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Planeta

22 de Abril de 2013

Aniversario del LSD: La revolución psicodélica del doctor Albert Hofmann

Se cumplen 70 años de la síntesis del LSD que logró Hofmann.

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Todo empezó por accidente. Un buen día se le ocurrió que su 25ª síntesis de dietilamida de ácido lisérgico (LSD-25) quizá pudiese servir contra las jaquecas. El compuesto llevaba cinco años olvidado y el profesor Albert Hofmann, químico empleado en los laboratorios del gigante farmacéutico suizo Sandoz en Basilea, decidió darle una nueva oportunidad.

Un descuido hizo que una cantidad ínfima de la sustancia, elaborada con alcaloides presentes en el cornezuelo del centeno, entrase en contacto con su piel y le provocase “alucinaciones caleidoscópicas de extraordinaria plasticidad y viveza”. Tres días después, hace 70 años, disolvió 250 microgramos en un vaso de agua y lo bebió.

Los efectos de la primera vez se multiplicaron hasta lo insoportable. Hofmann temió haber dañado su cerebro permanentemente, creyó incluso que iba a morir. A la mañana siguiente, sin embargo, sintió una vitalidad extraordinaria: todo brillaba a su alrededor y sus sentidos vibraban en perfecta comunión con el universo. Como si hubiese vuelto a nacer.

Experimentos con animales
Las investigaciones iniciales fueron prudentes. En 1947, el doctor Werner Stoll, hijo del presidente de Sandoz, Arthur Stoll, fue el primero en estudiar las propiedades psicológicas del LSD. Observó que producía alteraciones de la percepción, alucinaciones y aceleración del pensamiento, además de agudizar la suspicacia habitual de los esquizofrénicos. No apreció efectos negativos.

Los primeros experimentos con animales mostraron que las arañas tejían telarañas perfectamente simétricas; que los peces que nadaban por el fondo de los acuarios pasaban a hacerlo justo bajo la superficie; que los chimpancés mandaban al carajo todas las normas de conducta de su grupo; y que los elefantes se desplomaban si se les daban 300.000 microgramos y se morían si se trataba de reanimarlos con más drogas.

A partir de ahí, las posibilidades parecieron infinitas. Los resultados positivos de su empleo con alcohólicos, drogadictos, autistas, neuróticos, delincuentes, drogadictos y enfermos terminales de cáncer (para calmar su ansiedad) llamaron la atención del Pentágono, que soñó con guerras más humanas en las que las bombas serían sustituidas por LSD, y de la CIA, impresionada por que la sustancia era 4.000 veces más potente que la mescalina, alcaloide natural con el que los alemanes habían experimentado en Dachau durante la II Guerra Mundial.

Cobayas humanas
Igual que los nazis, la CIA estudió su uso para el control mental en interrogatorios, primero como agente desinhibidor, una especie de suero de la verdad, y luego todo lo contrario, como agente inhibidor. Los resultados no fueron satisfactorios. Las alucinaciones eran de tales proporciones que suponían más un obstáculo que una ayuda, aparte de la imprevisibilidad que implicaba que se pudiese pasar del pánico total al éxtasis infinito y viceversa.

Pese a los problemas, las investigaciones (denominadas Operación MK-Ultra) siguieron adelante hasta mediados de los 60. Bajo la dirección del químico Sidney Gottlieb, MK-Ultra dejó de lado cualquier escrúpulo moral y se concentró en el uso indiscriminado de cobayas humanas. Como en San Francisco, donde instaló un burdel en el que se deslizaba subrepticiamente LSD en las bebidas de los clientes para observar luego sus reacciones.

La aplicación más popular, no obstante, se debe al psiquiatra británico Humphry Osmond, responsable de un exitoso programa de rehabilitación de alcohólicos en el Hospital de Weyburn, en Canadá. Osmond fue quien acuñó el término psicodélico (que expande la mente) durante el intercambio de cartas que mantuvo con el escritor Aldous Huxley, y fue también el precursor del uso del LSD para procurar “experiencias místicas” que cambiasen a mejor la personalidad de sus consumidores.

Este tipo de terapia llegó primero a Hollywood, donde salvó la vida del actor Cary Grant, según afirmaba el mismo: “He buscado la paz de espíritu desde siempre. Exploré el yoga, la meditación y diversos tipos de misticismo. Hasta este tratamiento, nada de eso me dio lo que quería. He vuelto a nacer. Esta experiencia me ha transformado por completo”.

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