, sin bañarse durante todo ese tiempo. Sin embargo, todos estos factores mata pasiones no fueron impedimento para que dos cadetes gritaran ¡viva Chile! estando en plena campaña.

Ambos ya se habían hecho cambio de luces desde antes, pero el encierro y el aislamiento de la civilización, hicieron que se despertaran en ellos sus instintos más bajos y salvajes durante la última noche en terreno. Esperaron que todos se durmieran, se acercaron, aplicaron elementos para cubrirse y ahí, en medio de sus otros compañeros que descansaban, se entregaron mutuamente la flor sin pensar en el olor, la tierra y esos tres días sin asearse. A pesar que nadie en ese momento vio o escuchó nada, todo siempre se termina sabiendo en la escuela, y esta historia ha pasado a ser una de las leyendas de la promoción de cadetes que se gradúa este año del alcázar de las 100 águilas.

El infiltrado y Free Willy

Hasta el día de hoy, los reclutas cuando tienen sus necesidades biológicas, siempre deben esperar hasta bien tarde para llevarlas a cabo en los baños, ya que si son sorprendidos por sus cadetes antiguos se llevarán más que un mal rato. En el 2008, un grupo de reclutones partió en conjunto al baño, pues les daba miedo ir solos. Uno de ellos decidió ir a liberar a Willy al interior de las instalaciones sanitarias de segundo año, aprovechando que estos estaban fuera del VIVAC. Cuando estaba en lo mejor, sintió que comenzaron llegar de terreno los cadetes de segundo con las mismas ganas de él por ir al baño. El recluta se quedó perplejo y congelado, pues sabía que si era sorprendido iba a sufrir más que Caupolicán. Pero libró. Cuando se encontró con sus superiores, ellos le preguntaron: “¿Qué instrucción tuviste hoy?”. “La de paintball, combate y localidades”, respondió el cadete, que no daba más del susto. Y le dijeron “¿no era que ustedes estaban fuera del VIVAC?”. Hasta ahí llegó la conversación, porque entonces el recluta se inventó una excusa barata para salir del paso. Jamás los cadetes antiguos se percataron de la presencia extraña en sus baños. Hasta hoy, todo quedó en rumores.

Todo por el rock

Hay fanáticos capaces de hacer cualquier cosa con tal de ver a sus ídolos musicales, y los cadetes de la Escuela Militar no son una excepción. En la campaña final del 2005, fecha que coincidía con el esperado recital de Pearl Jam en Chile, entre los 700 cadetes que se encontraban en Pichicuy había uno que cortaba las huinchas con tal de ver a los estadounidenses tocando en vivo, pero lamentablemente durante esas dos noches de música él estaría a más de 200 kilómetros de la banda. Su pasión lo incentivó a crear un plan de fuga que lo llevaría al escenario del Estadio San Carlos de Apoquindo.

Con entrada en mano, dejó abandonado su fusil al interior de su carpa con una carta que decía que se había ido a caminar al bosque porque tenía pena y extrañaba a su familia en el caso que el imaginaria se percatara de su ausencia. La idea era desaparecer toda la noche y al otro día regresar a la diana como si nada hubiese pasado. Salió de su carpa con mapa en mano y caminó desde el sector del Pangal hasta la Ballena que es alrededor de siete kilómetros de distancia, donde lo estaría esperando un amigo paisa que lo llevaría a Santiago y lo traería de vuelta. Pero cuando inició su marcha se percató que cuarto año estaba en ejercicios de patrullas acompañados de los comandos, que se daban vuelta a pie y en jeep por todo el sector. El cadete intentó esconderse y zafar de los boinas negras, pero fue imposible y lo descubrieron un número no menor de militares. Lo llevaron de vuelta al VIVAC donde fue duramente castigado. Él intentó explicar y convencer a sus mandos que su sueño era ver a su banda favorita tocando en vivo, pero no hubo caso. Al día siguiente, en el que podría a ver visto a Pearl Jam en su segundo concierto, le tiraron guardia para que nunca más intentara engañar a sus más antiguos.

Marihuana en Pichicuy

Uno de los temas más vetados dentro de la Escuela Militar, y por supuesto, del Ejército, es el consumo de drogas. En la campaña intermedia del año 2011, cuarto año se encontraba en la instrucción de Fuego en Movimiento, completamente desplegados en los terrenos de Pichicuy, cuando escondidos entre los matorrales se encuentran con una grata sorpresa: una gran plantación de marihuana. No se conoce bien la identidad del primer sujeto que alarmó a sus compañeros, ni tampoco el por qué conocía tan bien la yerba santa. Lo que sí se sabe es que el Ejército no quiso publicarlo más allá que a sus propios mandos. Y fue así, como si nada hubiese pasado, llamaron a los encargados correspondientes poniéndoles la soga al cuello y les dijeron que “si salía a luz pública, el Ejército de Chile lo negaría todo”. Pocos se enteraron de esta noticia, ya que los únicos que sabían eran el alto mando. Sin embargo, con el pasar de los días, los rumores dentro del VIVAC se hacía cada más fuertes, y como ningún secreto dura más de un día en la escuela, aquel suceso se fue tergiversando. Se llegó a la conclusión de que la plantación correspondía a quienes cuidan del predio antes de la llegada de los cadetes. Verdad o mentira, eso habrá que preguntarles a los que encontraron aquellos cogollitos que quién sabe dónde habrán terminado.

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