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Nacional

13 de Marzo de 2013

Las mentiras de Sebastián Peña, el falso cura de Peñaflor

Llegó a fines de enero al Campamento Juan Pablo II de Peñaflor diciendo que venía mandado del arzobispado a entregar canastas familiares. Se quedó un mes almorzando en la casa de los vecinos, ofreciendo pega y tirando agua bendita sobre las casas. Todo hubiera seguido bien si no se hubiera robado casi doscientas lucas de la casa de una de las vecinas. Éstas son las mentiras de Sebastián Peña Peña, conocido en el campamento como el sacerdote Sebastián Ignacio Larraechea Subercaseaux.

Por


Hace una semana, Sebastián Peña fue abatido a combos en la calle. Mientras se dirigía a la Parroquia de Peñaflor, Fernanda y su marido Ismael le cayeron encima. Lo acusaban de haberles robado la plata que se habían ganando jardineando sólo un par de días antes. En medio de la confusión Fernanda decía que la dejaran, que si no le devolvía la plata, al menos una marca le iba a dejar. Sólo la llegada de Carabineros paró el escándalo.

Hasta ese momento, Sebastián Peña seguía siendo el sacerdote Sebastián Ignacio Larraechea Subercaseuax para los habitantes del Campamento Juan Pablo II de Peñaflor ubicado en Vicuña Mackenna con Rosales, cruzado por la línea del tren. Muchos lo vieron por primera vez en los últimos días de enero en la sede social del campamento. El joven sacerdote anunciaba que venía mandado desde el arzobispado de Santiago a entregar cajas de mercadería para los vecinos.

Acompañado de Flor Garrido, dirigenta del campamento, Sebastián pidió que se realizara un catastro para organizar la ayuda desde Santiago. En esa primera instancia se paseó por todas las casas presentándose ante los vecinos como un sacerdote, sobrino de Martita Larraechea, hijo de la presidenta de la compañía Nestlé y de un artillero de Vapores en Iquique. Pero lo único cierto de esa historia era que el cura se llamaba Sebastián, porque su apellido era Peña y era en realidad hijo de una familia maipucina. Y de cura nada, apenas había alcanzado a ser acólito en el Templo Votivo de Maipú.

Llegó por la línea del tren
Pese a que Sebastián Peña, alias Sebastián Larraechea, nunca se paseó con sotana por el campamento, el sólo rumor de que un sacerdote visitaba el lugar llamó la atención. Eso y la promesa de mercadería para personas que se encuentran esperando la respuesta a un subsidio que los lleve a un barrio de verdad antes de que el campamento sea volado por una estación de metrotren.

Guillermo Saldías es uno de los dirigentes del campamento. Cuando Sebastián Larraechea entró a su casa a presentarse, mandó a su hija a buscar un vaso de agua y de la nada comenzó a tirarla sobre los muebles para bendecir el hogar. A Guillermo le llamó la atención que el supuesto cura no le hiciera siquiera una cruz al agua antes de tirarla, pero la bendición no duró demasiado. “Mi señora es evangélica y le dijo que no creía en esas cosas, así que parara”. Sebastián lo hizo, pero al enterarse que uno de los hijos de Guillermo era de la Universidad de Chile, dijo ser el capellán del equipo. Y le hizo una promesa: “Te voy a traer una camiseta firmada por todos los jugadores”. La camiseta nunca llegó.

Como la familia de Guillermo no es católica, el cura no volvió a mostrarse por el hogar. Sin embargo, en la mayoría de las casas fue bien recibido. Sebastián llegaba todas las mañanas al campamento y no se iba hasta entrada la noche. Su juventud causó duda en algunas personas, pero él aseguraba tener 29 años, y no los 19 que tiene en realidad. “En mi congregación nos recibimos jóvenes” aseguraba.

La primera misa que celebró se organizó en la cancha que queda frente al campamento por calle Rosales. Hasta ahí llegaron varios vecinos a recibir la palabra de Dios. Sebastián estaba vestido con su sotana, pero no había lugar donde sentarse y tampoco sombra. “Padre, ¿y no va a poner bancas?” le preguntaron unas vecinas, a lo que el cura les dijo:
-¿Qué pasa? ¿No pueden estar parás?

Ahí restó otro par de creyentes. Pero su aceptación en el campamento se mantenía alta. Según los vecinos, hablaba bien, era convincente y muy simpático. “Si hubiese sido cura de verdad, habría llegado a muchas personas” dice la señora Tita Santander, quien le prestó la casa donde ofició otro par de misas dentro del campamento. En su cobertizo, Sebastián llegó a darle la primera comunión a una niña, de ahí el video donde grabaron su misa. Según recuerda Tita, esa vez se le llenó la casa.

“Cuando lo vi llegar con sotana, me alegré. Si hasta confesaba a los drogadictos. Yo me dije: las cosas van a cambiar en el campamento”, cuenta Tita mientras se sostiene sobre la escoba y los perros le rondan las piernas. Y reflexiona “él unió a la gente, y tanto que cuesta juntar a la gente acá”.

Para las misas que se oficiaron en el campamento, Sebastián llegó incluso con hostias. Doña Julieta Asenjo, que comulgó con el falso cura recuerda que “eran unas hostias atroces, amargas. Eran hasta color café”. También el cura la instó a decirle los pecados. “Tienes tan pocos que con dos Ave María y dos Padre Nuestro es suficiente” le dijo Sebastián. Y Julieta partió derechito a rezarlos.

Sin embargo, en una de las misas oficiadas donde Tita, el padre Sebastián repitió dos veces el Padre Nuestro. Hasta los católicos más amateur saben que eso es insólito en una liturgia. Eso los hizo sospechar.

“¿Cómo yo me voy a prestar para que me saquen preso de aquí?”
Cada vez que trataron de presentarle al cura a alguien ajeno al campamento, Sebastián se arrancaba. El padre Félix Zaragoza, de la Parroquia de Malloco, dice que fue un par de veces, pero nunca lo encontró. Guillermo Saldías intentó presentarlo a los jóvenes del desafío Levantemos Chile que hacen trabajos en el lugar y que dependen de la pastoral de Calera de Tango. Tampoco apareció esa vez.

Pero siempre estaba para los vecinos. La señora Julieta Asenjo cuenta que lo invitó una vez a almorzar a su casa y no lo pudo echar en diez días. “Mi marido no le creía y le pedía las credenciales de cura, pero él no las quería mostrar. Decía ‘¿Cómo yo me voy a prestar para que me saquen preso de aquí?’” recuerda la vecina de la casa 23.

A mediados de febrero, Sebastián comenzó a organizar un paseo a la piscina municipal para los niños del campamento. Pidió que fueran tres apoderados para cuidar a los 15 niños que se subieron al paseo. Doña Tita partió en la comitiva a la piscina de Peñaflor. “Ese día nos subimos a la micro y nosotras decíamos que íbamos con un sacerdote, si acaso podía dejar que los niños subieran gratis y pagáramos sólo los adultos, y los micreros nos dejaban pasar porque íbamos con él”.

Con el paso de las semanas, los vecinos comenzaron a preguntarse por la tardanza en la mercadería que mandaba el arzobispado. Entonces Sebastián les dijo que no iba a llegar porque sus superiores estaban enojados. La razón que alegaba el falso cura era que le habían robado en el campamento. Que le habían sacado la cruz que se colgaba de la ropa y los documentos. Que la culpa era de ellos.

“Vaya a ver que la están llamando”
Fernanda Morales está en la entrada de su casa con una bolsa de papas en los pies. Junto a ella está su hija que juega con las piedras. Al frente, la línea del tren que llega a San Antonio. Si no fuera por ella, es probable que el cura Sebastián Larraechea estuviera aún bendiciendo casas en el Campamento Juan Pablo II.

El martes 5 de marzo, Sebastián pasó por la casa de Fernanda preguntándole por qué no había ido a la misa del domingo. Ella le explicó que había tenido que hacer trámites y lo invitó a pasar a su casa. Él ya había estado antes ahí para hablar con una vecina de Fernanda que había intentado matarse. Ésta vez Sebastián la retó por no haber ido a su despedida, ya que según decía, partiría el miércoles siguiente a Roma junto a 22 compañeros para asistir al cónclave que eligiría al nuevo Papa. “Oye, ¿y tú no tienes tele?” le preguntó el cura. “Sí padre, pero la tengo en la pieza bajo llave porque todavía la estamos pagando y nos han robado muchas veces” respondió ella. No había terminado de hablar cuando el falso cura se metió a su pieza diciendo que quería ver las noticias.

En eso Fernanda lo dejó sólo para arreglar a su hija que tenía que irse al colegio. Era casi mediodía. Cuando volvió, Sebastián anunció que se iba y ella salió con él. Ella se dirigía a Peñaflor a pagar unas cuentas. Recién en la micro Fernanda se dio cuenta que le faltaban 40 mil pesos.

“Cuando volví, lo veo almorzando cazuela en la casa de mi mami y le dije a ella que me faltaba plata”, recuerda Fernanda, quien luego fue a su casa para sacar cuentas y revisar si acaso no se había gastado la plata sin darse cuenta. En eso, Sebastián volvió y entró a su dormitorio. “¿Todavía estai buscando la plata? Si las cuarenta lucas ya las perdiste” le dijo él. Fernanda tenía en su cartera 158 mil pesos más que se había ganando jardineando con su marido. Era una plata que no había querido depositar en la cuenta porque ir a sacarla al cajero le resultaba muy complicado. De pronto Sebastián le dice que la están buscando, que vaya a ver. Ella se asomó pero vio que no había nadie.

Cuando volvió a entrar, Sebastián estaba en el baño hablando con alguien por teléfono, dándole indicaciones para que lo fueran a buscar. A Fernanda le llamó la atención, ya que el padre Sebastián Larraechea afirmaba conducir un Mercedes Benz. “Es que dejé el auto en la parroquia y a la gente no le gusta verme cargado” le dijo sin más. El falso cura andaba con una maleta que había dejado en casa de Fernanda. Entonces se despidió, pero le dijo que pusiera agua para tomarse un te a la vuelta. El cura había citado a unos jóvenes a las 8 en el campamento a quienes supuestamente iba a dar trabajo en Nestlé. Pero Sebastián no volvió esa noche.

La siguiente vez que Fernanda lo vio, le cayó a combos en medio de la calle. Junto a Flor Garrido, una dirigenta del campamento, le tendieron una trampa para pillarlo fuera de la parroquia de Peñaflor, donde Sebastián le dijo que había dejado su billetera en el techo del baño, y que las 117 lucas que no había alcanzado a gastar eran de ella.

Sebastián Peña
El jueves pasado, Sebastián Peña fue formalizado por los delitos de robo en lugar habitado y hurto. El Juzgado de Garantía de Talagante decretó prisión preventiva durante los dos meses que durará la investigación. Dentro del campamento han aparecido más denuncias e incluso el fiscal Daniel Ríos-Karl señaló que se habrían registrado pérdidas en el Templo Votivo de Maipú durante el tiempo que Peña fue acólito en el lugar.

En el Campamento Juan Pablo II la gente aún está sorprendida. Quizá nunca le creyeron del todo que era cura, pero hacía tanto tiempo que no veían uno por esos lados que simplemente lo aceptaron. Mientras sigue la investigación, la gente lo sigue recordando. Y sobre la sede social descansa una cruz de madera hecha por él, quizá la primera piedra de su iglesia.

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