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Opinión

6 de Marzo de 2013

El chavismo en primer plano

En octubre, y durante una semana, el historiador y escritor chileno José Bengoa recorrió barrios y poblaciones de Caracas mientras participaba en el Encuentro Mundial de Intelectuales y Artistas. Allá acompañó a Mileidi Pineda, una joven de 24 años que vestía una polera roja con la frase Poder Popular y cuyo proyecto de un jardín infantil conquistó a Hugo Chávez, uno de los hombres más controvertidos de América Latina y el mundo. Éste es su testimonio de sus encuentros con el comandante.

José Bengoa
José Bengoa
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Foto: gentileza de Marina Minicuci.

Mileidi Pineda es del Huinche, tiene 24 años y dos hijos. A su marido lo “maleteó”, esto es, le puso la maleta en la puerta porque le daba mal trato. ¿Y por qué te llamas Mileidi?, le pregunto sin haberme dado cuenta del sentido de la traducción. “Porque soy una Reina”, respondió y se rió mostrando los frenillos en sus dientes que chispeaban en su piel morena, bien morena.

Mileidi dejó a los niños en el campo con su madre, a unas tres horas de Caracas. Se avergüenza un poco, dice con sus ojos, por haber sido madre tan niña.“Fui una madre adolescente”, dice utilizando las palabras políticamente correctas de la “Revolución Bolivariana”. Lleva una camiseta roja pero se cubre con una parca. “Soy jefa de Sala de Batalla”, allá en la Parroquia, lo que pareciera ser una suerte de coordinadora local de las Misiones.

No es fácil comprender el sistema de organización y la nomenclatura de las organizaciones de esta llamada Revolución Bolivariana; pareciera ser también algo bastante desordenado…La mayoría de los jefes de las Salas de Batalla son mujeres y por lo que veo a mi alrededor, jóvenes. Mileidi estudia en la Misión Sucre, la Misión de la Educación Superior. Ella había intentado diversos estudios y llegó a empezar el segundo año de la carrera de Técnico petrolero, todo un sueño. Pero no le alcanzó el dinero y tuvo que dejar. Ahora cree que va a lograr ser maestra, con este programa de la Misión, donde enseñan los cubanos. Va dos veces a la semana a la Misión y el resto del tiempo trabaja como controladora. Le pagan mil bolívares por su trabajo, menos de quinientos dólares. El salario mínimo en Venezuela es de ochocientos bolívares. La vida es más cara que en Chile. Me fui dando cuenta que la mayor parte de quienes andaban allí con las camisetas rojas recibían algunos aportes del gobierno. Los habían reunido el día anterior en un hotel y les habían enseñado a comportarse delante del Comandante, me dijeron.

CON CHÁVEZ

Mileidi trae un proyecto para hacer un “Simoncito”, que es una guardería infantil o parvulario con el nombre del niño libertador. Porque acá no hay mucho donde equivocarse: o es Bolívar o es Miranda. Me muestra el proyecto que ha sido escrito por ella misma. La prueba es que no hay una sola palabra que no tenga una falta de ortografía, las más ingeniosas, como que el Simoncito es para atender “cecenta” niños. Sus dos hijos irán al Simoncito y ella podrá salir con más tranquilidad a sus tareas bolivarianas… Ahora los debe dejar con su mamá.

Estamos en el Teatro Municipal de Caracas esperando a Chávez y las mujeres se arremolinan contándome sus historias. Violeta González es del Petare, en los cerros de Caracas y se mete en la conversación que tengo con Mileidi para contar que les han dado veinte hectáreas en Higuerita, en la Parroquia de Barlovento…y que allí van a cultivar plátanos, maíz y cosas para comer… Xiomara Cedeño agrega que ella es de la Parroquia 13 de Mayo y coordina una Sala de Batalla y que también acaba de “maletear” a su marido. “Ando de Feria en Feria”, así parece decirle a las actividades bolivarianas y que organiza a la gente y que por eso recibe 800 bolívares.

Ha comenzado el acto y nos vamos a sentar con Mileidi. Ella está en una fila más atrás. Se cambia cerca del pasillo, quizá para que la vean. El Teatro Municipal de Caracas estaba casi destruido. Lo han restaurado este año. Está abarrotado de poleras rojas y un griterío propio de la cultura bulliciosa del Caribe. Hay campaña electoral. En la pantalla de televisión se escucha a un grupo que toca, también fuerte, un bambuco o alguna alegre música tropical. Le digo a una periodista italiana que se ha quedado un poco estupefacta al ver tanta “camisa rossa”, que “a lo menos la música no te puede llevar a hacer peligrosas analogías”. Se ríe la italiana ya que pensaba lo mismo, quizá.

Sin previo aviso aparece Chávez. Una gran mesa en el escenario y se sienta como es su costumbre. Habla sentado. Hace clases. Educa al pueblo, a su manera y modo. Ni siquiera presenta a los ministros que lo rodean, después me entero que lo son…. No les da la palabra tampoco en las más de cuatro horas que va a hablar y conversar con la gente. No hay intermediarios, es él y los pobres.

Era el segundo día que lo veía de cerca. El miércoles habíamos entrado a las cuatro de la tarde y salido después de media noche. Un Encuentro de Intelectuales. Habló y habló sobre los más diversos tópicos y de la Revolución Bolivariana, asunto complejo y enredado, voces altisonantes para resultados poco concretos, me dije esa noche de largas palabras. Al día siguiente un pequeño grupo recibimos una invitación especial. Éramos una docena de personas invitadas por el Ministro de Cultura a escuchar al Presidente en un acto de entrega de los fondos para los proyectos aprobados de los Bancos Comunales. Chávez se sentó y comenzó a hablar. “Mientras en Estados Unidos se cierran los bancos y quiebran, aquí abrimos más y más Bancos Comunales”. La gente aplaudía a rabiar. La polisemia es lo más cercano a la mentira, pero suena bien. Voy a releer a Laclau, me dijo al oído un amigo, y la idea no es mala. Aunque ponerle nombre a las cosas puede no ser útil y mejor abrir los oídos y mirar las cosas contradictorias que allí ocurren.

El Comandante no se concentra aún y eso es evidente. Mira de un lado al otro y comienza la Canción Nacional, con todas sus estrofas, larga y muy larga, como le gusta a todos los militares del mundo. Se pone una mano en el pecho. Viste una polera color verde oscuro, no tan oliva como el día anterior en que estaba con los intelectuales, su camiseta roja que se le asoma en el cuello, unos pantalones de color oscuro indefinido y unos mocasines de color gris claro, que le quedan extraños. La Canción Nacional estaba siendo voceada con entusiasmo, casi bravura, cuando se corta la luz del Teatro. En menos que canta un gallo un joven guardia personal se pone delante del Presidente, desenfundando un enorme escudo negro antibalas, que tenía guardado vaya a saber dónde. Chávez no pestañeó. Siguió con su mano en el pecho cantando la canción. Los himnos marciales concluían cuando volvió la luz al recinto y se retiró el escudero. Habla del magnicidio y lo repite con insistencia. Pasó el susto y empezó el acto.

ESPERANDO EL CHEQUE

“Mi nombre es Edgar José Parra Gómez vocero del Comité Comunal Tumbaito cuarta línea estratégica en el fortalecimiento de la alimentación y la soberanía alimentaria que saluda al Comandante y Presidente de la República Hugo Chávez Frías y estamos dándole al capitalismo salvaje”,dice el campesino de un tirón, sin comas, ni respiros…

Está de pie al lado de Chávez y éste lo mira con cariño. Le pregunta qué es lo que produce: “Gallinas ponedoras, mi Comandante”, y sin que mediara transición alguna y no me doy cuenta cómo, Chávez está hablando que se ha demorado en venir a esta reunión porque estaba conversando con el ministro ruso y que tenemos muchos acuerdos y sigue hablando de los rusos y no sé ni cómo ni con qué lógica pasa a hablar de que por medio de los ríos se puede viajar hasta Buenos Aires. Es segunda vez que le escucho la misma historia, y se entusiasma y gesticula. Y que si se sale de La Guaira en un barco y va nombrando uno a uno los ríos que hay que pasar, y miro hacia atrás a Mileidi y está encantada, es como si le contaran un cuento maravilloso.

La ceremonia que estaba preparada “se ha ido al carajo”, el productor de gallinas ponedoras se quedó allí sentadito con su polera, “franela” le llaman acá, roja y llena de consignas del Poder Popular o cosas de esas. Los que esperan por el cheque para su proyecto de Banco Comunal hacen fila al lado del escenario pero Chávez no se da ni por enterado, los ayudantes encargados del acto suben y bajan y él sigue hablando de sus cosas, sus manías, enseñando al pueblo. El programa se televisa para toda Venezuela. No hay nada privado o secreto. Aún no presenta a sus ministros. De repente se para y se dirige a alguien del público, al azar, o así parece, lo señala con el dedo: “tú, el morenito del medio, ahí”, lo que no es fácil ya que todos son morenitos, en diversas gradaciones, pero al final lo ubican sentado y le pasan un micrófono. “¿De dónde eres tú? De Morocoima, señor, ¿Así que eres indio Morocoima. “Es mi madre”…y la gente le comienza a gritar “si tu madre es india, tú también eres indio” en medio del bullicio mayúsculo de todos que hablan al unísono, pero ¿entonces de dónde eres?, interrumpe Chávez a la gente haciéndola callar. Bueno, si eso es así, sería indio de Trinidad, de la tribu de Trinidad, y desde arriba del escenario Chávez le dice con cariño “somos todos medio indios Mocoroima, yo soy medio Cuiba, con negro y un chispito de blanco”, y se sonríe con una sonrisa de gran ternura. ¿Y qué proyectos has presentado Morocoima? Y el muchacho nervioso se agarra sus manos, “Aceras y locales”…porque La Sabanita tiene una Escuela Bolivariana que hay que mejorar y el Consejo Comunal con veinticinco casas. ¿Construir o mejorar Morocoima? Sustitución de ranchos, Comandante, ¿Y cuánto cuesta una vivienda? 69 millones, Comandante. Morocoima estás bien enterado, un aplauso para Morocoima”… porque tú sabes yo me dejaba el pelo afro…”Cuando era hippie, comandante” grita alguien del público…No, no… era cuando estábamos organizándonos en los cuarteles para salir a los barrios y que por el pelo corto no pensaran que era militar… tenía una peinetita así como de clavos y me arreglaba el pelo, me lo alisaba y después me lo subía, y Chávez hace el gesto en la cabeza como quien se escarmena el pelo… porque tengo el pelo mas afro que tú Morocoima, tú eres más indio que yo pero yo tengo más de negro….miro a Mileidi que se está tomando el pelo negro liso o alisado que tiene….

“Somos la Empresa de propiedad social Bravo Cacique Yaracuy”, dice una mujer joven con casco de producción. Ellos producen harina precocida de maíz para la arepa, el alimento básico del pueblo venezolano. Están en una zona maicera, explica, y son los miembros de la directiva de la empresa…Es una hermosa fábrica la que se ve en la pantalla. Eloy Escalona tiene 20 años. “Soy del Municipio de Munachipe, Comandante, campesino, hijo de campesinos y parte de la directiva”. Habla de Soberanía Alimentaria, Poder Popular y tras de tanta palabra escrita en pancartas y polerones, me voy dando cuenta que está diciendo algo que podría ser “dignidad”, vaya a saber…Eloy es el único hombre de la directiva, todas las demás son jóvenes. “Las mujeres aquí somos las voceras”, dice una con orgullo. Así es, dice Chávez y vocifera: “¡Machistas fuera!” y las niñas comienzan a gritar y se paran, vocean “¡las mujeres al poder!” y veo a Mileidi parada arriba del asiento de felpa del Teatro Municipal gritando la consigna.

Las niñas que están a nuestro alrededor piden la palabra, todas quieren hablar.”¿Y qué haces tú?”, pregunta Chávez. Yo soy jefa de una fábrica de bloques para hacernos las casas. ¿Y cuántos bloques hacen por día? Mil quinientos, Comandante. Ya terminamos 10 casas y la escuela la hicimos con el excedente de las casas y muestra una foto de una escuela y de mano en mano se la pasan a Chávez y yo veo que es una hermosa escuelita, y la chiquilla está orgullosa y la gente aplaude. Entre medio y no se en qué asociación libre recuerda que se cumple un aniversario de la muerte de Dom Helder Camara, el Obispo de Recife y líder de la Teología de la Liberación y que dijo “una revolución sin sangre para cambiar las estructuras injustas de América latina” y asocia con Eduardo Galeano y “Las venas abiertas de América Latina” y tararea algo del cantante venezolano Alí Primera, muerto hace ya mucho tiempo y sigue impropiamente con Camilo Torres, que sí agarró el fusil como consta, y sigue y sigue de manera incomprensible …

MILEIDI Y EL COMANDANTE

Mileidi se ha parado decidida sobre el sillón y hace señas con sus manos para que la vea el Comandante. ¿Y cómo te llamas? Mileidi Pineda, mi Comandante, y se le mojan sus ojos negros como carbones. ¿De dónde eres? Del Huinche, Comandante, ¿Cuántos años tienes? Veinticuatro años, Comandante, pero y ¿cómo es que te llamas así?, Mileidi, Comandante, porque soy una reina y el Teatro Municipal aplaude y se emociona más que en un aria de las miles de Traviatas que allí se representaron. ¿Y qué proyecto tienes? Un Simoncito, Comandante; ¿para cuántos niños? Para setenta, Comandante, los “cecenta” que leí en el proyecto se subieron a setenta, ¿Y presentaste tu proyecto?, Sí, Comandante, ¿Y por cuánto? Y Mileidi segura de sí misma, le dice en detalle la cifra en miles de bolívares. ¿E hicieron bien el proyecto?, Sí, Comandante, y se da vuelta desde el escenario al público y pregunta ¿Y para hacer un buen proyecto cuál es lo primero?, y gritan todos: “El diagnóstico”, y ¿lo segundo? “La comunidad” y por eso nos vamos a llamar Comuneros, el movimiento de los Comuneros y sigue un rato con la idea ¿Y de qué comuna eres, Mileidi? Y ella parada arriba del sillón le dice que es la jefa del Salón de Batalla de la parroquia de Filas de Mariche y que nos vamos a convertir en una Comuna Bolivariana, Comandante, y vamos a ser todos comuneros, Mileidi, porque la primera revolución americana fue la de los comuneros, porque la democracia es “donde todos cabemos” y es la frase que Franz Joseph Hinkelamert dijo, repetida por Chávez sin quizá saber de dónde viene y que habla de que los pobres se tienen que organizar y que se derrote la pobreza. A Mileidi se le caen las lágrimas de sus ojos y le corren por sus morenas mejillas de pie sobre un sillón recién tapizado del Teatro Municipal de Caracas.

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